lunes, 2 de mayo de 2011

BUSCAR SATISFACCION

Lectura: Isaías 55:1-6.
"¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?" Isaías 55:2
En lo que respecta a resolver rompecabezas, todos sabemos que, para disfrutar de un resultado satisfactorio, se necesitan todas las piezas. En muchos aspectos, lo mismo sucede con la vida. Pasamos los días acomodando cosas, con la esperanza de elaborar un cuadro completo uniendo todas las partes desparramadas.
Sin embargo, a veces parece que falta una pieza. Quizá hemos estado procurando conseguir las que no corresponden al rompecabezas. Aunque sepamos que la vida ha perdido su pieza principal si Dios no ocupa el centro de todo, ¿vivimos como si esto no importara? Y, aunque asistamos habitualmente a la iglesia, ¿es Él la apasionante esencia de nuestra existencia? En ocasiones, nos acostumbramos a sentirnos lejos de Dios. Esto hace que resulte más fácil pecar e impide que percibamos que nos falta algo importante.
Pero, sin importar cuánto nos hayamos alejado de Dios, Él desea que nos acerquemos. A través del profeta Isaías, apeló a Su pueblo, diciendo: «¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura» (Isaías 55:2).
Si te falta algo en la vida, recuerda que Dios es el único que puede satisfacerte plena y abundantemente. Permítele que complete el cuadro de tu vida.
Todo corazón tiene un anhelo que sólo Jesús puede satisfacer.

«POR CADA MILLA, UN HOMBRE»

Negro y oscuro era el socavón de la mina. «Con luz fosforescente de cocuyos», como decía el poeta Guillermo Valencia, los mineros horadaban el duro vientre de la montaña. Los picos y barrenos hacían saltar pedazos de roca. Y cada minero pensaba en dos cosas: en la familia que dejó arriba, y en el gas metano que en cualquier momento podría escapar.

En efecto, el traicionero gas comenzó a salir. Veinte segundos antes que sonara cualquier alarma, se produjo la explosión. Ciento veintiún mineros murieron quemados en Kozlu, pueblo minero de Turquía, y más de treinta quedaron gravemente heridos. Fue un desastre minero más. «Por cada milla de galería, la vida de un hombre» es la frase muy cierta de los mineros de todo el mundo.

Duro, fatigoso y mal pagado es el trabajo de los mineros. Para ganarse la vida deben bajar a galerías oscuras en las entrañas de la tierra, sin aire y sin luz. Deben hacer trabajo de topos, cavando túneles en busca de metal, o de carbón o de diamantes.

De vez en cuando se produce una explosión, y cientos mueren aplastados por olas de piedra. El 26 de abril de 1942, por ejemplo, se produjo en Honkeiko, China, un desastre minero que cobró la vida de mil quinientos setenta y dos hombres. Fue uno de los más devastadores desastres de los tiempos modernos. De ahí surgió el dicho: «Por cada milla, un hombre.» Es el precio que hay que pagar.

Los mineros han expresado su condición con la frase: «Por cada milla, un hombre», pero hay otras situaciones similares. Podríamos decir: «Por cada copa de licor que expende la destilería, un hombre.» «Por cada sobrecito de polvillo blanco que los traficantes de drogas venden, un hombre.» «Por cada ficha que rueda en el tapete verde, un hombre.» «Por cada aventura amorosa ilícita que afea y ensucia y mancha, un hombre.»

Lo triste es que en cada una de estas situaciones y otras como ellas, no es sólo un hombre el que queda tirado junto al camino. Es el hombre, su esposa, sus hijos, y cuantos más miembros de la sociedad forman parte del caído. Por cada error humano, sólo Dios sabe cuántas almas se balancean suspendidas sobre el abismo de la muerte antes que la débil cuerda, en el momento menos pensado, se corta.

Jesucristo puede rescatarnos de todos esos abismos. Él salva, redime, regenera, y rescata. Entreguémosle nuestra vida. No tenemos que seguir siendo víctimas. Cristo desea redimirnos.

Hermano Pablo