viernes, 29 de agosto de 2014

JUSTOS POR PECADORES

Alto, buen mozo, de treinta y un años de edad, cayó sin embargo en una profunda depresión. A pesar de ejercer una buena profesión —la de taxidermista— en Génova, Italia, había sido incapaz de conquistar a una señorita.
Esto llevó a Francesco Grandi a caer en la vorágine de la depresión suicida. Al llegar una noche a su apartamento, abrió la llave del gas. Cuando juzgó que ya había suficiente gas en la habitación, encendió un fósforo. Instantáneamente se produjo una tremenda explosión.
Milagrosamente, Francesco quedó vivo, con sólo un brazo fracturado, pero cuatro jóvenes, que dormían en el apartamento de al lado, murieron. «Otra vez —comentó Mario Valucci, investigador de la policía— justos pagaron por pecadores.»
Esta se ha convertido en una frase proverbial: «Pagar justos por pecadores.» Es una frase que al parecer está respaldada por muchos hechos de la vida. Y no es sólo en los tribunales de justicia que se absuelva a pecadores y se castigue a inocentes, sino que en la vida diaria parece ocurrir lo mismo.
Un hombre borracho sale a escape con su auto por la carretera. Por el alcohol que tiene en el cerebro, pierde el control del vehículo y se estrella contra un autobús escolar. El conductor del auto sale ileso, pero en el autobús hay muchos heridos, y doce niños pierden la vida. Inocentes pagan por un culpable.
Un padre de familia abandona a su esposa y a sus seis hijos, y se da a una vida de juergas, francachelas y correrías con otras mujeres. Su pobre esposa se enferma y muere de la desilusión, y los seis niños engrosan las filas de los huérfanos. Uno solo ha pecado, pero siete inocentes sufren las consecuencias.
Un joven de sólo veintidós años de edad se entrega a las drogas. Su vicio demanda una enorme cantidad de dinero. Trastornado, se arma de un rifle automático, entra en un restaurante popular, y mata a veintidós personas. Ninguna de ellas era culpable de aquel vicio; todas eran inocentes. Y sin embargo trescientas personas —parientes y amigos de las víctimas— se sumen en el dolor por la culpa de uno solo.
Estos casos, recogidos de recientes crónicas policiales, nos llevan a preguntarnos: ¿Acaso siempre tienen que pagar los justos por los pecadores? La respuesta es: «No.» Lo que ocurre es que nuestra vida es muy corta para ver el punto final. El Juez eterno y justo no permitirá que la justicia divina quede burlada.
Mientras tanto, sometámonos al señorío de Cristo. Él nos será fiel. Él sabe castigar al culpable y recompensar al inocente.
Hermano Pablo

«NADA CON EXCESO»

Comenzó a entrenar a los cuatro años de edad. A los diez, ya había ganado varios premios. Su pasión era la gimnasia de exhibición. Su sueño: ganar medallas de oro en los juegos olímpicos.
A los dieciséis años, en una de las competencias, estuvo a punto de sacar el puntaje perfecto. Todos le auguraban un brillante porvenir. Pero Christy Henrich, joven gimnasta escandinava, tenía un problema. Estaba obsesionada con la idea de que estaba engordando, aunque no era así.
A los diecinueve años ya no pudo competir más. Su obsesión la había dominado. Finalmente, a los veintidós, Christy Henrich falleció. Murió de anorexia nerviosa, pesando sólo veintinueve kilos. Su obsesión la había matado.
He aquí una joven que pudo haber tenido grandes éxitos. Perfeccionó su arte. Ganó muchas medallas. Alcanzó la perfección, casi a la altura de Olga Korbut, la atleta rusa, y Nadia Comaneci, la rumana. Pero le entró la obsesión de la gordura. Desoyó los consejos de médicos y familiares, y dejó de comer. Y su bello cuerpo se fue consumiendo hasta que le fallaron todos los órganos.
Las obsesiones, las fobias, las pasiones y las ansiedades pueden dominar todo nuestro ser a tal grado que nos hacen inútiles. Los afanes de la vida, cuando controlan la voluntad, se vuelven destructivos.
Tenemos que aprender a matizar nuestra existencia. «Nada con exceso» era la máxima de Epicteto, el estoico filósofo griego del siglo primero de nuestra era. Dios no nos hizo para las obsesiones, las pasiones, los frenesíes y los fanatismos. Nos hizo para la sobriedad, la mesura, el equilibrio, la armonía.
«No se inquieten por nada —escribió el apóstol Pablo—; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias» (Filipenses 4:6). Vivir libres de pasiones y obsesiones es la clave de la vida prudente, moderada y satisfecha. Esa es la vida que Dios quiso que su creación llevara.
Ahora bien, ¿cómo puede el ser humano despojarse de tantas fobias y obsesiones? Entregándole su vida a Cristo. La persona que no tiene a Cristo en el corazón será para siempre víctima de pasiones desorbitadas.
Es que sólo Jesucristo —Señor, Salvador y Maestro perfecto— puede darnos esa estabilidad, ese equilibrio y esa moderación ideal. Cuando Él entra a nuestro corazón, transforma nuestro modo de pensar, y todos nuestros móviles cambian. Sometámonos a su divina voluntad. Él quiere ser nuestro mejor amigo.
Hermano Pablo

