miércoles, 28 de enero de 2009

MÍRAME

Mírame por un momento
Y escucha bien mis palabras,
Juntos miremos al cielo
Y cantemos alabanzas.

Mírame por un momento
No apartes de mí tu vista,
No dejes por mí de orar
Ni me borres de tu lista.

Mírame, pues tu mirada,
Aunque fuera de un segundo,
Vale más que la de aquellos
Que están afuera, en el mundo.

Nunca dejes de mirarme,
Nunca permitas, mi amigo
Que dejásemos de vernos
Y disfrute el enemigo.

Quiera Dios que nunca deje
De mirarte a ti, mi hermano
Después de Cristo tú eres,
Para mí lo más preciado.

Quiera Dios que nunca aparte
Mis ojos de ti, mi amigo
Para que juntos estemos,
Siempre, de Dios al abrigo.

En esta noche de fiesta
Sumamente agradecido,
Quiero mirarte a los ojos
A ti, mi hermano, mi amigo.

Antonio Torres Villén

ESCONDIDO EN UNA PIEDRA RUDA

Tenía toda la apariencia de una piedra común. Estaba redondeada, y era de color gris. Parecía una papa, y por cierto, papa la llamaban. La piedra estaba de venta en una exposición de minerales poco comunes en Plano, Texas.

Un hombre la compró por diez dólares, se la llevó a su casa y la cortó con una sierra. Dentro de la piedra, tosca y vulgar, había un zafiro de 1.154 quilates. Cortado y pulido por John Robinson, pulidor profesional de piedras preciosas, el zafiro adquirió un valor que nadie pudo haber imaginado: ¡tres millones de dólares! «¡Es un zafiro absolutamente fantástico —exclamó Robinson—, el mejor que he visto en mi vida!»

Una vez más se dio el caso que, dentro de una piedra que al parecer no tenía ningún valor, que los muchachos usarían para arrojársela a un perro o lanzarla por los techos, se escondía otra piedra, una piedra preciosísima que tenía un valor fabuloso.

Hace algunos años en Australia un escultor pobre y fracasado compró, con los últimos veinte dólares que le quedaban, una roca de tres toneladas. Sus amigos se burlaron de él. Pero el escultor vio en la piedra, tosca y ruda, algo que los demás no vieron. Trabajó con la piedra, con su cincel quitó pedazos aquí y allá, y le dio forma a la roca.

Cuando había terminado su obra, era una escultura perfecta del muy conocido y recordado John Wayne, el famoso actor de cine. Llevada la escultura a Hollywood, le dieron un millón cuatrocientos mil dólares por ella.

Grandes valores pueden encerrarse dentro de receptáculos vulgares y comunes. El mundo ha conocido a grandes hombres cuyo aspecto físico no revelaba lo que eran por dentro. El parecer físico del gran apóstol Pablo era poco envidiable, pero escondido detrás de una apariencia física no muy atractiva se encontraba el más grande y noble misionero del mundo cristiano.

Dentro del borracho tirado en la calle, o detrás del rostro repelente de un criminal, o escondido en el alma del déspota político más severo, puede esconderse un tesoro de valor incalculable. Y en las manos de Cristo, el divino Maestro, ese tesoro sale a la luz, y el mundo no deja de maravillarse del cambio obrado en la vida de ese hombre.

No nos desesperemos de nuestra miseria, o de nuestra escasa preparación académica o de nuestra vida derrotada. Cristo puede sacar de nosotros la imagen de nuestro Creador. No nos desesperemos.

