lunes, 6 de julio de 2009
PASTORES JIMENA,PANCORBO, FALIN Y CESAR
En la foto estan la Pastora Jimena con su esposo el Pastor Pancorbo de la iglesia de Hospitalet, nuestro Pastor FalÍn y el Pastor invitado Cesar Ruiz.
¿PARA QUE MOLESTARSE CON LA IGLESIA
“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos” Hebreos 10:24-25
Winston Churchill dijo una vez que él prefería relacionarse con la iglesia como un arbotante: La apoyaba desde afuera. (Un arbotante es un apoyo externo que refuerza las paredes de las antiguas catedrales). Intenté esa estrategia por un tiempo, después de llegar a creer la doctrina cristiana sinceramente y de comprometerme con Dios.
No estoy solo en esto. Son menos las personas que asisten a la iglesia los domingos que las que afirman que siguen a Cristo. Algunas se sienten estafadas por alguna experiencia anterior. Otras simplemente «no sacan nada de la iglesia». ¿Para qué molestarse?
Hoy, apenas podría imaginar mi vida sin la iglesia. La iglesia ha llenado una necesidad en mí que no puede satisfacerse de ningún otro modo. Un líder de la iglesia primitiva escribió: «El alma virtuosa que está sola... es como el carbón encendido que está solo. Más que calentarse, se enfriará».
El cristianismo no es una fe puramente intelectual e interna. Sólo puede vivirse en comunidad. A un nivel profundo, percibo que la iglesia contiene algo que necesito desesperadamente. Siempre que abandonaba la iglesia por algún tiempo, descubría que era yo quien sufría. Mi fe se marchitaba, y la costra que era la coraza del desamor crecía sobre mí, cubriéndome. Más que calentarme, me enfriaba.
Y así, mis andanzas lejos de la iglesia siempre me traían de vuelta a ella.
La iglesia no es un circulo selecto para unos cuantos, sino un centro espiritual abierto para todos.
LA CONFESIÓN DEL CÓNDOR
La selección chilena jugaba el partido decisivo para ir al mundial de Italia. No valía el empate. Tenían que ganarle al Brasil, en el Maracaná.
El ambiente estaba tenso. Más de 130.000 espectadores habían colmado las graderías del inmenso estadio. Cuando se entonó el Himno Nacional de Chile, las rechiflas y los gritos de los aficionados impidieron que se oyera.
«Otra vez Brasil al ataque. 17 minutos de juego. Dunga tiene la pelota. Dunga avanza con velocidad. Dunga no levanta la cabeza. Dunga centra la pelota y Careca conecta de cabeza. La pelota con violencia va hacia la portería chilena. Las tribunas se levantan, preparando el grito de gol, que Rojas, con un vuelo espectacular, ahoga. Tiro de esquina.
»Dunga al ataque. Cabecea dentro del área chica. Muchos cantan “¡gol!”, pero Rojas está inspirado. Otra magnífica intervención. “El Cóndor” vuelve a volar y saca la pelota al tiro de esquina.»
No importaba. Brasil sólo tenía que mantener el empate. Era lo único que necesitaban para ir a Italia.
En las gradas de ese monstruoso estadio se encontraba una empleada de “Light”, la compañía de electricidad de Río de Janeiro. Alguien le había entregado una bolsa de plástico con dos luces de bengala. Durante el primer tiempo, que terminó empatado sin goles, ella se había olvidado de la bolsa. Pero al inicio del segundo tiempo, después del gol de Careca del Brasil, sacó la bengala, leyó las instrucciones, apuntó hacia el cielo y tiró la cuerda.
Silbando, la luz de bengala cayó sobre la cancha, a escasos metros de «El Cóndor». Rojas se llevó las manos a la cara y el juego se interrumpió. Era el minuto 68 con 44 segundos de juego.
«El Cóndor» estaba herido, en la grama frente al arco. El humo de la pólvora cubría en una nube de confusión el incidente. En cuestión de instantes llegó una camilla que se llevó hacia los vestuarios al arquero con el rostro completamente ensangrentado.
Los dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol descubrieron —porque las cámaras no mienten— que Rojas había aprovechado el momento para cortarse la frente con un bisturí que se había metido en el guante, y le aplicaron la pena capital del fútbol profesional; es decir, lo sancionaron de por vida. Pero pasaron diez meses antes de que «El Cóndor» confesara su culpa. El fútbol para él lo había sido todo.
¿Qué podemos aprender nosotros de «El Cóndor»? En su autobiografía titulada El Cóndor herido, que escribió con Sonia Vengoechea e Ítalo Frígoli, nos da a entender que, sea cual sea nuestra justificación, tarde o temprano más vale que confesemos nuestra culpa, si es que queremos librarnos de ese peso que llevamos adentro.1 «Mi problema era con mi conciencia y mi paz interior», reconoció Rojas. Él ya se lo había confesado todo a Dios y a su familia, en privado. Pero Dios le mostró el camino de la confesión pública, y eso —según «El Cóndor»— «era lo único que valía»
UNA DECISIÓN DE ÚLTIMA HORA
Fue una decisión de última hora. «Nos regresamos hoy mismo», anunció Pedro Nocón. A todos los que festejaban les cayó mal. Se habían reunido dieciséis parientes, de distintos lugares, para una fiesta familiar, y habían estado muy alegres. Pero por alguna razón que ellos no podían explicarse, Pedro Nocón, de treinta y ocho años de edad, decidió regresarse, con su familia, antes que terminara el evento.
Pedro, su esposa Ampee, y sus hijitas Glorianne de cinco años y Jillanne de ocho se subieron al auto y emprendieron el viaje. Apenas habían pasado una hora en la carretera cuando la familia entera se vio envuelta en un masivo accidente. Chocaron ciento cuatro vehículos y murieron veintisiete personas, entre ellos toda la familia Nocón. Y para desgracia, fue una tragedia innecesaria.
Pedro era un próspero contador. Ampee, su esposa, tenía un buen empleo. Contaban con amor, compañerismo, dos hijitas adorables, y prestigio social. Pero Pedro tomó una decisión apresurada, y la muerte los esperó a la vuelta del camino. Todo fue el resultado de esa brusca decisión.
¡Cuántas veces una determinación de último hora, una decisión producto de alguna emoción agresiva, tomada a la ligera, cambia por completo una vida! Y la gran mayoría de las veces es para tragedia y ruina.
Veamos el ejemplo Bíblico clásico: la traición de Judas Iscariote. No sabemos si fue una decisión de última hora. Lo que sí podemos deducir es que no estaba en su mente cuando, tres años antes, Judas se unió a Jesús. Pero en esa última semana de la vida del Maestro, Judas decidió traicionar a su Señor, y ya sabemos cuál fue el resultado. Judas terminó su vida colgado de un árbol por acción de su propia mano.
He aquí algunos consejos que tratan sobre el peligro de tomar decisiones a la ligera. El primero es: No tome decisiones cuando está en conflicto. Espere a que el conflicto pase.
El segundo consejo es este: No cambie de caballo en medio de la corriente. Espere por lo menos a que salga al otro lado del río.
El tercer consejo es el siguiente: Dos cabezas piensan mejor que una sola. Escoja bien a sus asesores, y huya de consejeros fracasados. Es importantísimo que nunca tome una decisión cuando no esté de acuerdo su cónyuge, ya sea esposo o esposa.
El último consejo proviene de las Sagradas Escrituras: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie» (Santiago 1:5).
Hermano Pablo