Eran dieciséis páginas de fotos. Dieciséis páginas de fotografías en blanco y negro y en color, que horrorizaban a algunos, deleitaban a otros y repugnaban a los más. Fotografías de un crimen que sacudió a Francia y el mundo en 1981.
Un joven estudiante japonés, residente en París, había matado y descuartizado a su novia Renee Hartevelt, también estudiante. ¡Y hasta había comido partes del cuerpo de aquella joven holandesa! La revista Photo, que se editaba en París, había reproducido esas fotos secretas en una tirada de 243.000 ejemplares.
Un juez de la ciudad ordenó la confiscación de todos los ejemplares de la revista, y condenó «la atroz morbosidad de la gente que se deleita en tales fotografías».
Fue buena y moralizante la medida del juez. En nombre de la libertad de prensa se está poniendo ante los ojos del público, especialmente ante niños y adolescentes, escenas y relatos que nada tienen de científico, ni edificante ni moralizante.
Y ciertos comerciantes aprovechados y desaprensivos, conscientes de que siempre hay público para tal clase de publicaciones, las imprimen por millares. Así lo sucio y lo denigrante entra en los hogares y contamina la mente de niños y niñas.
No estamos abogando por la supresión de la libertad de prensa, ni estamos pidiendo que se publique una lista de libros y revistas reprobables. Es mejor la libertad de prensa, con todos sus riesgos, que la eliminación total de ella.
A quienes apelamos es a los padres y a las madres. Porque somos nosotros quienes debemos velar por la salud moral y espiritual de nuestros hijos. Así como somos celosos en la calidad de los alimentos que les damos a nuestros hijos, y por nada del mundo les daríamos comida rancia, o tóxica o contaminada, también deberíamos velar por el alimento espiritual que ellos toman.
Que la morbosidad, la obscenidad, la pornografía y la indecencia se la traguen los editores y publicadores de semejante basura, ¡pero no nuestros hijos! Lo que más necesitamos es un movimiento hogareño y familiar que le ponga un dique y un filtro a toda esa literatura.
Si necesitamos inspiración, exhortación, y base moral para tal movimiento, busquémoslas en Cristo. Sólo Él da la fuerza moral suficiente para luchar contra toda forma de corrupción y degradación. Sólo Cristo salva, purifica y mantiene puros al hombre, a la familia y al hogar.
Hermano Pablo