jueves, 20 de noviembre de 2008

HOY..NO QUIERO QUEJARME NI MURMURAR

“Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: Ojala muriéramos en la tierra de Egipto o en este desierto ojala muriéramos” Números 14:2
Se que hay en mi una tendencia a murmurar y a quejarme, olvidándome de todas las bendiciones y bondades recibidas de Dios. Se que hay muchos aún en las filas cristianas que con frecuencia han tomado el mismo camino que yo he tomado, camino de protesta cuando la alacena está vacía y cuando la lucha se arrecia levanta su rostro rebelde y dicen: Por qué soy afligido de esta manera, yo no lo merezco.
Qué he hecho yo para ser castigado de esta manera. Quién realmente soy para levantarme y protestar contra todo lo que Dios permite? Realmente yo no soy tratado por Dios como merezco, pues su misericordia va por encima de mis rebeliones. Dios nos ha indultado como rebeldes que somos.
Si Dios dejará de tener misericordia hacía mi y me castigara, aún con eso no podría quejarme, porque justamente recibiría lo que merezco, sin embargo me olvido fácilmente de su misericordia. Hoy quiero reconocer su amor, su gracia y misericordia y dejar de murmurar, protestar y quejarme.
Hoy debo reconocer que he permitido que muchas cosas que no son puras entren a mi mente y corazón y esas cosas han contaminado de pensamiento llenándolo de protesta y queja, porque el mundo así lo ha preparado todo. El orgullo ha contaminado mi corazón y quizá para purificarlo es necesario ser sometido al horno de fuego y si allí me quejo y murmuro no podré ver el proceso de purificación en mi.
La contradicción murmuradora se niega a someterse al Señor, y acaso eso no necesita ser reprendida para que al fin se someta? Dios en todas sus correcciones envía su amor para purificarme y para sacar mi naturaleza rebelde y llevarla a sus pies.
Dios trata conmigo como un padre con sus hijos. Y un padre amoroso jamás lleva a sus hijos por caminos que no tienen propósito. Por ello de que sirve quejarme y murmurar, si el Padre celestial tiene para mi vida un propósito , y es más quizá todo esto que estoy viviendo forma parte de ese propósito, por lo tanto decido hoy no quejarme ni murmurar.
“Señor. Perdóname las veces que en mi rebeldía, egoísmo y autosuficiencia he levantado mi rostro para protestar, quejarme y murmurar. No quiero hoy tomar ese triste camino de protesta y rebeldía, porque eso trae a mi vida solo confusión y dolor. Ayúdame a vivir bajo manto del agradecimiento-.Amén.

NI ARREPENTIMIENTO, NI REMORDIMIENTO

Lentas, solemnes, llenas de unción religiosa, se elevaron las bellas notas del Avemaría. La inmortal melodía de Franz Schubert, bien cantada, brotaba de los labios de Robert Solimine, joven de diecisiete años de edad.

Con los ojos cerrados, aquel joven elevaba su alma a Dios cuando, de repente, la melodía se interrumpió. Una cuerda delgada pero fuerte detuvo el canto. Con esa cuerda James Wanger, otro joven de diecinueve años de edad, estranguló a Robert, extinguiendo su voz junto con el Avemaría. Y sólo porque no podía soportar la oración de Solimine.

He aquí un caso extraño. Robert Solimine, la víctima, era una persona de profunda convicción religiosa. Trataba de hacer ver a sus amigos los resultados destructivos de una vida de drogas y de licor. Un día se le ocurrió cantarles el Avemaría. El resultado fue ira, amenaza y estrangulación.

El juez le dijo a James Wanger, el asesino: «No puedo ver lo que hay dentro de ti; pero sí veo que no hay ni arrepentimiento ni remordimiento.» Y lo condenó a cadena perpetua, con la posibilidad de solicitar la libertad condicional cuando cumpliera cincuenta años.

Es difícil comprender cómo puede haber personas que en esas circunstancias no manifiestan, según lo expresó aquel juez, ni arrepentimiento ni remordimiento. Tienen la conciencia encallecida, los sentimientos muertos y un corazón de piedra, tan endurecido que no sienten nada. Respiran, viven y actúan, pero no saben lo que es sentir culpa ni pedir perdón.

Si bien el juez no podía ver el interior de James Wanger, Dios sí podía verlo. Porque Dios ve el corazón, la conciencia y los pensamientos de todos los seres humanos. Él nos ve al trasluz porque es Dios y sabe todo lo que estamos imaginando.