RENOVACIÓN EXTREMA

“Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea  la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” Ro. 12:1-2
Una “Renovación Extrema”  no puede realizarse si primeramente no tengo una disposición a presentar mi vida a los pies del Señor, para que El haga de acuerdo a lo que desea para mí.
¿Vieron alguna vez el programa televisivo Extreme Makeover? Ellos dejan totalmente su casa en manos de aquellos que remodelarán todo, confiando en que nadie puede hacerlo mejor y que los resultados serán increíbles. La disposición y entrega  de todas las llaves de mi vida (mi casa) al Señor para que Él vaya “remodelando” cada una de las habitaciones y edificando nuevas donde sea necesario.
¿Estamos listas? ¿Quieren una “renovación total” y una “Renovación Extrema”?
La construcción en esta renovación parte primeramente con entender  sobre qué fundamento se edifica y  que esa base o cimiento es Cristo.  Cuanto más profunda es la base, más alto será la edificación…Poner a Dios en mi vida en el lugar que debe estar y dejar que pueda renovarme en todos los aspectos.

RENOVANDO MI CORAZÓN

Según la Biblia, el corazón es el motor de la actividad humana, el querer del ser humano radica en el corazón, se ve como el centro que gobierna toda la vida de las personas. Todo lo que el hombre hace es dictado por el corazón.
La concepción hebrea de la palabra “corazón” lo señala como el centro que gobierna todo el ser y, por consiguiente, todas sus acciones. La Biblia usa la palabra corazón para referirse a los aspectos emocionales, intelectuales y volitivos, entre otros usos. Sabemos que estas tres partes se encuentran en el alma, por lo tanto, bien podría decirse que el corazón es también el alma, de acuerdo a las Escrituras. En el Nuevo Testamento, la palabra corazón es sinónimo de persona
¿Quién tiene mi corazón? ¿En manos de quién está? ¿En las mías o en las de Dios?Quién tiene tu corazón…te tiene a Ti.
  • “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” Prov. 4:23  contrapartida con Jeremías  17:9. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
  • “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos” Proverbios 23:26
  • “Oye, hijo mío, y se sabio, y endereza tu corazón al camino” Prov.23:19
¿Qué es guardar? Habla de cuidar, proteger, mantener, conservar, poner en seguridad una cosa. Es importante que guardemos el corazón porque somos lo que hay en él. Lo que soy y hago sale de mi corazón. En la Biblia corazón es sinónimo de alma- Prov. 23:7
Empecemos con la Renovación Extrema de nuestro corazón… para llegar a tener un Corazón como el de Cristo y debo hacerlo limpiando mi corazón del pecado: Despojarme del pecado.
 

