domingo, 31 de julio de 2011

EL LAPIZ

Un hacedor de lápices tomó un lápiz justo antes de meterlo en su caja, y le dio unos consejos. -Le dijo: “Hay 5 cosas que debes saber antes que seas enviado al mundo. Siempre recuérdalas y serás el mejor lápiz del mundo.”

Las 5 cosas son las siguientes:

1- Siempre harás cosas grandiosas, pero solo si te dejas sostener en la mano de alguien más.

2- Experimentarás el dolor en algunas ocasiones en que te saquen punta, pero será necesario para que seas cada vez un mejor lápiz.

3- Tendrás errores, pero tendrás un borrador para corregirlos todos.

4- La parte más importante de ti es la que llevas dentro, y …..

5- En cualquier superficie que seas usado, tendrás que dejar tu marca. No importan las circunstancias o las condiciones, deberás continuar escribiendo.

El lápiz entró en su caja prometiendo recordar estas 5 cosas y con un propósito en su corazón de ser útil.

MORALEJA:

Ahora podríamos ponernos nosotros en el lugar del lápiz y recordar estas 5 cosas para ser, cada día, una mejor persona.

1- Siempre harás cosas grandiosas, pero solo si te dejas sostener en la mano de Dios.

2- Experimentarás el dolor en algunas ocasiones de luchas y sufrimientos, pero será necesario para que seas más fuerte y valiente cada vez.

3- Tendrás errores, pero tendrás humildad para corregirlos todos y crecer por medio de ellos.

4- La parte más importante de ti es la que llevas dentro del corazón, y …

5- En cualquier superficie que camines, tendrás que dejar tu marca. No importan las circunstancias o las condiciones, deberás continuar sirviendo a Dios en cada momento.

MI SEÑOR

Lectura: Juan 20:19-29.
"Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!" Juan 20:28
El día que Jesús resucitó, se les apareció a Sus discípulos y les mostró Sus manos y Sus pies. Se nos dice que, en un primer momento, el gozo que tenían les impidió creer, ya que parecía demasiado maravilloso para ser cierto (Lucas 24:40-41). Tomás no estaba con ellos, pero a él también le resultó difícil creer hasta que lo vio con sus propios ojos. Cuando Jesús se le apareció y le dijo que pusiera sus dedos en los agujeros de los clavos y la mano en Su costado, Tomás exclamó: «¡Señor mío, y Dios mío!» (Juan 20:28).
Tiempo después, cuando Pablo les habló a los filipenses sobre sus sufrimientos, también declaró que Jesús es Señor. Les dio testimonio de que había llegado al punto de considerar todas sus experiencias como pérdida «por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor» (Filipenses 3:8).
Tú y yo jamás vimos a Jesús calmando una tormenta ni resucitando a alguien de la muerte. No nos hemos sentado a Sus pies en una ladera de Galilea ni lo hemos escuchado enseñar. Sin embargo, a través de los ojos de la fe, hemos sido espiritualmente sanados por medio de Su muerte a nuestro favor. Por esta razón, podemos unirnos a Tomás, a Pablo y a muchísimas otras personas para reconocer a Jesús como nuestro Señor.
Jesús dijo: «Bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (Juan 20:29). Cuando nosotros creemos, también podemos decirle a Él: «¡Señor mío, y Dios mío!».
Aunque no podamos verlo con los ojos, podemos creer con el corazón: ¡Él es Señor!

sábado, 30 de julio de 2011

viernes, 29 de julio de 2011

MUESTRA TUS COLORES

Lectura: Romanos 1:8-16.
"Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" Romanos 1:16
Estaba entusiasmado por ir a ver el encuentro de béisbol entre los Tigers de Detroit y los White Sox de Chicago. Esa mañana, antes de ir al estadio del equipo contrincante, me puse con todo orgullo mi camiseta de los Tigers. No obstante, tuve que ponerme un abrigo encima de la camiseta de mi equipo porque hacía frío. Eso hizo que me sintiera frustrada porque ninguna persona que estuviera presente en el estadio U.S. Celular Field podría ver a qué equipo había ido a alentar. Nadie se enteraría de que era fanática de los Tigers. Después de que el encuentro se pospusiera durante tres horas a causa de la lluvia, finalmente comenzó y pude demostrar a toda voz mi lealtad alentando a mi equipo.
El apóstol Pablo exhibió abiertamente una devoción aun mucho más específica: la lealtad a Jesucristo. A los creyentes de Roma, les escribió: «Porque no me avergüenzo del evangelio» (Romanos 1:16). Él sabía que el evangelio «es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree», porque Jesús había cambiado su vida y su destino de manera radical. Mediante su predicación y su testimonio proclamaba a Jesús, Aquel a quien le había entregado toda su vida (Hechos 9).
Reflexión: Los creyentes de Roma también eran famosos por su lealtad a Cristo. Pablo se refirió a ellos, diciendo: «Vuestra fe se divulga por todo el mundo» (Romanos 1:8).
¿Demuestras abiertamente tu lealtad a Jesús?
Nuestra lealtad a Jesús debe verse y oírse a través de nuestra vida.

miércoles, 27 de julio de 2011

DIARIO DE UNA JOVEN ASESINA

Era su librito de apuntes diarios, apuntes que iba haciendo, cada día, una joven de catorce años de edad. ¿Qué cosas podría escribir en ese diario? Cosas juveniles: impresiones de muchachos, actividades de colegio, paseos, fiestas.

Pero un día, justamente el primero de enero, la joven escribió: «Querido diario: Es principio de año, y ya no aguanto más. Tengo que quitarme de encima una carga que ya no puedo llevar. Yo maté a mi hermanita.»

El diario sigue narrando: «Fui hasta su cuarto y le dije que la quería mucho. Cubrí, entonces, su boca, y la sofoqué. Tú, mi querido diario, eres a quien primero le cuento. Gracias. Ahora me siento mejor.»

Ya hacía cinco meses que esta adolescente había matado a su hermanita de cuatro años de edad. Cuando hallaron el cuerpo de la chiquita, el médico forense determinó que era «muerte por asfixia traumática». La investigación no produjo ningún resultado. Pero sucedió que los padres de la hija mayor descubrieron su diario.

Por más que querramos callar la voz de nuestra conciencia, no podemos. Tarde o temprano su grito se oirá.

¿Qué está pasando en los hogares, en las familias, en los adolescentes? Esta joven no carecía de nada. Tenía buenos padres, buena casa, buen colegio, buenos amigos, buena ropa, buen calzado, buenas cosas. ¿Por qué, de un modo sorpresivo y brutal, mató a su hermanita?

En parte tiene que ver con la violencia que los adolescentes ven en la televisión, la cual se va acumulando en su psiquis. Cuando ésta se llena a más no poder, el adolescente no tarda en poner en práctica más de alguna de esas cosas.

