viernes, 5 de diciembre de 2008

LA MADUREZ NO VIENE CON LA EDAD

Una de las señales de la madurez es la capacidad de una persona de aceptar la responsabilidad de su propio talento, de desarrollar diligentemente las habilidades inherentes que le fueron dadas por Dios, y de utilizarlas al máximo con gozo y acción de gracias. La persona que haga esto podrá tener éxito a cualquier edad…
Víctor Hugo escribió su primer drama a los 15 años.
¡Juan de Medeci tenía 15 años cuando se convirtió en cardenal!
Rafael pintó sus obras maestras antes de morir a la edad de 37 años.
Tennyson escribió su primer volumen de poesías a los 18 años.
Pascal escribió sus grandes obras entre los 16 y su muerte a los 37.
Juana de Arco hizo toda su obra y fue quemada en la estaca a los 19 años.
Rómulo fundó Roma a los 20.
Calvino se unió a la Reforma a la edad de 21 años y escribió sus famosos Institutes a los 27.
Alejandro el Grande había conquistado su mundo cuando tenía 23 años.
Isaac Newton tenía 24 cuando dio a conocer la ley de gravedad.
McCormick inventó la segadora a los 23 años.
Charles Dickens escribió Oliver Twist a los 25.
La edad no tuvo nada que ver con el genio de estos grandes personajes. Ellos simplemente aceptaron la plena responsabilidad de los dones que Dios les había dado y no perdieron el tiempo mientras usaban cada oportunidad en su máximo potencial.
La madurez no viene con la edad; viene con la aceptación de la responsabilidad.
1 Corintios 13:11Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño.

AL REVES

Lectura: Marcos 7:9-23
. . . del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, . . . las maledicencia, la soberbia, la insensatez. -Marcos 7:21-22
Comprar un melón es una tarea difícil. Sin importar su aspecto, ¡es difícil decir si el melón está bueno o no! Así que le doy de golpecitos, lo golpeo más fuerte, y, si nadie está mirando, lo aprieto -y luego me lo llevo a casa sólo para descubrir que está malo por dentro.
Cuando los fariseos se irritaron porque los discípulos de Jesús no se lavaron las manos ante de comer -una violación a una de sus tradiciones- Jesús de inmediato les desafió. «Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición» (Mr. 7:9). Incluso les llamó «hipócritas» y explicó que lo que sale del interior de una persona es lo que le «contamina» y no al revés.
Si no tenemos cuidado, podemos llegar a obsesionarnos con tener una buena apariencia exterior y olvidarnos de lo que realmente importa. De hecho, cuando llegamos al punto de guardar todas las reglas «correctas», puede que nos enorgullezcamos de nosotros mismos y que seamos sentenciosos con los demás. Pero albergar amargura, aferrarnos a actitudes de crítica, y tenernos en demasiada estima son el tipo de contaminación que nos hace culpables del cargo de «hipócritas» que Jesús pronuncia.
Así que no pierdas el verdadero objetivo. Recuerda, son las cosas del interior -tu corazón, tus pensamientos, tus actitudes- las que realmente importan.
Lo que Le importa a Jesús es lo que está en el interior.