domingo, 23 de agosto de 2009

LA ROSA ADENTRO

Un cierto hombre plantó una rosa y la regó fielmente y antes de que floreciera, la examinó. Vio que el capullo pronto florecería, pero notó espinas en el tallo y pensó: “¿Cómo puede tan bella flor provenir de una planta cargada de tantas espinas afiladas?” Entristecido por este pensamiento, se olvidó regar la rosa y, justo antes de que pudiera florecer, murió.
Así pasa con mucha gente. Dentro de cada alma hay una rosa. Las cualidades que reflejan a Dios colocadas en nosotros al nacer, crecen en medio de las espinas de nuestras fallas. Muchos de nosotros nos miramos a nosotros mismos y vemos tan sólo las espinas, los defectos.
Nos desesperamos, pensando que nada bueno puede salir de nosotros. Descuidamos regar lo bueno en nosotros y, eventualmente se muere. Nunca alcanzamos nuestro potencial.
Alguna gente no ven la rosa dentro de sí mismas; alguien más tiene que mostrárselas. Uno de los grandes dones que una persona puede poseer es la habilidad de llegar más allá de las espinas de otros y hallar la rosa dentro de ellos.
Esta es una de las características del amor… mirar a una persona, conocer sus verdaderas fallas y aceptar a esa persona en nuestra vida… siempre reconociendo la nobleza en su alma. Ayudemos a otros a darse cuenta de que pueden superar sus fallas. Si les mostramos la “rosa” dentro de sí, ellos conquistarán sus espinas. Sólo así florecerán muchas veces.
La Parábola de la Rosa fue escrita por Umair… un estudiante universitario en Arabia Saudita.
Fuente: www.AsAManThinketh.net
Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; Rom 12:5-7
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. I Cor 13:8

LA ORACION DE PASCAL

Lectura: Filipenses 4:4-13.
“Hacedlo todo para la gloria de Dios” 1 Corintios 10:31
Blas Pascal, el brillante intelectual del siglo XVII, hizo significativas contribuciones en los campos de la ciencia y las matemáticas. Estableció las bases para el desarrollo de las calculadoras mecánicas y las modernas operaciones hidráulicas.
Cuando era joven, Pascal tuvo un profundo encuentro con Jesucristo. Esta experiencia le cambió la vida y le motivó a re-enfocar su estudio, de la ciencia y las matemáticas, a la teología.
Pascal escribió una extraordinaria oración que puede ayudar a todo creyente al enfrentar las tareas de la vida. La oración dice así: «Señor, ayúdame a hacer lo grandioso como si fuera algo pequeño, ya que lo hago con Tu poder; y lo pequeño como si fuera algo grandioso, ya que lo hago en Tu nombre».
La súplica de Pascal es profundamente bíblica. Pablo dijo: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13) y nos exhorta con las palabras, «hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Pascal se hizo eco de estas exhortaciones a depender de Dios buscando Su poder y a considerar todo acto como importante, ya que esto dirá mucho de Su gloria.
La próxima vez que enfrentes una tarea enorme, recuerda que Dios es tu fortaleza. Y cuando te encuentres con una tarea aparentemente insignificante, toma la determinación de hacerla con excelencia para la gloria de Dos.
Espera grandes cosas de Dios; intenta grandes cosas para Dios.

REY DE REYES

A VECES EL LEÓN SÍ ES COMO LO PINTAN

Cuentan que una viuda pobre, que tenía un hijo de ocho años, le debía dinero a un avaro prestamista que llegaba cada semana a cobrarle. A la desdichada mujer se le hacía cada vez más difícil pagar aquella cuenta.

Un día el prestamista entró en la casa, tomó por el cabello a la pobre mujer y la emprendió a golpes con ella mientras el asustado muchachito temblaba de miedo en un rincón de la sala mirando impotente la escena.

Pasaron los años, y aquel muchacho los aprovechó cultivando el talento que Dios le había dado. Estudió dibujo y pintura, y llegó a ser un pintor de reconocida fama en la ciudad.

Un día el joven, recordando aquella ominosa escena de su infancia, describió en un lienzo al usurero que golpeaba a su mamá. La escena era real, vívida, inconfundible; los personajes fueron dibujados con mano maestra. A ese cuadro, sin duda una de sus mejores obras debido a que la llevaba en el alma antes de plasmarla en el lienzo, le puso un precio mucho más alto que a los demás cuadros. ¿Acaso no representaba lo mucho que criarlo a él le había costado a su mamá?

¡Cuál no sería el asombro del prestamista al pasar frente a la galería en que se exhibían aquellas obras de arte y verse fielmente retratado en aquella repugnante conducta! Avergonzado, le dijo a uno de sus empleados que fuera a comprar el costoso cuadro. En cuanto lo tuvo en las manos, lo hizo pedazos y lo lanzó a las llamas, tratando de destruir así ese clamor de su conciencia.

El joven pintor, al enterarse de lo ocurrido, le llevó el dinero a su mamá y le dijo: «¡Aquel malvado compró su propia imagen para destruirla, pero jamás podrá deshacer la que yo llevo grabada en los ojos desde niño!»

En la actualidad hay muchos que tratan su pecado del mismo modo en que aquel prestamista trató el suyo. Maltratan a Dios de palabra y con su conducta, y luego tratan de comprarlo con sus buenas obras y sus limosnas. Algunos de los que tienen con qué hacerlo hasta dan grandes sumas de dinero a la Iglesia a fin de acallar la voz de su conciencia, como si esa fuera la moneda con que se salda la cuenta del pecado. ¿Acaso no comprenden que la única moneda que puede saldar esa cuenta es la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, que dio su vida por nosotros?

Cristo pagó el alto precio de nuestra redención para que nosotros no tuviéramos que pagarlo. De ahí que el único modo de deshacernos de nuestros pecados es confesándoselos directamente a Dios y pidiéndole perdón. Basta con que hagamos eso para que Él nos perdone y borre todos los pecados que aparecen en el lienzo que representa nuestra vida pasada.

Por Carlos Rey