Tampoco se descarta la posibilidad de los contactos con sectas extrañas. Lo que padres incautamente podrán llamar «chifladuras de adolescentes» puede que sean relaciones, incluso satánicas, cosa que está más extendida de lo que parece.

La fuerza moral más potente del mundo está en Jesucristo. Si nosotros, como padres, descuidamos nuestra propia vida espiritual, con eso dirigimos a nuestros hijos por el camino de la perdición.

Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida. Tanto nosotros como nuestros hijos necesitamos ese poder. Sólo Cristo nos pone a salvo de toda fuerza maligna. Él desea ser nuestro Señor. Coronémoslo Rey de nuestra vida hoy mismo.

Hermano Pablo

NO TE JUBILES

Lectura: Números 8:23-26.
"Después […] podrán seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes" Números 8:26 (NVI)
Los primeros que escalaron el monte Everest, la montaña más alta del mundo, fueron Edmund Hillary y Tenzing Norgay, en 1953. Hillary tenía sólo 33 años. Su hazaña le dio fama, riqueza y la certeza de que ya había vivido una vida extraordinaria.
Entonces, ¿qué hizo durante los 55 años restantes? ¿Se jubiló y descansó en los laureles recibidos? Para nada.
Aunque Hillary ya no tenía montañas más altas para escalar, eso no lo detuvo. Logró otras metas notables, incluso un esfuerzo conjunto para mejorar la asistencia social al pueblo nepalés que vivía cerca del Everest; tarea que continuó hasta su muerte en el 2008.
¿Sabías que Dios les dijo a los levitas que se retiraran de sus obligaciones habituales a los 50 años de edad? (Números 8:24-25). Sin embargo, no quería que dejaran de ayudar a otros, sino que les indicó que podían «seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes» (v. 26). No podemos tomar este incidente como una enseñanza específica sobre la jubilación, pero sí considerarlo una indicación implícita de Dios de que es una buena idea seguir sirviendo a los demás después de jubilarnos o retirarnos de la vida laboral.
Muchas personas sienten que, cuando se jubilan, ya no tienen nada significativo para hacer. Sin embargo, como en el caso de los levitas y de Sir Edmund Hillary, podemos reenfocar nuestras metas al retirarnos y dar de nuestro tiempo para ayudar a otras personas.
La vida cobra un nuevo sentido cuando la invertimos en otras personas.

SIEMBRA

Brille o no el sol, verano o invierno sea,
Recorre la montaña, el soto, el llano;
Cual Cristo la Palabra en Galilea,
Sembrar es tu misión si eres cristiano.

Siembra do quiera la verdad divina,
Siémbrala con afanes, con dolores;
Que al soplo del Espíritu germina
Planta que al cielo da frutos y flores.

Quizás alguna vez tu planta herida
Sientas por las espinas del sendero;
¿No ves con ellas de Jesús ceñida
la frente augusta en el fatal madero?

Siembra, no temas, en la peña dura,
Deja en la roca estéril caer el grano,
Que suele hallar la gracia una hendidura
En el granito del orgullo humano.

En las arenas siembra del desierto,
Donde el rocío suave no descienda;
Tú animarás el corazón ya muerto
Con esa vida que tu amor encienda.

Siembra, que no te arredre el egoísmo,
Siembra do la impiedad blasfemias lanza,
Y en el camino, el fango, en el abismo,
Verás brotar la flor de la esperanza.

No importa, no, que el labrador sucumba,
Antes que la simiente rompa el suelo,
Que al traspasar las puertas de la tumba
Su mies guardada encontrará en el cielo.

martes, 26 de julio de 2011

¿DE QUE UTILIDAD ERES TU?

Un alfiler y una aguja encontrándose en una cesta de labores y no teniendo nada qué hacer, empezaron a reñir, como suele suceder entre gentes ociosas, entablándose la siguiente disputa:

-¿De qué utilidad eres tú? –dijo el alfiler a la aguja-; y ¿cómo piensas pasar la vida sin cabeza?-

Y a ti –respondió la aguja en tono agudo-, ¿de qué te sirve la cabeza si no tienes ojo?-¿Y de qué te sirve un ojo si siempre tienes algo en
él?

-Pues yo, con algo en mi ojo, puedo hacer mucho más que tú.

-Sí; pero tu vida será muy corta, pues depende de tu hilo.

Mientras hablaban así el alfiler y la aguja, entró una niña deseando coser, tomó la aguja y echó mano a la obra por algunos momentos; pero tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo de la aguja. Después cogió el alfiler, y atándole el hilo a la cabeza, procuró acabar su labor; pero tal fue la fuerza empleada que le arrancó la cabeza y disgustada lo echó con la aguja en la cesta y se fue.

-Conque aquí estamos de nuevo –se dijeron-, parece que el infortunio nos ha hecho comprender nuestra pequeñez; no tenemos ya motivo para reñir.-

¡Cómo nos asemejamos a los seres humanos que diputan acerca de sus dones y aptitudes hasta que los pierden, y luego . . . echados en el polvo, como nosotros, descubren que son hermanos!

Dios en su sabiduría no nos ha hecho iguales. Somos diferentes y a cada uno le dió dones y ministerios. Ya conoces tus dones? Ya estas ejerciendo tu ministerio? o estás queriendo copiar a otro. Recuerda, eres único. Dios te hizo así.

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común. 1 Cor 12:4-8

CON LA MIRADA FIJA

Lectura: Lucas 4:1-13.
"Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe" Hebreos 12:1-2
Una y otra vez, mi instructor para aprender a conducir decía estas tres palabras: «Mira al frente». Esta era su manera de decirme que fijara la vista en el horizonte, no sólo en lo que me rodeaba a poca distancia. Los conductores que se la pasan mirando hacia la derecha o la izquierda es muy probable que terminen en una zanja.
Satanás es experto en provocar «distracciones al costado del camino» que nos tientan a mirarlo a él en vez de poner la vista en Jesús. Si puede captar nuestra atención, es probable que logre desviarnos del camino y retrasar nuestro progreso espiritual. ¡Incluso trató de hacer esto mismo con Jesús!
Después de que Jesús fue bautizado, Satanás trató de desviarlo proponiéndole caminos «mejores» para llevar a cabo la obra de Dios. Le dijo que podía comprobar que era el Hijo de Dios si se arrojaba de un lugar alto del templo (Lucas 4:9-11). Pero Jesús sabía que la manera de demostrarlo sería entregándose voluntariamente en la cruz, no lanzándose desde un edificio alto. Por eso, respondió: «No tentarás al Señor tu Dios» (v. 12). Jesús tenía Su vista puesta en nuestra redención y sabía que no podría concretarla si tomaba un atajo que le hiciera evitar la cruz.
La manera de no caer en zanjas espirituales es mantener los ojos puestos en Jesús (Hebreos 12:2) y no mirar, ni siquiera de reojo, las distracciones de Satanás.
Satanás no debe estar dentro de nuestro campo visual, sino detrás de nosotros. —Leonard Sweet

domingo, 24 de julio de 2011

SIETE DÍAS EN UNA CUEVA

La familia la formaban tres personas: Daniel Stolpa, joven de veintiún años de edad; su esposa Jennifer, de veinte años; y el hijito de ambos, Clayton, de cuatro meses.

