jueves, 4 de febrero de 2010

CHATEANDO CON DIOS

SE SACRIFICO A SI MISMO

Claudio Barlow fue un doctor americano que estaba trabajando en China cuando azotó una nueva plaga que afectó a muchas personas y él no pudo encontrar algo que la contrarrestara. ,Pidió que dejasen entrar a los Estados Unidos uno de sus pacientes para que estudiasen y observasen la enfermedad, pero esto le fue negado por lo contagioso de aquella enfermedad.

El Dr. Barlow acumuló muchos datos sobre esta enfermedad observando y curando a sus pacientes, y entonces se fue a los Estados Unidos llevando consigo dos frascos de gérmenes de ella. Cuando el barco iba llegando el doctor bebió el contenido de los frascos, luego fue a la Universidad Johns Hopkins y se entregó en manos de sus antiguos profesores, les dio sus notas que había hecho en China y les dijo: "Quiero que experimenten conmigo, hagan lo que puedan, sálvenme la vida si es posible; pero de alguna manera encuentren remedio para la gente de China. Afortunadamente pudieron curarlo y salvar su vida y la de miles.

Aunque en Jesús no había pecado, El se identificó con pecadores como nosotros y buscó un remedio para nuestro pecado, y este remedio fue el sacrificio de sí mismo.

EL ARADO ABLANDA

Don Roberto, hombre muy rico, tenía de todo en abundancia. Podía comprar lo que se le antojara. Una tarde tomó en sus brazos a Margarita, su pequeña hija de diez años de edad, y después de juguetear con ella por un momento le preguntó:

—¿Has pensado en lo afortunada que eres por ser hija del hombre más rico de esta ciudad?

—Sí, papá, todos te envidian. ¡Cómo quisieran tener ellos tu felicidad!

Todo le iba bien a don Roberto. Pero la vida tiene sus giros imprevistos, y a los pocos meses Margarita murió en un horrible accidente. Esto era más de lo que Roberto podía sobrellevar, así que se dio a la bebida, al juego y a la vida licenciosa. Con el tiempo perdió todos sus bienes.

Quebrantado de espíritu, dejó la ciudad donde había sido tan popular, y se fue peregrinando en busca de paz y consuelo.

Al pasar por una población, vio que un hombre revolvía el trigo con una gran pala.

—¿Por qué no dejas en paz esos granos? —le preguntó.

—Para que no se pudran —fue la respuesta.

Pasando luego por un campo, vio a otro que araba la tierra con una reja muy aguda.

—¿Por qué cortas tan profundo la tierra? —inquirió.

—Para que sea más blanda, y así se empape bien de lluvia y sol —respondió el campesino.

Mientras pasaba por un viñedo, observó que un obrero cortaba, con tijeras, los sarmientos de las matas.

—Amigo —preguntó Roberto—, ¿por qué atormentas esos sarmientos?

—Para que den una cosecha buena y abundante —contestó el obrero.

Don Roberto se quedó muy pensativo. Caminó hacia la soledad de un bosque cercano, cayó de rodillas, alzó reverentemente los ojos al cielo y exclamó: «¡Señor mío!, yo soy el trigo que has revuelto para que no me pudra. Soy la tierra que has cortado para que me vuelva blando. Y soy el sarmiento que has podado para que dé buen fruto. Ayúdame a someterme a tu mano fuerte para llegar a ser el siervo útil que Tú quieres que sea.»

Don Roberto comprendió que los golpes de la vida producen madurez, fuerza y gracia, y una verdadera paz inundó todo su ser. A pesar de haberlo perdido todo, llegó a comprender que podía ser un hombre verdaderamente feliz.

Feliz es la persona que en medio de la disciplina aprende su lección. La Biblia declara que todas las cosas les ayudan a bien a los que a Dios aman. Pidamos de Dios esa clase de fe, y veremos que cuanto más oscura es la noche, más glorioso es el amanecer. Cristo quiere ser nuestro compañero de viaje en nuestro peregrinaje por este mundo.

Hermano Pablo

RECIBE A JESUS, RECIBE LA VIDA

COMO OLVIDAR

¿QUE ESTAMOS ENSEÑANDO?

En cierta ocasión un hombre le obsequió a su pequeño hijo una pelota y una bate de béisbol, pero nunca jugó con su hijo ni le enseño a batear.
ALe obsequió a su hijo un arma de juguete, pero nunca le enseño como jugar a los policías con ella, en vez de jugar a los ladrones.
El hombre le obsequió a su hijo una navaja de bolsillo, pero nunca le enseño cómo usarla correctamente.
Le obsequió perdigones, pero nunca lo llevó al campo de tiro para enseñarle cómo usarla cuidadosamente.
El hombre quedó atónito el día que dos policías tocaron a su puerta contando historias sobre su hijo y otros en el vecindario y cómo ellos eran miembros de una peligrosa pandilla.
-Mi hijo no -dijo él-, nunca le enseñé a ser violento.
-No lo dudo -respondió el policía-. Pero en el cobertizo que los muchachos estaban usando como cuartel, encontramos porras, y navajas. Posiblemente usted nunca enseñó a su hijo a no ser violento.
Por lo general los niños no desean ser complacidos en todo. Ello desean ser responsables.
Proverbios 20:11
Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta.

EL GRAN NARRADOR DE CUENTOS

Lectura: Lucas 15:11-24.
"Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba" Mateo 13:34
En su libro Teacher Man (Hombre Maestro), el ganador del premio Pulitzer, Frank McCourt, reflexiona sobre sus 30 años como maestro en la enseñanza secundaria de Nueva York. En sus clases de inglés y de redacción creativa hacía uso de varias técnicas, pero una que parecía emerger una y otra vez era el poder de una historia cautivante para captar la atención y fomentar el aprendizaje.
Este método de instrucción fue usado por el más grande de todos los Maestros: el Señor Jesucristo. El líder y erudito religioso Nicodemo le dijo a Jesús: «Sabemos que has venido de Dios como maestro» (Juan 3:2). Pero, cuando Jesús se dirigía a las multitudes que Le seguían, no recitaba las grandes verdades del Talmud. Más bien, hablaba con el estilo popular de un narrador de cuentos.
Las parábolas de Jesús perduran porque reflejan asuntos del corazón. Por medio de la historia del fariseo y el publicano (Lucas 18), aprendemos acerca de la gracia y el perdón de Dios. Y la historia del hijo pródigo (Lucas 15) muestra el amor de Dios para los pecadores arrepentidos.
Las parábolas inspiradas de Jesús nos enseñan acerca de Él y de la vida que quiere que llevemos. Nosotros también podemos usar nuestras propias historias de fe para mostrarles a los demás al Narrador de Cuentos y Maestro supremo, cuya propia vida es la más grande historia jamás contada.
Una buena manera de aprender la verdad de Dios es enseñársela a los demás.