viernes, 13 de noviembre de 2009

JUAN 3.16

EL PERRO JEFE

Entre los perros que arrastran los trineos de los esquimales existe una muy notable serie de reglas sociales. En realidad, estas reglas son muy parecidas a las de los lobos, con quienes esos perros están íntimamente emparentados. Cada jauría es solidaria con su jefe y con los demás miembros de ella.
Su territorio lo determina el domicilio del esquimal que los alimenta. Puede ser que no sea más grande que el patio del esquimal, pero la jauría lo defiende vigorosamente de todo intruso y de todo miembro de otras jaurías.
Algo interesante ocurre cuando el perro jefe y uno de sus subalternos son sorprendidos en el territorio de otra jauría. Esto, naturalmente, puede ocurrir por accidente. Pero si un perro jefe y uno de sus subalternos mientras cruzan el territorio de otra jauría, los miembros de esta los persiguen fieramente para expulsarlos. En ese caso, los dos intrusos corren a toda velocidad en dirección de su territorio, mientras los dueños de casa van en su persecución. Tan pronto como los perros que huyen cruzan el límite que separan los territorios, suceden dos cosas:

Primero, la jauría perseguidora se detiene y ladra furiosamente como si dijera: “ Que esto les sirva de lección. Que no los volvamos a ver por aquí, porque si los vemos les va a ir muy mal”.

Segundo, el perro jefe de los dos que escapaban, se vuelve hacia su compañero y lo castiga severamente como si él tuviera toda la culpa. Los pelos y la piel del pobre perro subalterno saltan por todos lados mientras el jefe descarga su fastidio sobre su compañero de menor jerarquía.
Es tan fácil que nosotros también actuemos como estos perros cuando se nos sorprende haciendo algo que no debiéramos hacer. En lugar de aceptar los hechos y limitarnos a pedir disculpas para olvidar el asunto enseguida, le echamos la culpa a la hermanita, el perro o al amigo.
La próxima vez que nos sintamos molestos por algo que estamos haciendo, recordemos los perros esquimales y tratemos de no imitarlos.
“ Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: “ Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”. Marcos 9:35

Fuente: Maravillas De La Creación
Santiago A. Tucker.

¿EN QUIEN CONFIARAS?

Lectura: Filipenses 3:1-11. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” Efesios 2:8 Ayn Rand, una filósofa norteamericana que murió en 1982, reunió a un número considerable de seguidores que leían sus libros y asistían a sus conferencias. Esto era lo que tenía que decir como ávida individualista que era: «Ahora veo el rostro libre de dios y elevo a este dios por encima de toda la tierra, este dios que los hombres han buscado desde el inicio de su misma existencia, el dios que les concederá gozo y paz y orgullo. Este dios, esta sola palabra, yo». Cuando se le preguntaba si creía en Dios, ella respondía: «Este dios soy yo misma, yo». El egotismo -fe en uno mismo- eso era en lo que esta filósofa creía. El apóstol Pablo dio testimonio de una confianza que es exactamente opuesta a la que se ha depositado en quien no la merece -uno mismo. Él declaró: «Servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne» (Filipenses 3:3). Él puso su confianza únicamente en Jesucristo, quien es Dios encarnado, el verdadero Dios de amor y misericordia. Leemos en el libro de Efesios: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (2:8). ¿Estamos adoptando la filosofía del egotismo, que en realidad es una confianza que demostrará ser autodestructiva para la eternidad? ¿O, al igual que Pablo, hemos adoptado la gracia abnegada de Jesucristo? Somos salvos no por lo que hacemos, sino por confiar en lo que Cristo ha hecho.