Andaban juntos de turismo en Canadá. Sin rumbo específico, transitaban por un camino serpenteado hacia las alturas de una montaña. Y era invierno.

Todo iba bien, hasta que el automóvil se dañó. Tuvieron que abandonar el vehículo y andar a pie por la sierra nevada en busca de auxilio. Cuando menos pensaron, se hallaron en medio de una terrible tormenta de nieve.

Daniel halló una cueva en la montaña y pensó pasar esa noche en ella. Pero la tormenta arreció, y aunque estaban sin agua, sin comida y sin más protección que la ropa que traían puesta, no podían moverse de allí.

Pasaron siete días aguantando el intenso frío. Y por fin, Daniel dejó a su esposa y a la criaturita para buscar auxilio. Caminó veinticinco kilómetros hasta hallar asistencia, y al fin todos fueron rescatados. Aunque la baja temperatura congeló parte de sus pies, todos quedaron fuera de peligro.

Durante las interminables horas que Daniel y Jennifer pasaron en la cueva, solos y apretados uno contra otro protegiendo al hijito de cuatro meses, conciliaron todas las diferencias y resolvieron problemas matrimoniales que estaban teniendo. De ahí que declararan: «Tuvimos que estar siete días muy juntos en una cueva, muertos de frío, para que de nuevo brotara el calor del amor entre los dos.»

En efecto, es el calor del amor, ese fuego sagrado hecho por Dios, lo que mantiene unido al matrimonio. Desgraciadamente, la rutina del matrimonio muy pronto lo vuelve insípido, y cuando faltan el estímulo y la determinación de mantener encendido el fuego, éste se apaga.

¿Por qué ocurre esto? Porque por alguna razón, estúpida o ingenua que sea, creemos que nuestro amor, de por sí, se mantendrá para siempre en calor. Eso es imposible. Ningún amor entre dos personas puede mantenerse si esa relación no se nutre con actos de respeto y cariño.

Fortalezcamos nuestro matrimonio. Protejamos esa unión. Nutramos la relación conyugal. Nada en la vida es más importante que la relación con el cónyuge. El matrimonio que se preserva alcanza su más intensa satisfacción con el paso de los años. Cuidemos nuestro matrimonio. Es lo más sagrado que tenemos. Y con el correr del tiempo y la presencia de Dios en el corazón, será más bello aún. Pues si de veras estamos bien con Dios, lo estaremos también con nuestro cónyuge.

Hermano Pablo

sábado, 23 de julio de 2011

CUBRIR LA BRECHA

Lectura: Juan 1:10-18.
"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros" Juan 1:14
Cuando mis hijos eran jóvenes, pensé que quedarían impresionados con algunos de los pocos logros que quizá yo había alcanzado: leerían mis libros y se asombrarían con mis invitaciones para disertar en conferencias. Sin embargo, después descubrí que no habían leído ninguno de mis libros y que tampoco tenían idea de los lugares donde había estado como orador. Cuando mi hijo mayor finalmente leyó uno de mis libros, ¡me dijo que la única razón de haberlo hecho fue para que yo dejara de decirle a la gente que mis hijos nunca los habían leído!
Seamos realistas: En su mayoría, nuestros hijos no se sienten impresionados con nuestros logros. Así que, la única manera de cubrir la brecha es llegar a ellos allí donde se encuentran; entrar en su mundo. Para eso tenemos qAAue ir a jugar con ellos en el parque de diversiones o con la pelota en el patio trasero de la casa.
Jesús hizo así con nosotros. Juan dijo de Él: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria…)» (Juan 1:14). En otras palabras, el Señor descendió a nuestro nivel cuando vino a esta tierra, lo cual condujo a concretar Su logro más grandioso: cubrir una vez y para siempre la brecha entre Su mundo y el nuestro. ¡Recién entonces pudimos comenzar a entender cuán digno es Él de nuestra máxima adoración y alabanza!
Jesús cubrió la brecha entre el Dios infinito y el hombre finito.

viernes, 22 de julio de 2011

EL PODER DE LA PALABRA

La palabra, un elemento que utilizamos constantemente… un elemente cargado de un poder increíble. Seguramente conocemos el mensaje sobre ser sal y luz en un mundo pecador y perdido. Estamos llamados a serlo. El mundo contaminado se descompone día a día y nosotros debemos ser ingrediente de conservación, ir contra la naturaleza pecadora de este mundo, y además, ser luz, brindar la claridad que el mensaje de Salvación tiene.

Hablamos de la trascendencia que cobra en nuestras vidas para poder hacer efectiva esta tarea, el Espíritu Santo, el cual, no solo nos guía sino también es la fuente de la luz que debemos irradiar. No es de nosotros, sino de Él.

Un elemento y/o herramienta fundamental que tenemos los seres humanos para entablar relaciones es la palabra. A tra vés de ella, junto con nuestro actuar, queda de manifiesto nuestra personalidad. Y en la labor de ser sal y luz, ¿Nos valemos de las palabras adecuadas para lograrlo?

Quizás la pregunta mejor formulada sería ¿Existe una relación lógica entre nuestras palabras y nuestros actos? Y esto resulta un tema controvertido. Es difícil ser herramienta, es difícil dejar que otro hable por mí, aunque se trate del mismísimo Espíritu Santo. Siempre me resultara más fácil dar mi propia opinión, emitir mi propio juicio.

Quisiera enfocarme en nuestras relaciones de palabras:

Las palabras que nos decimos a nosotros mismos.


Voy a cambiar mi forma de ser, prometo estudiar más, trabajaré más en la iglesia, hoy comienzo mi la dieta… etc.

¿Cuántas promesas nos auto cumplimos? Nos miremos al espejo, y mirándonos a nuestros mismos ojos renovemos la pregunta… nadie puede mentirse a sí mismo. La gran mayoría d e nuestras propias promesas no son cumplidas. Ya comenzamos mal.

Las palabras que decimos a los demás.


En esta área tenemos absolutamente todas las dicotomías: palabras de amor y rencor, de aliento y desprecio, de furia y de calma, de verdad y de mentira, de hombre y de Dios…

Personalmente pienso que si no me cultivo interiormente, seguramente no tendré nada para ofrecer a otros. Básicamente si estoy enferma, no puedo dar salud a los demás. Si me miento y omito a mi misma, ¿Qué espero con el resto? Exactamente lo mismo… Así que seguimos mal…

Las palabras que le decimos a Dios.


