lunes, 24 de agosto de 2009
SÓLO UN SOPLO DE VIENTO
Era un acto artístico impresionante. Siempre electrizaba al público porque recordaba la célebre hazaña de Guillermo Tell, el histórico arquero suizo. Lo realizaba Kurt Borer, suizo también, con su hijo Roger, de ocho años de edad.
En una feria de Basilea, Suiza, Kurt colocó a su hijo contra el tronco de un árbol. Luego puso la manzana sobre su cabeza y disparó la flecha tal como lo había hecho cientos de veces. Pero un repentino soplo de viento cambió el curso de la flecha, y ésta se clavó en la frente de su hijo.
No fue más que un soplo de viento. Un soplo repentino que fatalmente se levantó justo en el momento en que la flecha iba en vuelo. Y fue suficiente para provocar la tragedia. La policía suiza, que no tomó ninguna medida contra el padre, calificó el suceso «un trágico accidente».
Así suele ocurrir en la vida. Una causa muy pequeña puede provocar grandes efectos, tanto para bien como para mal. Algunos le llaman a esto «destino», y otros «suerte»; algunos lo atribuyen a su horóscopo, y otros aun a la «Divina Providencia».
Todas estas asignaciones son más o menos aceptables. El ser humano vive en un mundo de fuerzas ciegas, y los sucesos de la vida se entrelazan de tal manera que algo que ocurre en Francia puede repercutir en Chile. La decisión de un fanático tomada en la soledad de la noche puede provocar una guerra civil, y el curso de una flecha, en un espectáculo, puede ser alterado por un viento imprevisto.
¿Cómo hacer para vivir en calma en un mundo tan incierto y en medio de una humanidad donde tantas fuerzas violentas corren desbocadas? Aquí es donde aparece la fe en Cristo, Salvador, Pastor y Guardador.
El salmista de antaño, David, aprendió de esta fe en Dios, y vertió sus sentimientos en el Salmo 91. He aquí algunos de sus versos:
El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Sólo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas...
No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día...
La fe en Cristo suaviza el dolor del infortunio: fe en su persona, fe en sus promesas, fe en el destino que nos ha trazado. Los que nos sometemos al señorío de Cristo sabemos que todo en nuestra vida ocurre según su divina voluntad. Y aunque no siempre comprendamos el porqué de los sucesos, sabemos que Él nunca se equivoca. Entreguémonos a Cristo. En Él siempre estaremos seguros.
Hermano Pablo
HOY..DEBO SER UN SIERVO DE HECHO Y NO DE PALABRA
Debo hoy ser cuidadoso de no llamarme a mi mismo un siervo, sino más bien ser un siervo. Jacob se llamó así mismo siervo por temor a Esau, pero no fue sino hasta que tuvo su experiencia de luchar con Dios que vino realmente a ser siervo, un siervo verdadero. Si necesito una experiencia como la tuvo Jacob para llegar a ser realmente un siervo, necesito estar dispuesto.
Hoy debo ser muy cuidadoso en no ponerme títulos pero en lugar de eso dar los contenidos de los títulos. Hoy hay muchos que quieren tener el oficio de siervo sin la función de siervo. Peor aun hay muchos que se llaman así mismos siervos pero se comportan y andan en la vida como Señores.
No quiero hoy ser uno que trata de impresionar con títulos, cargos y oficios, sino entender que hoy el mundo no necesita títulos sino acciones. El mundo está lleno de señores pero hacen falta siervos y hoy quiero ser un siervo. Hay solo un camino para llegar a ser un siervo y ese camino es el de la renuncia.
Un esclavo no tiene derechos y hoy vivimos en un mundo de solo derechos, cada uno reclama sus derechos pero pocos cumplen con sus deberes.
El único camino para ser un siervo es la renuncia. Un esclavo no tiene derechos..no tiene propiedades y está completamente controlado por su maestro. En el momento que yo pretendo ser alguien o reclamar algo yo dejo de ser un siervo y me convierto en un señor.
