miércoles, 27 de julio de 2011

DIARIO DE UNA JOVEN ASESINA

Era su librito de apuntes diarios, apuntes que iba haciendo, cada día, una joven de catorce años de edad. ¿Qué cosas podría escribir en ese diario? Cosas juveniles: impresiones de muchachos, actividades de colegio, paseos, fiestas.

Pero un día, justamente el primero de enero, la joven escribió: «Querido diario: Es principio de año, y ya no aguanto más. Tengo que quitarme de encima una carga que ya no puedo llevar. Yo maté a mi hermanita.»

El diario sigue narrando: «Fui hasta su cuarto y le dije que la quería mucho. Cubrí, entonces, su boca, y la sofoqué. Tú, mi querido diario, eres a quien primero le cuento. Gracias. Ahora me siento mejor.»

Ya hacía cinco meses que esta adolescente había matado a su hermanita de cuatro años de edad. Cuando hallaron el cuerpo de la chiquita, el médico forense determinó que era «muerte por asfixia traumática». La investigación no produjo ningún resultado. Pero sucedió que los padres de la hija mayor descubrieron su diario.

Por más que querramos callar la voz de nuestra conciencia, no podemos. Tarde o temprano su grito se oirá.

¿Qué está pasando en los hogares, en las familias, en los adolescentes? Esta joven no carecía de nada. Tenía buenos padres, buena casa, buen colegio, buenos amigos, buena ropa, buen calzado, buenas cosas. ¿Por qué, de un modo sorpresivo y brutal, mató a su hermanita?

En parte tiene que ver con la violencia que los adolescentes ven en la televisión, la cual se va acumulando en su psiquis. Cuando ésta se llena a más no poder, el adolescente no tarda en poner en práctica más de alguna de esas cosas.

Tampoco se descarta la posibilidad de los contactos con sectas extrañas. Lo que padres incautamente podrán llamar «chifladuras de adolescentes» puede que sean relaciones, incluso satánicas, cosa que está más extendida de lo que parece.

La fuerza moral más potente del mundo está en Jesucristo. Si nosotros, como padres, descuidamos nuestra propia vida espiritual, con eso dirigimos a nuestros hijos por el camino de la perdición.

Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida. Tanto nosotros como nuestros hijos necesitamos ese poder. Sólo Cristo nos pone a salvo de toda fuerza maligna. Él desea ser nuestro Señor. Coronémoslo Rey de nuestra vida hoy mismo.

Hermano Pablo

NO TE JUBILES

Lectura: Números 8:23-26.
"Después […] podrán seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes" Números 8:26 (NVI)
Los primeros que escalaron el monte Everest, la montaña más alta del mundo, fueron Edmund Hillary y Tenzing Norgay, en 1953. Hillary tenía sólo 33 años. Su hazaña le dio fama, riqueza y la certeza de que ya había vivido una vida extraordinaria.
Entonces, ¿qué hizo durante los 55 años restantes? ¿Se jubiló y descansó en los laureles recibidos? Para nada.
Aunque Hillary ya no tenía montañas más altas para escalar, eso no lo detuvo. Logró otras metas notables, incluso un esfuerzo conjunto para mejorar la asistencia social al pueblo nepalés que vivía cerca del Everest; tarea que continuó hasta su muerte en el 2008.
¿Sabías que Dios les dijo a los levitas que se retiraran de sus obligaciones habituales a los 50 años de edad? (Números 8:24-25). Sin embargo, no quería que dejaran de ayudar a otros, sino que les indicó que podían «seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes» (v. 26). No podemos tomar este incidente como una enseñanza específica sobre la jubilación, pero sí considerarlo una indicación implícita de Dios de que es una buena idea seguir sirviendo a los demás después de jubilarnos o retirarnos de la vida laboral.
Muchas personas sienten que, cuando se jubilan, ya no tienen nada significativo para hacer. Sin embargo, como en el caso de los levitas y de Sir Edmund Hillary, podemos reenfocar nuestras metas al retirarnos y dar de nuestro tiempo para ayudar a otras personas.
La vida cobra un nuevo sentido cuando la invertimos en otras personas.

SIEMBRA

Brille o no el sol, verano o invierno sea,
Recorre la montaña, el soto, el llano;
Cual Cristo la Palabra en Galilea,
Sembrar es tu misión si eres cristiano.

Siembra do quiera la verdad divina,
Siémbrala con afanes, con dolores;
Que al soplo del Espíritu germina
Planta que al cielo da frutos y flores.

Quizás alguna vez tu planta herida
Sientas por las espinas del sendero;
¿No ves con ellas de Jesús ceñida
la frente augusta en el fatal madero?

Siembra, no temas, en la peña dura,
Deja en la roca estéril caer el grano,
Que suele hallar la gracia una hendidura
En el granito del orgullo humano.

En las arenas siembra del desierto,
Donde el rocío suave no descienda;
Tú animarás el corazón ya muerto
Con esa vida que tu amor encienda.

Siembra, que no te arredre el egoísmo,
Siembra do la impiedad blasfemias lanza,
Y en el camino, el fango, en el abismo,
Verás brotar la flor de la esperanza.

No importa, no, que el labrador sucumba,
Antes que la simiente rompa el suelo,
Que al traspasar las puertas de la tumba
Su mies guardada encontrará en el cielo.