Las considero las más graves. Porque éstas repercuten sin filtro alguno en nuestro futuro, con Dios no existen las medias tintas… Además, aunque yo las olvide Él sí las recordará: Mateo 12: 36 y 37.

En 2º Timoteo 1: 6 al 8 leemos que Dios “No nos ha dado un espíritu de temor, sino de PODER, de AMOR y de DOMINIO PROPIO.”

Pensar en estas tres palabras me llevan inexorablemente a pensar en la personalidad, la influencia y la honestidad en el lenguaje del cristiano. ¡Definitivamente no puedo solo! Es imprescindible mi dependencia absoluta con el Espíritu Santo de Dios que vive en mí para lograr todo exitosamente…

Las palabras que Dios espera que salgan de mi boca, son aquellas cargadas del poder que viene de Él, ese poder que convence de pecado, espera que tengan amor… para hablar a un mundo cargado, a mi hermano en dificultad, a mi hermano en desacuerdo, a mi familia confundida… palabras de dominio propio, que reflejen el carácter de Cristo a través mío.

No podemos solos, no puedo sola. Y Dios, en su sabiduría, ya lo sabía desde antes, por ello nos dejó SU ESPÍRITU en nosotros, para no errar, para dar en el blanco. No hay excusas, estamos llenos del AMOR de Dios, del PODER de Dios y de l CARÁCTER de Dios… ¿Se refleja?

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
noeliaescalzo

miércoles, 20 de julio de 2011

GRACIA,MISERICORDIA Y PAZ

Lectura: 2 Timoteo 1:1-10.
"Bendice, […] a Jehová. […] El que te corona de favores y misericordias" Salmo 103:1,4
Las palabras gracia y paz se encuentran en todos los saludos de Pablo en sus cartas del Nuevo Testamento a las iglesias. Además, en las epístolas a Timoteo y a Tito, también incluye la misericordia: «Gracias, misericordia y paz, de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor» (2 Timoteo 1:2). Examinemos cada uno de estos términos.
Gracia es lo que nuestro Dios santo concede y que nosotros, por ser pecadores, no merecemos. Hechos 17:25 nos enseña que «él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas». Sus dádivas incluyen hasta nuestra próxima respiración. Aun en nuestra hora más oscura, Dios nos da fuerzas para que podamos soportar.
Misericordia es lo que el Señor retiene, pero que sí merecemos. Lamentaciones 3:22 dice: «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos». Incluso cuando nos desviamos, Dios nos da tiempo y nos ayuda a regresar a Él.
Paz es lo que Dios concede a Su pueblo. Jesús dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da» (Juan 14:27). Aun en los peores momentos, tenemos tranquilidad interior porque nuestro Dios tiene el control.
Podemos cobrar ánimo al saber que, a lo largo de nuestra vida, el Señor nos dará la gracia, la misericordia y la paz que necesitamos para vivir para Él.
La gracia de Dios es inconmensurable; Su misericordia, inagotable; Su paz, inenarrable.

lunes, 18 de julio de 2011

domingo, 17 de julio de 2011

TODA LA VIDA JUNTAS

Nacieron juntas porque eran mellizas. Y vivieron juntas toda la vida, hasta morir en enero de 1993 a los cuarenta y tres años de edad. Eran Yvonne e Yvette, dos hermanas de Long Beach, California.

A los seis años de edad comenzaron a cantar juntas. Juntas, y con otros grupos, cantaron por todo el país. Juntas actuaron en circos y en televisión, y juntas estudiaron enfermería. Siempre estaban juntas porque Yvonne e Yvette no podían separarse. Eran hermanas siamesas, unidas físicamente por la cabeza.

En la ceremonia fúnebre el pastor de ellas, John Shepherd, dijo: «Juntas nacieron, juntas vivieron, juntas alabaron a Dios en canto, juntas partieron de este mundo, y juntas llegaron al cielo.»

He aquí una historia como para hacer una película. Cuando Yvonne e Yvette nacieron, su madre, que era muy pobre y estaba separada de su esposo, tenía ya cinco hijos. Cuando le dijeron que debía internar a las siamesas en alguna institución especializada, la buena mujer contestó: «Dios me ha enviado estas niñas, y Él me enseñará como criarlas.»

¿Cómo pueden dos hermanas siamesas vivir cuarenta y tres años juntas y ser felices? ¿Cómo pudieron, a los seis años de edad, cantar juntas en la iglesia, y luego continuar su vida actuando en circos y en televisión? ¿Cómo pudieron viajar por todo el país con otros conjuntos, y sin embargo estudiar la carrera de enfermería?

Pudieron hacer todo eso conservando un carácter alegre y optimista, porque su madre confió en Dios y puso a las siamesitas en sus manos. La fe en Dios produce fuerzas increíbles donde éstas no existen.

Hay personas que niegan la realidad de un Salvador viviente. Niegan que Dios es amor. Niegan que la fe en Cristo tenga poder. Niegan que Dios puede y quiere intervenir en nuestra vida. Niegan todo lo que es cristiano, espiritual, divino y eterno. Por eso viven en la amargura, la derrota y la miseria. Y por eso mueren sin esperanza, porque nunca quisieron creer en el Dios de la esperanza. Pero vidas como las de Yvonne e Yvette McCarther son un rotundo mentís a todas esas personas que niegan la eficacia del amor de Dios.

Cristo vive, y puede dar perdón, salvación y triunfo sobre todas las contrariedades de la vida. Cuando alguien clama a Cristo en medio de sus frustraciones, Cristo está a su lado, dispuesto a tenderle una mano de salvación. Él desea ser nuestro refugio. Confiemos en Él.

Hermano Pablo

sábado, 16 de julio de 2011

MOSTRAR, LUEGO HABLAR

Lectura: Mateo 5:11-16.
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre…" Mateo 5:16
Hubo una época en que una ciudad del oeste de los Estados Unidos quizá haya sido el lugar más hostil del país al evangelio. Las cafeterías tenían carteles con anuncios de reuniones de hechiceros para aprender a embrujar a los enemigos.
El entorno era tan desafiante para las iglesias que casi no conseguían permisos del concejo municipal para congregarse. Muchos líderes de esas iglesias sólo se lamentaban de la situación, hasta que un grupo de pastores comenzó a reunirse con regularidad para orar y después decidió practicar el amor de Jesús en la ciudad. Comenzaron un ministerio entre los «sin techo», los enfermos de SIDA y los jóvenes en situación de riesgo. Con fidelidad y un propósito definido, suplieron con el amor de Dios las necesidades de la gente dolida. Poco después, las organizaciones locales comenzaron a convocarlos para ayudar. Y lo más importante de todo fue que las iglesias empezaron a crecer a medida que la gente respondía al evangelio expresado en acciones.
Esto comprueba lo siguiente: A veces uno tiene que «mostrar» y recién después hablar. En realidad, nadie quiere escuchar lo que tenemos para decir del amor de Jesús hasta que lo hayan visto en nuestra vida (Mateo 5:16). Entonces, aun los más acérrimos opositores quizá se alegren de que tú estés en su ciudad, su oficina o su vecindario. Y también podrías llegar a tener la oportunidad de hablarles de Cristo.
Cuando compartes el evangelio, asegúrate de que también lo vivas.

