domingo, 24 de enero de 2010

«LA RUEDA LOCA»

El circo daba su función en Buenos Aires, Argentina. Estaba repleto de gente que, entusiasmada, esperaba cada actuación con gritos y aplausos. Los payasos hacían desternillarse de risa a chicos y a grandes. Entre ellos se destacaba Peporrete, que con sus saltos y piruetas acaparaba la atención de todos.

Su acto final, cada noche, era tomarse de los tobillos, formar una rueda con el cuerpo y rodar así por toda la pista. La gente aplaudía a rabiar.

Esa noche Peporrete hizo lo mismo. Pero al rodar en la rueda loca, se le clavó en el pecho la punta de un tornillo que estaba oculto bajo la lona. El hombre sintió la punzada, pero siguió como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, la contusión interior, igual que la quebradura de un cristal que se raja, fue avanzando poco a poco. Una semana después, en plena actuación, Peporrete murió de un aneurisma.

¡A qué extremos llega un artista, exponiendo su arte, para traer felicidad al público! He aquí un hombre que vivió para hacer reír. Tenía una facultad inimitable. Su acto final, «La rueda loca», acto que él mismo había creado, lo ejecutaba con entusiasmo y dedicación. Pero esa dedicación le costó la vida.

Esto nos lleva a hacer dos reflexiones. La primera es que lo que no se hace con entusiasmo no merece hacerse. ¡Son tantas las personas que llevan una vida muerta, que no tienen pasión! Esa no es la vida que nuestro Creador quiso que tuviéramos. Él nos creó para vivir con entusiasmo, con arrebato. Él quiere vernos alegres y optimistas. Peporrete murió, pero la vida que llevó la vivió al máximo.

La otra reflexión es más emocional y sensible. Peporrete no es el único hombre que haya llevado una herida en el corazón. Y no es tampoco el único que haya muerto lentamente por esa herida.

¡Cuánta mujer, cuánta esposa fiel y buena, ha sido engañada por su marido, lastimando su corazón para siempre! ¡Y cuánto hombre hay, también fiel y bueno, a quien su esposa le falló, y aunque hubo reconciliación, la herida ha quedado, mucho más dolorosa que cualquier herida del cuerpo!

¿Hay alguna cura para las heridas del alma? Sí, la hay. El gran Médico divino, Jesucristo, sana por completo las heridas del corazón. Él alienta a los afligidos, devuelve la paz a los atribulados y consuela a los enlutados. Los que sufren no tienen que hacer más que acudir a Él, buscarlo de todo corazón y clamar desde el fondo de su angustia. Cristo, el Amante Pastor, viene entonces para consolar y curar.

Entreguémosle nuestro dolor a Cristo. Él transformará nuestras lágrimas en gozo.

Hermano Pablo

EL ALACRAN

Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó, y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose. El maestro intentó sacarlo otra vez, y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo:
"Perdone, ¡ pero usted es terco ! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?".
El maestro respondió:
"La naturaleza del alacrán es picar, y eso no va a cambiar la mía, que es ayudar".
Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones. Algunos persiguen la felicidad; otros la crean. Tenlo presente siempre. Sencillo, no crees??
"Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y un razones por las cuales sonreír"

EL EMPERADOR Y SU HIJA


Hubo una vez un emperador que convoco a todos los solteros del reino pues era tiempo de buscar pareja a su hija. Todos los jóvenes asistieron y el rey les dijo:
"Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y la planta mas bella ganara la mano de mi hija, y por lo consiguiente el reino".
Así se hizo, pero había un joven que planto su semilla pero no germinaba, mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y
mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas.
Llegaron los seis meses y todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas.
El joven estaba demasiado triste pues su semilla nunca germino, ni siquiera quería ir al palacio, pero su madre insistía en que debía ir pues era un participante y debía estar allí.
Con la cabeza baja y muy avergonzado, desfilo al ultimo hacia el palacio con su maceta vacía. Todos los jóvenes hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo soltaron en risa y burla, en ese momento el alboroto fue interrumpido por el ingreso del rey, todos hicieron su respectiva reverencia mientras el rey se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas.
Finalizada la inspección hizo llamar a su hija, y llamo de entre todos al joven que llevo su maceta vacía, atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción.
El rey dijo entonces:
"Este es el nuevo heredero del trono y se casara con mi hija, pues a todos ustedes se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas, pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y valiente
cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece".

LO PEQUEÑO ES BELLO

Lectura: Juan 6:53-71.
"Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán" Zacarías 4:10
Justo el otro día alguien dijo acerca de un amigo. «Este hombre está destinado a un gran ministerio», con lo cual quería decir que estaba camino del estrellato —una iglesia prominente con un gran presupuesto.
Esto hizo que me preguntara: ¿Por qué pensamos que el llamado de Dios necesariamente es de movilidad social ascendente? ¿Por qué no enviaría a Sus mejores obreros a dedicar toda una vida de trabajo en algún lugar pequeño? ¿Acaso no hay personas en lugares oscuros que necesitan ser evangelizados y recibir enseñanza? Dios no está dispuesto a dejar que nadie perezca.
Jesús se preocupaba tanto por el individuo como por las masas. Enseñaba a grandes multitudes si éstas aparecían, pero jamás Le molestó que el número de sus oyentes disminuyera cada día. Juan dice que muchos Le dejaron (Juan 6:66), un caprichoso desgaste que a la mayoría de nosotros nos habría lanzado a un terrible estado de pánico. Pero Jesús siguió adelante con los que el Padre le había dado.
Vivimos en una cultura donde lo más grande es mejor, donde el tamaño es la medida del éxito. Es necesario ser una persona fuerte para resistirse a esa tendencia, en especial si se trabaja en un lugar pequeño.
Pero el tamaño no significa nada; la sustancia lo es todo. Ya sea que estés pastoreando una iglesia pequeña o dirigiendo un estudio bíblico o una clase de escuela dominical pequeños, sirve allí con todo tu corazón. Ora, ama, enseña de palabra y con el ejemplo. Tu pequeño lugar no es un peldaño hacia la grandeza. Es la grandeza.
Lo poquito es mucho cuando Dios está allí.