lunes, 10 de mayo de 2010

LA ESCRITURA EN LA CARCEL

Un ejemplo de fe se encontró en la pared de un campo de concentración. En ella un prisionero grabó las siguientes palabras:
Creo en el sol, aunque no brille.
Creo en el amor, aunque no lo expresen.
Creo en Dios, aunque no hable.
Procuro imaginar a la persona que trazó estas palabras.
Trato de imaginarme la mano esquelética que agarró el vidrio roto o la piedra con la que marcó la pared.
Trato de imaginar sus ojos entrecerrados que procuraron grabar cada letra en la oscuridad.
¿Que manos pueden haber grabado tal convicción? ¿Qué ojos pudieron haber visto lo bueno en medio de tal horror?
Hay sólo una respuesta: Ojos que escogieron ver lo invisible.
Lucado, M., & Gibbs, T. A. (2001). Promesas inspiradoras de Dios (Page 14). Nashville, TN: Caribe-Betania Editores.
Cada día estamos desafiados a mirar lo visible o lo invisible. Depende de nosotros. Si escogemos lo visible, sin duda nuestra vida se estrechará y la fe se disipará, si escogemos lo invisible, nuestro horizonte espiritual se expandirá.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. Mateo 11.28–30
Dios es nuestro amparo y fortaleza, Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Jehová de los ejércitos está con nosotros; Nuestro refugio es el Dios de Jacob. Salmo 46.1, 11

LA FE COMO LA DE UN NIÑO

Lectura: Mateo 8:5-10.
"Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios" Lucas 18:27
La pequeña Tania, de seis años de edad, y su papá eran los únicos que seguían despiertos en el automóvil mientras iban de vuelta a casa después de un viaje de campamento familiar. Mientras miraba la luna llena a través de la ventana del vehículo, la niña preguntó: «Papá, ¿crees que yo podría tocar la luna si me levanto?»
«No, no lo creo», sonrió él.
«¿Puedes tú alcanzarla?»
«No, no creo que tampoco pueda hacerlo».
Tania estuvo callada por un momento, luego dijo confiadamente. «Papi, ¿y si me cargas sobre tus hombros?»
¿Fe? Sí, la fe como la de un niño en que los papás pueden hacer cualquier cosa. Pero la verdadera fe tiene la promesa escrita de Dios como su fundamento. En Hebreos 11:1 leemos. «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Jesús habló mucho sobre la fe, y a lo largo de todos los evangelios leemos acerca de Su respuesta a aquellos que mostraron una gran fe.
Cuando unos hombres trajeron a su amigo paralítico a Jesús, Él vio «la fe de ellos», le perdonó al hombre sus pecados y le sanó (Mateo 9:2-6). Cuando el centurión le pidió a Jesús, «di la palabra, y mi criado sanará» (8:8), Jesús «se maravilló» y dijo, «de cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe» (8:10).
Cuando tenemos fe en Dios, nos damos cuenta de que todo es posible (Lucas 18:27).
La fe como la de un niño abre la puerta al reino de los cielos.