No puedo llegar a ser un siervo aceptable hasta que yo haya experimentado la autonegación de Filipenses 2:5-8 y no puedo experimentar eso hasta que no siga al único quien se negó a si mismo para darse por nosotros. Jesús. Si mantengo mi mirada en el Maestro divino encontraré en él el mejor ejemplo de humildad y servicio y eso es precisamente lo que quiero hacer hoy.
Que vano ha sido mi caminar, por eso en este día llego ante tu presencia para decirte que me canse de actuar como señor y vengo ante tu altar para aprender de ti y ser un genuino y real siervo. Siervo tuyo y después de otros.Amèn.
PROVIDENCA
Como parte del entretenimiento para los invitados, el arma principal del Princeton, de nombre el Pacificador, fue disparada. En la segunda descarga, el arma explotó matando al Secretario de la Fuerza Naval y a varios tripulantes.
Un momento antes del disparo, el Senador Thomas Benton de Missouri, se encontraba de pie junto al arma. Un amigo colocó su mano en su hombro y cuando Benton se volvió para hablar con él, aunque un poco disgustado, Gilmore, el Secretario de la Fuerza Naval, se adelantó y ocupó su lugar. En ese preciso momento se disparó el arma, matando a este último.
Este singular momento de providencia, causó una gran impresión en el Senador Benton. Él era un hombre lleno de ira, siempre envuelto en querellas y hacía poco había estado involucrado en una violenta disputa con Daniel Webster. Después de su milagroso escape de la muerte en el Princeton, Benton procuró la reconcilació con Webster.
Le dijo: “Me pareció, señor Webster, que aquella mano sobre mi hombro era la del Todopoderoso que se extendía hacia mí para librarme de una muerte instántanea. Tal incidente ha cambiado por completo mi modo de pensar y el curso de mi vida. Siento que soy un hombre diferente; y en primer lugar, quiero estar en paz con todos aquellos con quienes he tenido fuertes desacuerdos”.
Muy pocos de nosotros estamos conscientes de las veces que hemos sido librados de la muerte, pero lo cierto es que cada día de vida es un regalo de Dios. Disfruta cada uno al máximo y aprovecha el tiempo con sabiduría.
No importa lo que dure tu vida en esta tierra, procura nunca malgastar un solo día enojado y sin querer perdonar. Vive cada instante en paz con Dios y con el prójimo.
EL DIOS QUE LAVA LOS PIES
“Luego [Jesús] puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos” Juan 13:5
El brillante y joven profesor de Filosofía de la Universidad de Oxford, H. A. Hodges, a menudo se sentía atribulado con preguntas acerca de la existencia de Dios. Un día, mientras paseaba por la calle, pasó delante de una tienda de arte. Un sencillo cuadro en la vitrina captó su atención. Mostraba a Jesús arrodillado para lavar los pies de los discípulos.
Hodges conocía la historia registrada en Juan 13: Dios encarnado lavando pies humanos. Pero de repente el puro significado de esa escena se apoderó del corazón de este joven filósofo. Dios -¡Dios!- ¡humillándose a Sí mismo para hacer ésa, la más despreciable de las tareas! Pensó: «Si Dios es así, ¡entonces ese Dios será mi Dios!» Ver esa pintura fue una de las circunstancias que hicieron que Hodges entregara su vida al verdadero Dios, el Dios que lava los pies.
Algunas veces, los cristianos damos por sentada la existencia de Dios. Creemos que la Biblia nos habla acerca del Espíritu eterno cuya existencia nunca tuvo un principio ni jamás tendrá fin. Pero puede que algunas veces nos preguntemos acerca de Su carácter. Si Él permite los desastres, ¿como podría también ser gentil y amoroso?
Al leer Juan 13 concienzudamente, vemos que Dios es el Dios que lava los pies. Su amor insondable y sacrificado por nosotros debe hacer que nosotros también nos entreguemos a Él.
No hay vida más segura que una vida entregada a Dios.