HOY..QUIERO RECIBIR EL REGALO DE LA SALVACION

“Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” Romanos 5:8.
Recientemente oí una historia interesante sobre 300 pescadores quienes repentinamente se encontraron sobre un témpano de hielo flotante. Ellos no podían salir de ese témpano porque era como una isla flotante Cuando los helicópteros llegaron para rescatarlos, solo 100 abordaron el helicóptero de la seguridad. Los otros 200 rehusaron ser rescatados, porque la pesca era óptima.
He pensado que esta historia es un microcosmos de la realidad de este mundo. Por cada 100 personas que aceptan el perdón de Dios y el regalo gratis de salvación mediante la fe en Su hijo, Jesucristo, hay 200 personas quien realmente saben qué eso es lo mejor para ellos, pero rehusan ser rescatado por Dios, obstinadamente eligiendo en el camino de una pesca asombrosa de su personalidad o de ofertas baratas de este mundo.
No hay ninguna equivocación en él por qué Jesús se refirió a nosotros llamándonos ovejas, ya que las ovejas son animales apocados, con poco ingenio, fácilmente conducidos y desviados y completamente perdidos sin la presencia constante de nuestro dueño. Sin embargo la Biblia me presenta al único Dios quién mostró su amor para conmigo, amor incondicional a pesar de mis muchos pecados y deficiencias.
El omnipotente Dios me rescató enviado a su hijo, cuando ya yo estaba muerto en mis delitos y pecados para darme salvación. No quiero rehusar ese regalo hoy, no quiero ser como aquellos 200 pescadores que rehusaron ser rescatados porque donde estaban había la posibilidad de una gran pesca. Pero de que sirve una gran pesca si no puedo salir de donde estoy luego de la gran pesca?
Hoy quiero valorar más lo que Dios ha hecho por mi, enviando a su hijo que lo que el mundo me pueda ofrecer si después ni siquiera podré salir de donde estoy. Hoy es el día de salvación, hoy es el día aceptable y quiero volverme a Dios y aceptar el hermoso y gran regalo de redención que extiende para mi.
Señor, Gracias por darme la Salvación como un regalo de amor de tu mano. Amén.

TRAS LA HUELLA DE SU MADRE

Era un día muy ajetreado en nuestro hogar. Pero claro, con 10 hijos y otro en camino, todos los días eran un poco agitados. Ese día en particular, sin embargo, tenía dificultades incluso para realizar los quehaceres domésticos de rutina, y todo a causa de un pequeñito.
Len, que tenía tres años entonces, estaba encima de mis talones, dondequiera que me dirigiera. Cada vez que me detenía para hacer algo y me volteaba, tropezaba con él. Varias veces le había sugerido pacientemente actividades divertidas, para mantenerlo ocupado.
-¿No te gustaría jugar en el columpio? -le pregunté una vez más.
Pero él simplemente me brindó una inocente sonrisa y me dijo:
-Está bien, mamá, prefiero estar aquí contigo.
Luego continuó retozando alegremente a mi alrededor.
Después de pisarlo por quinta vez, comencé a perder la paciencia e insistí en que saliera a jugar con los otros niños. Cuando le pregunté por qué estaba actuando así, me miró con sus dulces ojos verdes y me dijo:
-Mira, mami, en la escuela mi maestra me dijo que caminara tras las huellas de Jesús. Pero como no puedo verlo, estoy caminando tras las tuyas.
Tomé a Len entre mis brazos y lo abracé. Lágrimas de amor y de humildad se derramaron sobre la oración que brotó en mi corazón: una plegaria de agradecimiento por la simple, pero hermosa perspectiva de un niño de tres años.
Davida Dalton
¿Qué tipo de huellas estás dejando en tu vida? ¿Quieren tus hijos, amigos o compañeros de trabajo seguirlas? Mucho hemos oído de seguir las huellas de Jesús, pero ¿pueden los demás seguir las tuyas también?.
Juan 8:12Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

PIPO DE PUNXSUTAWNEY

Lectura: 2 Pedro 1:16-21
Tenemos también la palabra profética más segura, la cual hacéis bien en estar atentos. —2 Pedro 1:19
Pipo, del pueblo de Punxsutawney, es una marmota de América que sale de su madriguera en Gobbler’s Knob, Pennsylvania, cada 2 de febrero para pronosticar el tiempo. Según la leyenda, si Pipo ve su sombra, habrá otras seis semanas de frío. Pero si no la ve, entonces la primavera vendrá temprano.
Por supuesto, todo esto son tan sólo patrañas y buen humor. Que yo sepa, nadie toma las predicciones de Pipo en serio. Más aún, él no es digno de confiar —he oído que son más las veces que se equivoca que las que acierta.
Sin embargo, hay Alguien que siempre tiene la razón y a quien debemos tomar en serio. Pedro escribe acerca de Él: «Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones» (2 Pedro 1:19).
Pedro estaba pensando en ese día en el Monte de la Transfiguración cuando, junto con Santiago y Juan, vio a Jesús de pie junto a los dos grandes profetas del Antiguo Testamento, Moisés y Elías. Con tal augusta compañía de verdaderos profetas, el Padre señaló al Hijo y dijo: «Éste es mi Hijo amado; a él oíd» (Lucas 9:35). ¡La palabra de Jesús es una «palabra profética» que es segura!
Hay Alguien que jamás se equivoca y que jamás nos extraviará: nuestro Señor Jesús. ¡Debemos oírle! En un mundo lleno de especulación, sólo la Palabra de Dios es segura.