lunes, 1 de febrero de 2010

VALORES

Una reciente investigación del Deutsche Bank concluyó que “la poca relevancia de las instituciones religiosas se muestra en cuanto a la formación de valores. Sólo un 14 % de los jóvenes encuestados menciona a su comunidad religiosa, a las bases de su religión, como fuentes de las cuales más aprendieron sobre las reglas y valores sociales con lo cual, en la formación de valores, las instituciones religiosas se encuentran en el penúltimo lugar, entre 8 opciones presentadas”
(Jóvenes Hoy: Segundo Estudio Sobre la Juventud en la Argentina, Editorial Planeta, página 35).
Tiempo atrás una profesora de filosofía dijo algo que me llamó poderosamente la atención. “Me molesta cuando alguien se lamenta diciendo que los valores de nuestra sociedad se han perdido”, afirmó bastante airada, y añadió: “esto es absurdo, porque nadie puede vivir sin valores”. Y seguí explicando: “El problema no es la ausencia de valores, sino los diferentes objetos en torno a los cuales enfocamos nuestros valores”.
Y entonces entendí que cuando una persona le es infiel a su cónyuge, cuando un político cede ante la corrupción, en el momento en que un joven prueba las drogas, el instante en el que alguien se quita la vida, cuando los hijos ignoran a sus padres ancianos y en tiempos en que muchos se dejan vencer por el consumismo, podemos afirmar que los valores no se han perdido… todo lo contrario: han sido reenfocados hacia el placer y la satisfacción personal.
Quienes lamentan la aparente pérdida de los valores, intentan expresar su tristeza porque la fidelidad, la integridad, la sana diversión, la religión, la vida, la familia y el contentamiento, han dejado de ser motivos por los cuales sacrificar los deseos personales, y se ha reincidido (como humanidad) en la práctica del hedonismo.
Uno de mis autores favoritos, Ernesto Sabato, escribió: “les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera [...] Hay algo que no falla y es la convicción de que únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana” (La Resistencia, Seix Barral, pp. 11-12).
El libro de Proverbios dice: “La sabiduría y el conocimiento valen más que las piedras preciosas; ¡ni los tesoros más valiosos se les pueden comparar! Aprende a tomar buenas decisiones y piensa bien lo que haces. Hacerlo así te dará vida y los demás te admirarán. Andarás por la vida sin problemas ni tropiezos. Cuando te acuestes dormirás tranquilo y sin preocupaciones” (Proverbios 3:15, 21-24, 35).
¿Y usted? ¿Qué toma en cuenta a la hora de establecer sus valores.
Fuente: www.cristianfranco.org

UNA BRECHA EN LA MURALLA

Lectura: Nehemías 4:7-18.
"Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene[n] del Padre" 1 Juan 2:16
La Gran Muralla China, de 7.600 kilómetros de largo, fue construida para mantener fuera a los invasores del norte. El primer emperador de China, Shi Huangdi, quien vivió entre 259 y 210 a.C., construyó la primera muralla. Pero en 1644 d.C. los manchúes penetraron la Gran Muralla e invadieron China. Lo hicieron sobornando a un general de la dinastía Ming para que abriera las puertas.
Durante la reconstrucción de la antigua Jerusalén, Nehemías entendió el agudo peligro que representaban aquellos que se oponían a la reconstrucción de los muros derruidos de la ciudad. Así que ordenó una vigilancia constante. La mitad de los trabajadores debían mantener la guardia mientras que la otra mitad reconstruía los muros (Nehemías 4:13-18).
Como cristianos, debemos ser vigilantes para que nada haga una brecha en nuestras defensas espirituales. Ni siquiera el más maduro de los creyentes jamás puede darse el lujo de bajar la guardia.
El apóstol Juan nos advierte de los enemigos desde tres direcciones. Los identifica como «los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida» (1 Juan 2:16). Estos enemigos nos atraen alejándonos de Dios y Su Palabra, y dejando un espacio abierto para que el enemigo se cuele.
Estemos alertas a lo que nos seduce hoy. Un desliz abre la puerta al pecado, lo cual a su vez puede que se transforme en un hábito que nos sojuzgue. No permitas una brecha en la muralla.
Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. —1 Juan 2:17