sábado, 5 de febrero de 2011

«NUNCA HABÍA ORADO CON TANTA INTENSIDAD»

Lo que más deseaba Margot Strecher era un buen baño caliente en el confort de su hogar, y después una cama tibia y acogedora como premio a un intenso día de trabajo. Ese era el sueño de cada día de Margot, camarera de Hartberg, Austria. Mientras regresaba del trabajo, soñando con el baño caliente y la cama tibia, se salió del camino al cruzar un puente y cayó con el auto a un río congelado.

Golpeada y con fracturas, y sumergida hasta los hombros en el agua fría, Margot clamó con todas sus fuerzas: «¡Dios mío, ayúdame!» Y en medio de la noche, empapada de agua helada y con copos de nieve cayendo lentamente, una anciana oyó su clamor. Cuando Margot se halló en el hospital, les dijo a los médicos: «Nunca había orado con tanta intensidad como esta noche.»

Los sueños más lindos y los proyectos más atractivos suelen derrumbarse en un momento. El baño caliente y la cama tibia de Margot, camarera nocturna, se cambió de pronto en baño helado y en la perspectiva de morir ahogada dentro de su propio auto que se hundía inexorablemente.

Pero clamó a Dios. Clamó a Dios como nunca lo había hecho, y su situación cambió. Porque el fracaso de un proyecto, la destrucción de un ideal, el derrumbe de una ilusión, si bien producen profundo desconcierto, no son una desgracia irreparable. La desgracia no la produce la pérdida del ideal. La desgracia la produce la pérdida de fe, esa fe que necesitamos para continuar en la vida con todo y sus dolores.

A los cuarenta y cinco años de edad un hombre descubrió que su esposa lo había estado engañando. Sufrió enormemente hasta querer morirse. A fin de olvidarlo todo, se fue a vivir errante en los bosques, comiendo sólo frutas silvestres. Resultó que la vida al aire libre lo transformó, física, emocional y espiritualmente. Volvió a la ciudad, y ya a los cincuenta años había reconstruido su vida con un nuevo amor. Hombres que han visto arruinarse su negocio se han recuperado aun a los cincuenta y sesenta años de edad.

Cuando aun contra toda razón mantenemos la fuerza, no perdemos de vista a Dios y ponemos la esperanza en Él, miramos con ojos expectantes esta vida, que es tan fluctuante y problemática, y en cualquier momento ocurre el cambio positivo que renueva nuestra esperanza y restaura nuestra fe.

Siempre podemos clamar a Aquel que es misericordioso, poderoso e inmutable. En Él hallamos la paz que necesitamos, y Él nunca nos falla. En un mundo siempre cambiante, necesitamos la ayuda de Uno que nunca cambia.

Hermano Pablo