miércoles, 7 de julio de 2010

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO...

El hombre se puso a recitar el padrenuestro: la oración modelo, la oración magistral, la oración cristiana por excelencia. «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...» Y las palabras que nos enseñó Jesucristo fluyeron como fluyen las notas del órgano por sus tubos vibrantes.

Vez tras vez, a lo largo de setenta y dos interminables horas, David Nymann, montañero de Alaska, recitó esa oración reconfortante mientras vientos helados, de ciento treinta kilómetros por hora, azotaban el monte Johnson. Su amigo, James Sweeney, yacía a su lado, con ambas piernas quebradas, sin poder moverse.

La muerte los acechaba a ambos, por frío y por hambre. Al fin un helicóptero los avistó y los rescató. La oración había sido, para ambos hombres, calor, agua y alimento durante tres días.

Aun los hombres más rudos, cuando se ven en apuros, abren los labios para elevar una oración. Nymann y Sweeney, deportistas que querían escalar el monte Johnson de Alaska, sufrieron una caída. Sweeney se quebró ambas piernas; Nymann quedó muy golpeado. Ambos vieron acercarse la muerte. Pero la recitación constante del padrenuestro los mantuvo en vela, y la fuerza poderosa de la esperanza los ayudó a soportar la prueba.

La oración es la única fuerza capaz de unir al hombre, en la tierra, con Dios, en el cielo. Cuando Jesús enseñó a orar a sus discípulos, les dijo: «Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo...”» (Mateo 6:9). Jesús enseñó que Dios es el Padre de toda la humanidad. Cuando sentimos que Dios es nuestro Padre, y cuando abrimos los labios en oración sincera, Dios el Padre acude en nuestra ayuda. Dios quiere ser el Padre de todos.

¿Por qué será, entonces, que tantas oraciones no son contestadas? Quizá sea porque no nos hemos relacionado previamente con Dios. Queremos su ayuda de un momento al otro sin haber establecido una amistad con Él. Dios quiere ayudarnos, pero para alcanzar su ayuda debemos estar en continuo contacto con Él.

Establezcamos, pues, esa comunicación con nuestro Creador y Salvador. La primera oración que Él oye es: «¡Ten compasión de mí, que soy pecador!» (Lucas 18:13). Ese reconocimiento, más la súplica de perdón por nuestros pecados, establece el contacto.

Démosle nuestra vida a Cristo, el divino Salvador. Él quiere ser nuestro Señor. Sometámonos a su señorío, y Él, con seguridad, escuchará nuestra oración.

Hermano Pablo

ALABANZA LLENA DE ESPERANZA

Lectura: Salmo 103:1-14.
"Bendice alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios" Salmo 103:2
Uno de mis amigos estaba llorando un bello día de verano, incapaz de lidiar con las dificultades de la vida. Otra amiga no podía ver más allá de las tristezas de su pasado, las cuales habían alterado su vida. Y otro tenía que luchar con la clausura de la pequeña iglesia que había pastoreado fielmente. Un cuarto amigo había perdido su empleo en un ministerio local.
¿Qué pueden hacer nuestros amigos que luchan —o cualquiera de nosotros— para encontrar esperanza? ¿A dónde nos volvemos cuando el mañana no ofrece promesa de felicidad alguna?
Podemos alabar o «bendecir» al Señor, tal y como lo dijo David en el Salmo 103. En medio de los problemas, reconocer el papel de Dios en nuestras vidas puede ayudarnos a dejar de pensar en las heridas de nuestros corazones y, en vez de ello, forzarnos a morar en la grandeza de nuestro Dios. David conocía las tribulaciones. Enfrentó la amenaza de enemigos, las consecuencias de su propio pecado y los desafíos del dolor. Y, sin embargo, también reconoció el poder sanador de la alabanza.
Por esa razón en el Salmo 103 podemos mencionar las razones por las que debemos volver nuestra atención a Dios, quien nos colma de beneficios: Nos perdona, nos sana, nos redime, nos corona con amor y compasión, satisface nuestros deseos y nos renueva. David nos recuerda que Dios provee justicia y rectitud, y está lleno de gracia y amor.
Toma a David como ejemplo: Alabar la grandeza de Dios pone esperanza en nuestros corazones atribulados.
La alabanza puede aligerar la más pesada de tus cargas.