BUENAS OBRAS

El cual pagará a cada uno conforme a sus obras. Romanos 2:6.

Por algún motivo, muchos cristianos no entienden el lugar de las obras en la experiencia espiritual. Las obras no salvan a nadie. La Biblia enseña, con claridad meridiana, que la salvación es únicamente por la gracia maravillosa de Jesús.

Este mensaje está presente desde el libro de Génesis, cuando un cordero, que simbolizaba a Jesús, era sacrificado a fin de resolver el problema de la desnudez humana; pasando por el pueblo de Israel, en que cada israelita tenía que ofrecer a Dios un corderito, como expiación por su pecado, hasta el libro de Apocalipsis, que termina diciendo: “La gracia del Señor esté con todos vosotros”.

Pero, el texto de hoy es también claro, al afirmar que el resultado final de la gracia son las buenas obras y que, finalmente, seremos juzgados por lo que hicimos o dejamos de hacer.
La gracia no está reñida con las obras; ambas tienen lugar en la experiencia de una persona que ha entregado su vida a Jesús. La gracia es la causa de la salvación; las obras, son su resultado. La confusión sucede cuando cambia­mos los papeles, y pensamos que las obras nos califican para la salvación; o, ya que fuimos salvos en Cristo, no necesitamos preocuparnos por las obras.

La otra confusión surge cuando deseamos que las buenas obras sean el resultado de nuestro esfuerzo. Si para alguna cosa vale el esfuerzo humano, es para buscar a Jesús y mantener, con él, un compañerismo diario a través de la oración, el estudio de la Biblia y la testificación.

¿Por qué se necesita esfuerzo? Porque la naturaleza humana, que todavía cargamos, nos conduce lejos de Dios; no es natural que quiera vivir en co­munión con Jesús.
Pero, el hecho de que no sea natural no significa que debas quedarte vegetando en el terreno de la mediocridad espiritual, y aceptes pasivamente una vida de derrotas espirituales.

La victoria es posible con Jesús. Por eso, el libro de Apocalipsis está re­pleto de promesas para los vencedores. La victoria no es una fantasía, ni una utopía, ni algo reservado solo para quienes tienen gran fuerza de voluntad. La victoria es un presente de amor, que Jesús ofrece a los que, con humildad, lo buscan. Haz de este día un día de victorias espirituales y de muchas obras, sa­biendo que Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras.

viernes, 15 de julio de 2011

HACEDORES DEL MUNDO

Lectura: Santiago 1:19-27.
"Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores" Santiago 1:22
Antes de mudarnos a otra casa en un nuevo vecindario, un domingo invitamos a comer a mi cuñada Sue y a su esposo Ted. Mientras nos saludábamos en la entrada de la casa, un ruido extraño les hizo dirigir la vista hacia la cocina. Tras seguir la mirada de ellos, quedé paralizada del horror. Una manguera desenganchada de nuestra antigua lavadora de platos se sacudía de un lado al otro como la trompa de un elefante enojado, ¡escupiendo agua por todas partes!
Sue se puso en acción de inmediato: dejó caer la cartera al piso, llegó a la cocina antes que yo y, mientras pedía toallas y un secador, cortó el agua. Pasamos los primeros quince minutos de su visita arrodillados secando el piso.
Sue es una hacedora, y este planeta es un lugar mejor gracias a los hacedores que hay en el mundo. Son personas que están siempre listas para ponerse a trabajar, para involucrarse e incluso, de ser necesario, para liderar.
Muchos de los hacedores del mundo son también hacedores de la Palabra. Son seguidores de Jesús que se han tomado a pecho el desafío de Santiago: «Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores» (1:22).
¿Estás haciendo todo lo que sabes que Dios quiere que hagas? A medida que leas la Palabra de Dios, practica lo que has aprendido. Primero, oye; después, haz. La bendición de Dios surge como resultado de nuestra obediencia (v. 25).
El valor de la Biblia no consiste simplemente en conocerla, sino en obedecerla.

jueves, 14 de julio de 2011

VIOLENCIA FAMILIAR

Eran tres niños, hermanitos los tres, de seis, siete y ocho años de edad. Con ojos aterrorizados y temblando de miedo, no podían dejar de mirar. ¿Qué estaban mirando? Veían cómo su padre le daba una paliza brutal a su madre. La escena la describe un diario de América Latina.

El hombre enfurecido, a la vista de sus tres hijitos, golpeaba brutalmente a su esposa. ¿Cuál era la causa? Nadie sabe. Los niños sólo decían: «Papá estaba muy enojado.» Pero una palabra lo describe todo: violencia.

La violencia doméstica, aunque en la vida diaria no es nada nuevo, en las crónicas de los diarios y en los tribunales sí lo es. Es algo que ha recrudecido en las últimas décadas. Y esta crónica nos obliga a tocar dos puntos: la violencia entre padres, y su efecto en los hijos.

Algunos dicen que la violencia familiar la incita la familia misma, pero eso es ver el asunto de una manera superficial. La violencia nace en el corazón. Está adentro de uno como lo estaba en el corazón de Caín, y sólo necesita una muy pequeña provocación para estallar.

Decimos que es culpa de la mujer, o de los hijos, o del jefe o de otro, pero no lo es. Procede del corazón herido y confundido que vierte su frustración sobre los que están más cerca. Cuando el tronco está malo, todo el árbol lo está. Cuando el corazón vive en amargura, la persona en la que late reacciona con violencia.

¿Y qué de los hijos? No hay nada en todo el mundo que frustre y confunda y atemorice más al niño que ver a sus padres peleándose, especialmente cuando son encuentros violentos. Y si la criatura tiene dos, tres o cuatro años de edad, esos disgustos tienen efectos desastrosos que afectan toda su vida. Un sociólogo investigador dijo: «Cuanto más violenta es la pareja, de las que hemos entrevistado, más violentos son los hijos.» Por cierto, la violencia en los padres viene de la violencia en los progenitores de ellos.

¡Cuánto necesitamos paz y tranquilidad en nuestro corazón! ¡Cuánto necesitamos al Príncipe de paz! Y ese Príncipe de paz existe. Es Jesucristo, el Hijo de Dios. Él dijo: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden» (Juan 14:27).

Entreguémosle nuestro corazón a Cristo. Si el enojo ha sido nuestra debilidad, hagamos una sincera declaración de humilde arrepentimiento. Cristo conoce nuestra intención y Él quiere ayudarnos. Permitámosle entrar en nuestro corazón. Él nos renovará en lo más profundo de nuestro ser.