El apóstol Juan, viendo cómo las multitudes se acercaban a Jesucristo debido a sus milagros, escribe: «Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano» (Juan 2:24,25).

Cristo sabe lo que hay dentro de nosotros. Él sabe todo lo que pensamos y sentimos, y hasta sabe si nuestros pecados nos duelen. Sin embargo, si nos arrepentimos de todo corazón, Él corresponderá a ese arrepentimiento sincero. Es más, antes que lo expresemos con los labios, Él ya nos estará perdonando. Pero conste que tiene que ser un arrepentimiento genuino. Que la emoción del Cristo crucificado invada nuestro ser, de modo que podamos decir sinceramente: «¡Perdóname, Señor, todos mis pecados!»

Hermano Pablo.

ESTORBOS

En la novela de Julio Verne La isla misteriosa, se habla sobre cinco hombres que se escapan de un campo de prisioneros de una Guerra Civil mediante el robo de un globo. AL elevarse en el aire se dan cuenta que el viento los lleva hacia el océano. Mientras observan cómo la tierra firme desaparece en el horizonte, se preguntan cuánto tiempo logrará permanecer el globo en el aire.
A medida que pasan las horas y el globo se aproxima a la superficie del océano, los hombres deciden que deben arrojar algo pesado a bordo porque no tienen forma de calentar el aire del globo. A regañadientes, arrojan zapatos, abrigos y armas, y los preocupados viajeros sienten que su globo se eleva.
Sin embargo, al poco tiempo descubren que el globo se acerca una vez más de forma peligrosa a la superficie de las olas, así que lanzan al mar los alimentos. Para desdicha, esto también fue solo una solución temporal y la nave amenaza de nuevo bajar los hombres al mar. Uno de ellos tiene una idea: pueden atar las cuerdas que sostienen la barquilla y sentarse en ellas. Luego sueltan la barquilla que queda debajo de ellos. Al hacerlo, notan cómo el globo se eleva otra vez.
A los pocos minutos, divisan tierra. Los cinco saltan al agua y nadan hasta la isla. Estaban vivos debido a que fueron capaces de discernir la diferencia entre lo que era necesario de verdad y lo que no lo era. Las necesidades que antes pensaban que no podrían vivir son ellas eran las mismas cargas que casi les cuestan la vida.
¿Por qué no hacer una evaluación sincera de las cosas que quizá te frenen hoy?¿Son necesidades físicas o espirituales tuyas o de alguien que amas?¿Cómo sería tu vida sin ellas?Si las eliminas, ¿dispondrías de más tiempo para las cosas en tu vida que importan de verdad?
Pídele a Dios que te muestre cómo podrías mejorar tu vida si haces algunos cambios y si eliminas algunas cosas que te agobian.
No es suficiente estar ocupado…La preguntas es ¿en qué estamos ocupados?Henry David Thoreau
Hebreos 12:1Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia.

TERMINANDO LA ESCALA

Lectura: Mateo 5:38-48
Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla, derecha, vuélvele también la otra. —Mateo 5:39
El pastor de una iglesia en una zona urbana humilde le dijo a su congregación: «Algunas personas creen en la ley del ‘ojo por ojo’. Pero en este vecindario, es la ley de ‘los dos ojos por ojo’. Nunca podemos igualar el marcador; sólo podemos elevar las apuestas». La gente asintió solemnemente en señal de comprensión de la realidad que enfrentaban cada día.
Lo hemos visto en el patio de alguna escuela o en nuestros propios hogares —un niño choca contra otro durante un juego. El que fue chocado devuelve el empujón, y los empellones pronto se convierten en una pelea. Es el proceso de represalias y escaladas en el que cada acto de venganza excede al que lo provocó.
En Mateo 5 Jesús abordó una serie de problemas relacionales clave poniendo más alto el listón para aquél que agrada a Dios: «Oísteis que fue dicho . . . Pero Yo os digo . . .» (vv. 38-39). Puede que Sus palabras acerca de volver la otra mejilla, ir la segunda milla, y darle a aquel que nos pide, nos suenen tan radicales e irreales como les sonaron a los que las oyeron por primera vez (vv. 38-42). ¿Estamos dispuestos a reflexionar y orar acerca de Su enseñanza? ¿Estamos listos a aplicarla cuando nos traten injustamente en el hogar, el trabajo o la escuela?
El ciclo de la escalada puede romperse cuando una persona valiente y llena de fe se niega a devolver el golpe.
Devolver bien por bien es algo natural; devolver bien por mal es algo sobrenatural.