jueves, 7 de enero de 2010

AMOR DE UN PADRE

Los turcomanes, nombre dado a muchas tribus del Asia Central, son célebres por la fuerza de sus afecciones naturales. En prueba de esta aserción se cita el siguiente caso:

"Al fin del siglo xviii, Persia fue gobernada por un rey turcomano llamado Kurreem Kham, probablemente uno de los mejores que jamás había empuñado el cetro de aquel país. Un día llegó a él la noticia de que doce hombres habían sido robados y muertos bajo las mismas murallas de Shiraz, capital de su imperio. A pesar de las pesquisas de la policía, por mucho tiempo no fue posible descubrir a los criminales.

Por último se descubrieron, resultando ser de la misma tribu que el rey pertenecía. Encausados y probado su crimen, el rey dio órdenes de que todos sufriesen pena de muerte, a pesar de los muchos empeños de sus parientes y amigos.

Cuando los criminales fueron sacados de la cárcel para sufrir su sentencia, movió la compasión de todos ver entre todos a un joven como de 20 años, y este sentimiento fue cambiado por un verdadero dolor de corazón, cuando vieron a un anciano adelantarse al rey y pedir permiso para hablarle; le fue concedido y el anciano habló en los siguientes términos:

-¡Rey, tú has jurado que estos criminales debían morir, y es justo; mas yo que no soy criminal, me presento a ti para pedir una gracia a mi soberano. Mi hijo es joven, él ha sido seducido a cometer el crimen, la justicia reclama su vida, mas, ¡oh rey!, el joven no ha probado aún las dulzuras de la vida, y acaba de desposarse. Yo me ofrezco para morir en su lugar. -Ten misericordia! Acepta al anciano y perdona al joven; déjale vivir para beber las aguas y cultivar las tierras de sus abuelos.

El rey se conmovió en extremo al oír la petición del abuelo; mas no podía perdonar al criminal. Su crimen, había sido de homicidio. Pero vio la oportunidad de dar una lección a su pueblo del amor paterno y aceptó la propuesta del anciano. El hijo fue puesto en libertad y el padre murió en su lugar.

"Dios encarece su caridad para con nosotros porque siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros"

Romanos 5: 8.

EL ARBOLITO DE NAVIDAD


Joseíto, de apenas cuatro años de edad, se levantó temprano, como siempre. La noche anterior se había quedado dormido antes que las personas mayores salieran a comprar el arbolito de Navidad. De vuelta con el árbol escogido, lo habían adornado con una guirnalda de bombillitas multicolores, con brillantes esferas doradas, plateadas y de diversos matices, y con un cordón de oropel que hacía una espiral perfecta desde la base hasta la copa.

Al verlo, Joseíto se quedó encantado. Era realmente fascinante ese árbol que de la noche a la mañana se había aparecido en su casa. De ahí en adelante, durante los demás días de Navidad, no pudo resistir el deseo de sentarse por largos ratos frente a él para admirarlo. Era tal el encanto que aquel arbolito ejercía sobre él, que lo contemplaba en absoluto silencio.

Pasado el Día de los Reyes, las personas mayores decidieron que ya era hora de quitar el arbolito. Así que lo despojaron de todos sus adornos y lo arrojaron casi seco al traspatio, ante los ojos de Joseíto, que lo observó decepcionado y dijo: «¡Ah, si era una mata!»1

Con esta anécdota de su obra titulada Cosas de muchachos el escritor y médico cubano Mario Dihigo nos lleva a reflexionar sobre las etapas de la vida por las que todos pasamos. Primero pasamos por la etapa de la inocencia, que poco a poco va cediendo ante la de la decepción, y ésta, tarde o temprano, cede a la etapa de la malicia. Es triste que a la par con nuestra personalidad, también tenga que cultivarse este aspecto oscuro de nuestra naturaleza humana. Se debe a una condición que los teólogos llaman «depravación», es decir, la tendencia humana a hacer lo malo. Para los que piensan lo contrario, que somos buenos por naturaleza, debiera bastar para convencerlos de su error el observar la conducta de los niños, que no necesitan que nadie les enseñe a ser egoístas y rebeldes.

Ahora bien, si damos por sentado esa depravación humana que nos caracteriza, entonces más vale que aprendamos a prever que otros nos van a desilusionar. ¡Cuántas «matas» en nuestra vida no fueron una vez encantadores árboles que admirábamos! Seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, jefes y hasta religiosos nos han decepcionado, todas ellas personas a quienes respetábamos, pero que ahora tenemos en poca estima.

Frente a esta triste realidad, ¿qué debemos hacer? Como primera medida, debemos examinarnos a nosotros mismos y pedirle a Dios que nos limpie de todo pecado. Pues cuando tenemos el corazón limpio, es más probable que seamos un árbol admirable y no «una simple mata» a los ojos de nuestros semejantes. Y luego debemos pedirle a Dios que nos ayude a perdonar a los que nos han decepcionado, así como Él nos perdona a nosotros que tampoco merecemos su perdón. Al fin y al cabo, todos somos matas, pero también somos árboles en vías de desarrollo.

Carlos Rey

PROSIGUE

¡Prosigue!


”Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado;
pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta,
al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”


Fil. 3:13-14


En esta carrera para ser semejantes a Él y amarle, olvido el pasado, vuelvo la cara a Jesús y me concentro en Él. Muchas veces miramos demasiado hacia atrás, lamentándonos por la pérdida del brillo del ocaso… y eso no nos deja ver el camino que tenemos por seguir , por andar… en Él.