Hermano Pablo

miércoles, 13 de julio de 2011

ALGO MEJOR

Lectura: Hebreos 11:4-7,32-40.
"Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido" Hebreos 11:39
Abel no parece encajar en la primera mitad de Hebreos 11. Es el primero de los «antiguos» de esa lista, pero su historia no es como la de los otros que se mencionan allí. Enoc fue al cielo sin morir; Noé salvó a la humanidad; Abraham comenzó una nación; Isaac fue un patriarca destacado; José ascendió a lo máximo del poder en Egipto; Moisés lideró el éxodo más grandioso de todos los tiempos.
Sin duda, la fe de estos fue recompensada. Por fe, hicieron lo que Dios les pidió, y Él derramó Su bendición sobre ellos. Vieron con sus propios ojos el cumplimiento de las promesas divinas.
Pero ¿qué pasó con Abel? El segundo hijo de Adán y Eva tuvo fe, pero ¿qué recibió a cambio? Fue asesinado. Su situación se parece más a la de los que se mencionan en los vv. 35-38, quienes descubrieron que confiar en Dios no siempre genera bendiciones inmediatas. Estos enfrentaron «burlas», «cárceles», fueron «aserrados por la mitad». Nosotros quizá diríamos: «Gracias, pero no». Todos preferiríamos ser el heroico Abraham en vez de individuos que pasan «necesidades, afligidos y maltratados» (v. 37 NVI). Sin embargo, en el plan divino, no hay garantía de tranquilidad ni de fama, ni siquiera para los fieles.
Aunque experimentemos ciertas bendiciones en esta vida, tal vez debamos esperar «alguna cosa mejor» (v. 40): el cumplimiento de las promesas de Dios en gloria. En tanto, sigamos viviendo «mediante la fe».
Lo que se hace por Cristo ahora tendrá una recompensa eterna.

NO DESMAYES, NO TE AFANES, NO TE RINDAS

No desmayes, estás a tiempo de considerar la vida y comenzar de nuevo, aceptar sus espinas y disfrutar sus pétalos.

No te afanes, que la vida es eso, un viaje con pesadas cargas, pero con ligeros equipajes.

No te rindas, escucha, no cedas, aunque el frío no soportes, aunque el calor te queme y la brisa hasta corte tu piel.

La vida es un don, es un regalo aún para algunos sin abrir... En tus manos y en las de Cristo están tus veredas, tu seguro puerto y destino.
Recuerda, no hay herida que no cure con el tiempo. Abre las puertas de tu corazón a Dios, quita los cerrojos enmohecidos por los amargos recuerdos y echate a volar... Que la sonrisa de un niño te restaure, que una palabra a tiempo te ilumine y que un santo sentimiento te resguarde. Extiende tu mano a otros que han caído y despliega tus alas sabiendo que no eres el único que en la vida ha sufrido.

Si, Celebra la vida, ahorra las lágrimas solo para los buenos momentos...
Hoy es el día... Hoy es la hora cero... Tu puedes hacerlo hermano.

No desmayes, no te afanes, ni te rindas.

Filipenses 4:6-7
6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

martes, 12 de julio de 2011

VERDADERA LIVERTAD

Lectura: Gálatas 4:21–5:1.
"Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres" Gálatas 5:1
En 1776, las 13 colonias británicas asentadas en América del Norte protestaron por las restricciones que el rey de Inglaterra aplicó sobre ellas, y comenzaron una lucha que dio nacimiento a una nueva república. Al poco tiempo, la novel nación adoptó ese documento actualmente famoso, conocido como la Declaración de la Independencia.
Hace casi 2.000 años, el Señor Jesús exclamó desde la cruz: «Consumado es», y así proclamó la «declaración de la independencia» del creyente. Toda la humanidad estaba sujeta a la tiranía del pecado y de la muerte. Pero Cristo, el Ser impecable, ocupó nuestro lugar en el calvario y murió por nuestros pecados. Tras haber satisfecho las demandas de la justicia de Dios, ahora liberta eternamente a todos los que confían en Él.
Pablo escribió: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13). Romanos 8 afirma que «ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús […]. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte» (vv. 1-2). Gálatas 5:1 insta a todos los redimidos a estar «firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres».
Estamos agradecidos a Dios por la libertad que gozamos en una nación; sin embargo, por sobre todas las cosas, ¡los creyentes, en cualquier lugar, pueden alabar al Señor por la libertad que se encuentra en Cristo!
Nuestra libertad más grandiosa es ser libertados del pecado.

domingo, 10 de julio de 2011

«ESTOY MURIENDO DE SIDA»

Era abril en el Parque Central de Nueva York, el inmenso pulmón refrescante de la gigantesca urbe. Y una vez más las ruedas del tiempo trajeron la verde y florida diosa primaveral al parque. Un hombre joven, de menos de treinta años de edad, estaba sentado en un banco: flaco, amarillo, ojeroso, triste.

Sobre su pecho escuálido descansaba un cartel: un cartel humano, un cartel patético, símbolo de la época. El cartel decía: «Estoy muriendo de SIDA. No tengo domicilio. No sé qué hacer. Ayúdenme.» Y los ojos del hombre joven, sin luz, sin vida, sin esperanza, miraban a la nada.

Hace muchos años otro hombre se sentó en ese mismo banco de ese mismo parque, y puso también un cartel sobre su pecho. Aquel cartel decía: «Hoy es primavera, y yo soy ciego.» Conmovía con esto a la gente, que le echaba monedas en el sombrero.

¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes la ceguera era la gran calamidad, y aunque lo sigue siendo, ahora ha hecho su aparición el SIDA. Y el SIDA ha copado el gran escenario de las tragedias humanas. Hoy día el SIDA es la nube negra más ominosa que se cierne en el horizonte de la raza humana.

La ceguera, ciertamente, es penosa. Pero hay personas ciegas que se sobreponen a su mal, y llevan una vida abundante y feliz. Leen, estudian, se casan, engendran hijos, hacen negocios, practican profesiones. Fuera de que sus ojos carecen de luz, llevan una vida perfectamente normal y feliz.

La ceguera no mata; el SIDA sí. El enfermo de SIDA, además de estar condenado a muerte, sufre el estigma del mismo mal, la vergüenza de haber contraído una enfermedad que, en la gran mayoría de los casos, a duras penas se mantiene a flote en las aguas sucias del pecado.

¿Cómo se libra nuestra sociedad de este implacable mal? La ciencia médica lo dice: no teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio. Por algo exige Dios obediencia a sus divinos mandamientos morales. No hacerle caso al: «No cometerás adulterio» destruye no sólo el hogar, sino también al individuo.

La homosexualidad, el adulterio, la lujuria, la promiscuidad en todas sus formas, nunca han traído ningún bien al mundo. En cambio, la monogamia, es decir, el sexo sólo dentro del matrimonio, produce la normalidad social que todo ser humano desea. Sólo Cristo puede darnos la fuerza moral necesaria para llevar una vida así. Rindámonos a la voluntad de Dios. Sólo eso nos traerá la verdadera felicidad.