  1. UN CORAZÓN LIMPIO:  Salmos 51:10
Toma un momento para identificar tus pecados, aquellos pecados especiales y regalones que guardamos, esos pecados que sólo tú sabes que están. La idea es pesar mi corazón en la balanza de Dios…recordando como dice el salmista en Sal.139:2  que NO están ocultos al Señor. 
David vivió la tristeza de mantener pecado en su corazón y experimentar la miseria de estar alejado de Él. Cometió los pecados más atroces que podemos pensar…y a pesar de esto, fue el hombre de quién Dios dice: “un corazón conforme al corazón de Dios” Hechos 13:22
 La confesión contrita es el puente por el cual cruzamos hacia Dios y hacia la restauración a un corazón limpio. 1° Juan 1:9
2. UN CORAZÓN RENDIDO.      Fil 3:7-14

 
 El ejemplo de Pablo, rendido a lo que realmente era importante: Dios mismo.
  • Rendido al Señor
  • Rendido a Su Voluntad
  • Rendido a Su Palabra
  • 3-UN CORAZÓN SINCERO:       Hebreos 10:22
Cuando nos acercamos al Padre nuestro corazón debe ser sin – cera, es decir, que no haya ningún hueco tapado con cera, como solía hacerse con algunos productos que se vendían en la antigüedad, los cuales, parecían estar en perfectas condiciones y no mostraban defecto, el vendedor fraudulento cubría las rajaduras de los productos de cerámica con cera dando la impresión de que estaban en perfecto estado, cuando en realidad tenían huecos que en poco tiempo dañarían por completo el producto.
Por eso cuando los compradores iban a adquirir uno de estos productos se cercioraban que estuvieran si defecto, sin cera. Un corazón sincero es un corazón que no oculta nada delante de Dios, que se presenta tal como es, que no se viste con el ropaje del legalismo o una aparente santidad, sino que muestra ante el Padre la verdadera condición, las hendiduras y los huecos que aún persisten. La palabra griega usada para sincero tiene una connotación de verdadero. El corazón del adorador debe ser genuino, verdadero, auténtico, sin falsedad oculta. El corazón sincero identifica a “una persona que es honesta, genuina, comprometida, confiable y sin engaño”

El corazón sincero es aquel que abandona toda confianza en sí mismo y se rinde por completo ante los méritos de la sangre de Cristo y confía solamente en esto para entrar al Padre, pues, sabe que no tiene la capacidad para limpiar su corazón de sus perversiones, sino que confía de manera plena y absoluta en la obra de Cristo en la cruz. Un corazón sincero es aquel que se somete al Señorío total de Cristo sobre su vida.

martes, 26 de agosto de 2014

!!! FELIZ CUMPLEAÑOS ¡¡¡ APÓSTOL ELENA

Este pasado domingo pasado domingo tuvimos predicando a nuestra hermana Ana Kenia, donde no enseño que no queramos siempre ser lo primeros en todo porque casi siempre es mejor ser segundos, servir y no servidos.
También tuvimos el cumpleaños de nuestra Apóstol Elena Flores aquí tenéis algunas fotos la verdad que fue una mañana super completa.

!!! FELIZ CUMPLEAÑOS ¡¡¡

viernes, 22 de agosto de 2014

jueves, 21 de agosto de 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

«NI ARREPENTIMIENTO NI REMORDIMIENTO»