“Prosigo” significa: correr con el supremo esfuerzo y sugiere una dedicación activa e intensa, pero recurriendo a la gracia y la fortaleza de Dios en cada paso del camino. Debo conocer el propósito de Dios para mi vida: una vida que le glorifique a Él.

“Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes
flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová
tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como
las águilas; correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán.”


Isaías 40:30-31


Terminar la carrera no es fácil. Nos caemos, aprendemos a levantarnos y proseguir con la mirada puesta al premio del supremo llamamiento.

Veamos algunos personajes bíblicos que corrieron la carrera hasta el final:

Abraham A lo largo de su vida Abraham obedeció a Dios: mudándose, viviendo en tiendas, una vida nómade. El murió sin ver el cumplimiento de las promesas de Dios de tierras, un gran número de descendientes y una gran bendición. Gn. 12:1-3, Heb. 11:39. Podría haber abandonado la carrera, ”Pero anhelaban una mejor, esto es, celestia l; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. He.11:16”

David 1 Crónicas 22:5.19. Él quería construir un templo, Dios le dice que no, pero pasó los últimos años reuniendo materiales para Salomón.

Pablo Sus últimos años escribiendo cartas desde la cárcel, ofreciendo ánimo, exhortación y consuelo por medio de su pluma.

Las personas pueden decir “no”, las circunstancias pueden decir “para”, todo tu ser puede gritar “ no más”… pero Dios nos insta, en Su fortaleza y Gracia, a proseguir.

Enviado por: Alejandra L.

¿Y QUIEN ES EL?

Llega la navidad y cada año, una cara cubierta de pelo blanco, con un gorro rojo y traje del mismo color adorna casas, comercios y calles. Y quién es él?
La leyenda cuenta así:
“Hace miles de años, llego al planeta Tierra un bello ser que provenía de una galaxia muy lejana. Vivió en la zona que hoy se conoce como Escandinavia. Con su contagiosa alegría y su poder de precipitación, iba impartiendo, de zona en zona sus conocimientos sobre la vida en otros universos. Era alto, delgado y de aspecto muy juvenil. Su cuerpo emanaba brillante luz de tonalidad rojo-dorada.”
Ese personaje hoy en día, es algo grueso y con barba blanca, ya que la leyenda le describía como un ser bello, hermoso. Era rubio, con ojos azules grandes, cara ovalada, figura delgada y alta.
El aspecto de hoy en día se lo debemos a Coca Cola que lo eligió para sus anuncios navideños hace muchos años y le vistió con sus propios colores rojo y blanco
Es una tradición, como hemos dicho nórdica, que nada tiene que ver con el origen religioso y cristiano de nuestra navidad latina. La Navidad conmemora y celebra la llegada del niño Dios Jesús, que poco tiene que ver con el Espíritu de la Navidad o Santa Claus.
Lo más triste de todo esto, es que este personaje regordete, ha ido desplazando el personaje central de lo que se celebra. Jesús, es el personaje central en la historia de la humanidad, pero en las navidad, poco se habla de él, poco se adora a él y cada día la fiesta gira más en torno a este personaje vestido de rojo y a los seres humanos. Se olvida o ignora la gran historia del envio del hijo amado de Dios a esta tierra como el más grande regalo para el mundo.
El personaje central, no solo de navidades, sino de cada día en nuestra vida y en la historia de la humanidad, es Jesús, el Cristo de Gloria y Poder quien irrumpió en este mundo no lleno de cajas de regalos sino con sus manos llenas de bondad y misericordia, esas manos que fueron clavadas, para que hoy tú y yo seamos libres.
Desplazemos al personaje de rojo y pongamos en el centro de nuestro corazón aquél que derramo su sangre roja en el calvario, para darnos salvación y vida eterna.
Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo.
Y José su marido, siendo un hombre justo y no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto.
Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo.
Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había hablado por medio del profeta, diciendo:
He aqui, la virgen concebira y dara a luz un hijo, y le pondran por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros.
Mateo 1:18-23

EL INOCENTE


Lectura: Génesis 18:22-33.
"El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" Génesis 18:25
John Grisham es famoso por sus novelas judiciales: historias de acción sobre abogados y víctimas, autoridades y malhechores. Sin embargo, su libro The Innocent Man (El Inocente) no es una historia de ficción.
Es una historia de injusticia de la vida real. Cuenta acerca del brutal asesinato de una joven y de los dos hombres que, aunque eran inocentes, fueron condenados y sentenciados a muerte por el crimen. Sólo con la llegada de la prueba de ADN se demostró su inocencia y se salvaron de ser ejecutados después de 17 años de injusto sufrimiento. Finalmente, después de una larga espera, prevaleció la justicia.
Todos desean la justicia. Pero debemos reconocer que nuestra debilidad hace difícil que la administremos de forma perfecta. Podemos sentirnos inclinados a la venganza y, en nuestra búsqueda de ella, causar víctimas.
Es útil recordar que sólo en Dios se puede encontrar la justicia perfecta. Abraham lo describió con la pregunta retórica: «El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?» (Génesis 18:25). La respuesta necesaria es sí. Pero aún más, Su tribunal es el único lugar donde podemos tener la certeza que prevalecerá la justicia.
En un mundo lleno de injusticia, podemos tomar aquellas que se cometen contra nosotros, entregárselas al Juez de toda la tierra y confiar en que Él hará justicia en última instancia.
La vida no siempre es justa, pero Dios es siempre fiel.

FAMILIA PASTORAL



La familia pastoral quiere desearos unas Felices Fiestas a todos los miembros de la iglesia la Paz y también a todos los que puedan ver este bolg.
Celebremos la Navidad dando honor a quien realmente lo mereces:JESÚS.