Hermano Pablo

viernes, 8 de julio de 2011

100% OFF ( QUERER PARA PODER RECIBIR )

¿Alguna vez te han sorprendido con un regalo que no esperabas? ¿Alguna vez te han ofrecido solución a un problema que te agobiaba, de manera gratuita y sin intereses de por medio?

Cuando se trata de recibir sin tener que dar nada a cambio, nos apuramos a estirar la mano para tomar lo que nos ofrecen, sea un mes gratis de TV satelital, una entrada a algún espectáculo o una muestra de perfume. Nos empujamos entre la posible competencia, no sea que cuando llegue nuestro turno debamos irnos con las manos vacías. En situaciones como estas, parece irracional negarnos, decir “no, gracias” o simplemente ser indiferentes con nuestro benefactor.

En el actual mundo en el que vivimos, estamos acostumbrados a que si nos regalan algo, si no nos cuesta nada, simplemente lo tomamos, ya veremos si lo nec esitamos más adelante, en todo caso siendo que es gratis, lo tomamos sin pensar demasiado, aunque la pieza no parezca muy útil al principio, no desaprovechamos la oportunidad, no se sabe si en el futuro podrá sernos útil, pensamos.

Paradójicamente, con la gracia de Dios sucede lo contrario. Cuanto menos interés hay de parte del dador por sacar su propio rédito, más desconfiamos, cuanto más prima nuestro bienestar, comenzamos a sentirnos invadidos y preferimos rechazar la oferta antes de ver cercenada nuestra libertad. Más vale seguir cargando con lo que nos agobia a recibir algo que pueda llegar a comprometernos de alguna manera.

El regalo por excelencia, inmerecido, totalmente gratuito y pagado con la sangre de Cristo para ser concedido a quien cree que lo necesita, se vuelve muchas veces algo que no nos animamos a recibir. Miramos con desconfianza, nos preguntamos qué habrá de oculto y preferimos seguir nuestra marcha arrastrando como podamos nuestra carga, pero siempre dueños de nuestra propia vida y su aparente libertad.

Si es gratis y Dios no se cansa de ofrecerla, seguramente podremos solicitarla en otra oportunidad, pensamos, y seguimos adelante.

La maravillosa y multiforme gracia de Dios es algo que, racionalmente como hombres, nunca llegaremos a comprender de manera plena y profunda. Nos halaga y nos incomoda al mismo tiempo, la deseamos pero nos resistimos a tomarla, la envidiamos en otros porque no logramos comprenderla en todas sus aristas y hasta podemos llegar a considerar a Dios injusto por repartirla bajo las mismas condiciones a todo el mundo. A veces intentamos ganarla, hacer algo para merecerla, nos cuesta aceptar que no dependa de nosotros ni de nuestros méritos.

Si bien es gratis y no podemos hacer nada para comprarla, para recibir el hermoso regalo de la gracia de Dios hay algo que no podemos eludir: debemos ser conscientes de que la necesitamos y debemos desear obtene rla. Está allí disponible, Dios la ha provisto sin limitaciones, pero como todas las cosas, no puede ser dada a quien no está dispuesto a recibirla.

Estirar nuestros brazos espirituales para aceptarla, implica reconocer que tenemos un problema y que Dios ha provisto solución a ese problema. Implica estar dispuestos a mirar el problema de nuestro interior, lo negro de nuestra miseria y reconocer que necesitamos la solución que nos ofrece la misericordia divina.

La gracia está siendo derramada a diario, Dios la derrama hoy y lo seguirá haciendo aún por un tiempo, ignorar al dador de la gracia, porque de todos modos podremos reclamarla mañana no debería llevarnos a posponer nuestra decisión. Más bien deberíamos preguntarnos: ¿Qué cambiará mañana que estaré dispuesto a recibirla? ¿Por qué no hacerlo hoy? ¿Qué me detiene?

La gracia de Dios no solo provee solución a una vida sin sentido, sino que da acceso al Padre, vida eterna, perdón y una nueva razón para vivir. Cambia nuestras prioridades, abre nuestros ojos, nos llena de paz y esperanza, y nos permite gozar de la vida abundante que Dios ha prometido para quienes en Él creen.

Si aún no has experimentado la gracia de Dios en tu vida, ¡disponte a aceptarla! No debes pelear por ella, no debes ser mejor persona para poder recibirla, está allí al alcance de tu mano, sólo debes creer que Cristo la compró para ti en la cruz del calvario.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
EricaE

¿COMPARTES EL MENSAJE DE DIOS?

Un hermano mientras oraba en la Iglesia de pronto se levantó gritando “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”, corrió hacia una cantina que estaba en la esquina, entró y gritó “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”

El dueño, enojado, llamó a los guardias y se lo llevaron preso, al otro día lo soltaron y cuando llegó a la Iglesia, los hemanos, que habían amanecido orando por él, preocupados se alegraron y saltaron de alegría al verlo, él les contó que no importaba que hubiera estado preso, el mensaje había sido entregado.

En la reunión de la noche en la iglesia, llega el dueño de la cantina corriendo desesperado, por que esas palabras le resonaban en su mente toda la noche y todo el día, se convierte a Cristo, cambia el rubro de la Cantina por dulcería y ésta, después de 97 años, permanece en la misma esquina como dulcería, siendo un mudo testimonio de que; “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”

¿Del dueño de la cantina?, solo puedo decirles que de su descendencia han salido 4 pastores y dos pastoras.

Ahora la pregunta es: ¿compartes del mensaje de Dios?, hay muchas formas de poder compartir el mensaje de la Palabra, con tratados, con audio, mediante evangelismo personal, pero sobre todo con tu testimonio.

Enviado por Bebita

Nunca calles cuando Dios te impulsa a hablar, podría ser el inicio de una vida nueva para alguien.

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.
Y estas señales acompañarán a los que han creído: en mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien. Marcos 16:15-18.

EL DRAMA DE MARÍA

María era una bella niña de dieciséis años de edad que vivía en una de las grandes ciudades de América Latina. Una tarde ella regresó de la escuela a su casa con una honda pena. Sus padres habían salido, pero eso le era un alivio, porque la preocupación que María traía era un embarazo. A esa temprana edad María estaba embarazada y no sabía qué hacer.

Angustiada hasta más no poder, tomó una resolución drástica. Con un alambre retorcido, ella misma se hizo un aborto. Pero sufrió una fuerte hemorragia y tuvo que internarse en el hospital.

¿Qué es esto? Es el drama de cientos de miles de muchachas que como María, en plena edad juvenil —en la edad de los estudios, de los amigos y de los primeros bailes— tienen un tropiezo. Y como la naturaleza no perdona, ese tropiezo se convierte en un embarazo no deseado. Ahí comienza el drama.