Lentas, solemnes, llenas de unción religiosa, se elevaron las bellas notas del Avemaría. La inmortal melodía de Franz Schubert, bien cantada, brotaba de los labios de Robert Solimine, joven de diecisiete años de edad.
Con los ojos cerrados, aquel joven elevaba su alma a Dios cuando, de repente, la melodía se interrumpió. Una cuerda delgada pero fuerte detuvo el canto. Con esa cuerda James Wanger, otro joven de diecinueve años de edad, estranguló a Robert, extinguiendo su voz junto con el Avemaría. Y sólo porque no podía soportar la oración de Solimine.
He aquí un caso extraño. Robert Solimine, la víctima, era una persona de profunda convicción religiosa. Trataba de hacer ver a sus amigos los resultados destructivos de una vida de drogas y de licor. Un día se le ocurrió cantarles el Avemaría. El resultado fue ira, amenaza y estrangulación.
El juez le dijo a James Wanger, el asesino: «No puedo ver lo que hay dentro de ti; pero sí veo que no hay ni arrepentimiento ni remordimiento.» Y lo condenó a cadena perpetua, con la posibilidad de solicitar la libertad condicional cuando cumpliera cincuenta y siete años.
Es difícil comprender cómo puede haber personas que en esas circunstancias no manifiestan, según lo expresó aquel juez, ni arrepentimiento ni remordimiento. Tienen la conciencia encallecida, los sentimientos muertos y un corazón de piedra, tan endurecido que no sienten nada. Respiran, viven y actúan, pero no saben lo que es sentir culpa ni pedir perdón.
Si bien el juez no podía ver el interior de James Wanger, Dios sí podía verlo. Porque Dios ve el corazón, la conciencia y los pensamientos de todos los seres humanos. Él nos ve al trasluz porque es Dios y sabe todo lo que estamos imaginando.
El apóstol Juan, viendo cómo las multitudes se acercaban a Jesucristo debido a sus milagros, escribe: «Jesús no les creía porque los conocía a todos; no necesitaba que nadie le informara nada acerca de los demás, pues él conocía el interior del ser humano» (Juan 2:24,25).
Cristo sabe lo que hay dentro de nosotros. Él sabe todo lo que pensamos y sentimos, y hasta sabe si nuestros pecados nos duelen. Sin embargo, si nos arrepentimos de todo corazón, Él corresponderá a ese arrepentimiento sincero. Es más, antes que lo expresemos con los labios, Él ya nos estará perdonando. Pero conste que tiene que ser un arrepentimiento genuino. Que la emoción del Cristo crucificado invada nuestro ser, de modo que podamos decir sinceramente: «¡Perdóname, Señor, todos mis pecados!»
Hermano Pablo

LA PRIMERA Y ÚLTIMA CITA

Cumplía dieciséis años. La edad florida. La edad de vestirse de largo y usar tacones altos. La edad de la primera cita y del primer baile sin la vigilancia de la mamá. La edad de salir a divertirse con el primer novio. ¡Con razón Lilia Barajas, de Caracas, Venezuela, comenzó feliz la noche! Era la noche de los dieciséis años recién cumplidos.
—Tengo una cita con la felicidad —le dijo a su madre, Lupe Barajas.
Y la madre respondió:
—Ten cuidado.
A sólo dos cuadras de su casa, al cruzar una esquina con su amigo, la atropelló un auto manejado por un borracho. Esa misma noche Lilia murió en el hospital a causa de heridas masivas en el cráneo. Durante su cita con la felicidad se interpuso una cita con un conductor intoxicado.
La crónica policial de los diarios nos trae la misma información de continuo: un conductor borracho atropella a un transeúnte, a quien mata o hiere de gravedad. ¿Y qué del conductor? Casi siempre huye. Escapa a toda carrera por donde puede. Y siempre deja desamparada a la víctima de su vicio. El tal macho bebe hasta embriagarse, pero no es lo bastante hombre como para encarar las consecuencias de sus acciones.
Por eso lo hemos dicho mil veces y lo seguiremos repitiendo: el alcohol es el enemigo del hombre. El alcohol es bueno cuando se aplica externamente —por ejemplo, para desinfectar heridas y masajear músculos doloridos—, pero es muy dañino cuando se aplica internamente, bebiéndolo a destajo.
Ya lo advierte la Biblia: «No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces» (Proverbios 23:31‑33).
El alcohol, la droga y el juego son vicios que dominan a su víctima. Anulan la libertad, nublan la conciencia, entorpecen la inteligencia y rebajan el discernimiento moral. El alcohólico, el drogadicto y el jugador pueden llegar al extremo de matar a sus propios hijos cuando es amenazado el imperio de su vicio.
Por su propio bien y el de todos los suyos, el esclavo del vicio necesita acudir a Jesucristo. Sólo Cristo puede librarlo de esos destructivos dueños del alma. Sólo Cristo da el poder para vencer cualquier vicio. Sólo Cristo da la fuerza para llevar una vida libre. Sólo Cristo da vida nueva. Lo único que el alcohólico y el adicto tienen que hacer es rendirle su corazón y su voluntad a Cristo. Basta con que le digan, en un acto de entrega total: «Señor, soy tuyo. Recíbeme hoy.»
Hermano Paablo


martes, 12 de agosto de 2014

AUDITORIO KAIROS

Fotos sobre algunos eventos realizados en el Auditorio kairos