¿Cómo detener esa marea creciente de embarazos juveniles? ¿Cómo curar las profundas heridas que produce? ¿Cómo ser un orientador para las jóvenes que enfrentan, todos los días, la insistencia de muchachos que no saben lo que hacen, o las inclinaciones naturales que esas jóvenes no comprenden?

Se ofrecen muchas soluciones, pero ninguna de ellas es, de veras, una solución eficaz. Todas tratan el síntoma y no la causa.

La raíz de esta tragedia es una combinación del despertar de apetitos naturales, y una sociedad dada a la inmoralidad desenfrenada que los padres les pasan a los hijos. Esto explica la degradación de nuestra sociedad.

Si hacemos caso omiso de Dios, no podemos menos que sufrir las consecuencias, y éstas producen desprecio por todo lo moral y lo puro. Por un lado somos víctimas de inclinaciones pecaminosas heredadas de la caída de nuestros primeros padres, y por el otro tenemos la flojera moral de nuestra sociedad, que ofrece un ambiente propicio para vivir en el pecado. Con razón nos estamos hundiendo.

¿Cuál es la solución? Dios. Dios en el corazón. Dios en la vida. Dios en la familia. Dios en la sociedad. El día en que toda la raza humana obedezca los mandamientos morales de Dios, habrá paz en este mundo.

¿Cómo llegamos a conocer a Dios? Por medio de su Hijo Jesucristo. Sólo tenemos que abrirle nuestro corazón y darle entrada. «Mira que estoy a la puerta y llamo —dice el Señor—. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Esa es la única solución.

Hermano Pablo

EL MILAGRO ESTA EN TU BOCA

En tu boca hay un milagro...
iCuantas veces habrás dicho: "Yo creo en Dios"! Pero aun debes hacer algo mas que creer en tu corazón. La Escritura afirma: iCONFIESALO CON TU BOCA!
En algún momento de tu vida necesitaras un milagro de Dios! Puede ser para ti, o para un miembro de tu familia. Sin duda ya tu habrás encontrado muchas veces en estas circunstancias!
Muchos de los que lean estas líneas estarán en gran necesidad ahora. Necesitan hoy un milagro en sus vidas.¿Es alguna dolencia o tal vez una temida enfermedad que amenaza sus vidas? ¿Es acaso una montaña de problemas familiares o financieros? ¿Es quizás un hijo descarriado? ¿O alguna fuerza invisible que les Ilena de temor?¿Ansían y buscan un milagro?
Puedes recibir un milagro de Dios porque El es el hacedor de milagros. En la Biblia se mencionan muchos de ellos. Léela y veras a tu Dios. El dijo en Malaquias: "Porque yo, el Señor, no cambio". "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos". (Hebreos 13:8).
Me enseñaron que "el día de los milagros" ya había pasado. Un día, sin embargo, descubrí que nunca hubo "un día de milagros" sino que hay un DIOS DE MILAGROS y !El nunca cambia!
¿Donde esta ese milagro que necesitas tan desesperadamente?¿Como puedes alcanzarlo?
Muchos corren de acá para allá en busca del milagro que tanto necesitan. Van de una persona a otra, con esperanza, buscando, anhelando y esperando. Algunos obtienen ayuda, claro esta, pues Dios usa vasijas escogidas, pero los que no, quedan decepcionados. ¿Donde podemos hallar un milagro?
Veamos la Palabra de Dios.
"Mas, ¿que dice? Cerca de ti está la palabra, en tu BOCA y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si CONFESARES CON TU BOCA que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levanto de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la BOCA se confiesa para salvación". (Romanos 10:8-10).
ii EL MILAGRO ESTA EN TU BOCA!!
Las promesas de Dios son buenas. Ninguna palabra de Dios esta desprovista de poder, "así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié". "Dios cuida de Su palabra para cumplirla". Estas promesas están en tu BOCA. atrévete a decirlas! atrévete a confesarlas!
iCuantas veces habrás dicho: "Yo creo en Dios"! Pero aun debes hacer algo mas que creer en tu corazón. La Escritura afirma:
iCONFIESALO CON TU BOCA!
iLa confesión de fe se hace PARA salvación! El milagro esta allí en tu lengua, en tu boca. ¿Que a que me refiero con esto? A que la promesa de Dios está allí. Dios, que no miente, te ha dado muchas promesas.
El milagro esta en TU BOCA. Atrévete a pronunciar en voz alta estas promesas. !Dilas a ti mismo! !Dilas al demonio! !Dilas a la enfermedad! !Dilas a la montaña de problemas que tienes! !Confiésalas aun viendo que toda la evidencia esta en tu contra! !!Dilas cuando todavía el dolor este presente!! !!Dilas cuando tu encuentres tan enfermo que casi no puedas pensar coherentemen
Dios desde lo alto te sonríe. Se deleita en que tu "le traigas a la memoria" Su Palabra. El Señor ciertamente hará que Sus promesas se conviertan en realidad. !!Cuando DECIMOS Y CONFESAMOS Su Palabra, El hace que el milagro se realice en nuestras vidas!!
!! LA CONFESIÓN SE HACE PARA SALVACIÓN!!

jueves, 7 de julio de 2011

VELOCIDAD DE CARACOL

Lectura: Romanos 5:1-5.
"El sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza" Romanos 5:3-4 (NVI)
Uno de las primeras cosas que recuerdo de mi niñez era observar los caracoles en las flores del jardín del patio trasero de nuestra casa. Me fascinaba ver esta pequeña criatura con un caparazón, una pequeña panza alargada y ojitos que se convertían en una especie de periscopios. Pero lo que realmente parecía extraño era la lentitud con que se movía.
¿A qué velocidad se traslada un caracol? Un estudio determinó que recorre aproximadamente 12,20 m en una hora. ¡Con razón usamos la frase más «lento» que un caracol…!
Aunque los caracoles se mueven con paso lento, tienen una virtud que los caracteriza: la paciencia. Charles Spurgeon, el gran predicador del siglo xix, señaló con ironía: «Por su perseverancia, el caracol llegó al arca».
Según el apóstol Pablo, la perseverancia es un elemento clave en el desarrollo del carácter. Lo explicó así: «El sufrimiento produce perseverancia» (Romanos 5:3, NVI). Luego, sobre ese fundamento, se construyen el carácter y la esperanza (v. 4). La palabra griega original que se traduce «perseverancia» significa «resolución, constancia y resistencia». Se empleó para referirse a los creyentes que son constantes en su andar en la fe, a pesar de las pruebas numerosas y angustiantes.
¿Las dificultades te han hecho volver tan lento como un caracol? Cobra ánimo. Dios no exige que lleguemos rápido, Él espera que progresemos con perseverancia.
Todo gran logro requiere una gran perseverancia.

lunes, 4 de julio de 2011