jueves, 13 de noviembre de 2008

MI IGLESIA (Rene Gonzalez)

NADA CON ESCESO

Comenzó a entrenar a los cuatro años de edad. A los diez, ya había ganado varios premios. Su pasión era la gimnasia de exhibición. Su sueño: ganar medallas de oro en los juegos olímpicos.

A los dieciséis años, en una de las competencias, estuvo a punto de sacar el puntaje perfecto. Todos le auguraban un brillante porvenir. Pero Christy Henrich, joven gimnasta escandinava, tenía un problema. Estaba obsesionada con la idea de que estaba engordando, aunque no era así.

A los diecinueve años ya no pudo competir más. Su obsesión la había dominado. Finalmente, a los veintidós, Christy Henrich falleció. Murió de anorexia nerviosa, pesando sólo veintinueve kilos. Su obsesión la había matado.

He aquí una joven que pudo haber tenido grandes éxitos. Perfeccionó su arte. Ganó muchas medallas. Alcanzó la perfección, casi a la altura de Olga Korbut, la atleta rusa, y Nadia Comaneci, la rumana. Pero le entró la obsesión de la gordura. Desoyó los consejos de médicos y familiares, y dejó de comer. Y su bello cuerpo se fue consumiendo hasta que le fallaron todos los órganos.

Las obsesiones, las fobias, las pasiones y las ansiedades pueden dominar todo nuestro ser a tal grado que nos hacen inútiles. Los afanes de la vida, cuando controlan la voluntad, se vuelven destructivos.

Tenemos que aprender a matizar nuestra existencia. «Nada con exceso» era la máxima de Epicteto, el estoico filósofo griego del siglo primero de nuestra era. Dios no nos hizo para las obsesiones, las pasiones, los frenesíes y los fanatismos. Nos hizo para la sobriedad, la mesura, el equilibrio, la armonía.

«No se inquieten por nada —escribió el apóstol Pablo—; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias» (Filipenses 4:6). Vivir libres de pasiones y obsesiones es la clave de la vida prudente, moderada y satisfecha. Esa es la vida que Dios quiso que su creación llevara.

Ahora bien, ¿cómo puede el ser humano despojarse de tantas fobias y obsesiones? Entregándole su vida a Cristo. La persona que no tiene a Cristo en el corazón será para siempre víctima de pasiones desorbitadas.

Es que sólo Jesucristo —Señor, Salvador y Maestro perfecto— puede darnos esa estabilidad, ese equilibrio y esa moderación ideal. Cuando Él entra a nuestro corazón, transforma nuestro modo de pensar, y todos nuestros móviles cambian. Sometámonos a su divina voluntad. Él quiere ser nuestro mejor amigo.

Hermano Pablo.

HOY..SERAS MI AYUDADOR Y MI ESPERANZA

Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en el Señor, su Dios Salmo 146:5.
Muchos han sido los días que al amanecer parecen pesados y mi cuerpo y mi alma parecen no tener fuerza para enfrentar las demandas diarias. Cuantos han sido los amaneceres que parecen atardeceres, porque las circunstancias del día anterior han empañado los cristales de mi vida. Hoy, sin embargo, quiero meditar y sentir y pensar que aunque parezcan los días así, puedo tener la bendición de tener a Dios como mi ayudador y mi esperanza..Cuando casi no puedo caminar, Dios llega a mi con su fuerza y poder y me levanta. El es el Dios de Jacob, porque cuando Jacob había perdido la esperanza el Señor se le apareció y luchó con él y lo bendijo. Eso es precisamente lo que necesito su bendición. Su bendición es aliento a mi ser y elixir de fuerza para mi espíritu.
.Bienaventurado…o completamente feliz aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob. Si, felicidad total llega cuando quien nos ayuda en medio de la debilidad es el Dios de Jacob, quien a la vez es mi Dios. Bienaventurado o completamente feliz aquel cuya esperanza está en el Dios todopoderoso. En un mundo en el cual se pierde la esperanza en relación a la salud, las finanzas, el trabajo, las relaciones, la familia y el futuro, se levanta la más grande esperanza que necesitamos como seres finitos y débiles…y la esperanza es Dios. Quien hizo los cielos y la tierra no solo me ofrece hoy ser mi ayudador, pero también me ofrece la esperanza.
“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en el Señor, y tome aliento o esperanza vuestro corazón” Salmo 31:24. Si un poco más, un poco más de esfuerzo si esperamos en el Señor y tome esperanza nuevamente nuestro corazón.
Padre celestial: En medio de mi camino turbulento, hoy te ofrezco mi alabanza por que tú eres el soberano Rey de todo el universo..Mi esperanza no está anclada en las cosas temporales de esta vida, sino en ti, quien eres la Roca eterna de los siglos..Reconozco hoy, Señor que mi felicidad esta basada en la esperanza que sale de ti. Tu eres la fuente de toda la creación, tú eres la fuente de toda verdad y de toda justicia y eres el suplidor de todas nuestras necesidades, eres comida para el hambriento, emancipador de los cautivos, luz para el ciego y médico para el enfermo, amigo para el extranjero y Padre para el huérfano. Eres mi ayudador y mi esperanza. Amen.

ARMADOS Y EXTREMADAMENTE EFECTIVOS

Lectura: Efesios 6:10-18
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra . . . huestes espirituales de maldad. —Efesios 6:12
Hace algún tiempo, se les confiscó sus armas a los oficiales de la policía en Tijuana, México. Se sospechaba que algunos de ellos habían estado confabulados con narcotraficantes. Al principio, temiendo por su seguridad, la policía dejó de patrullar. Pero finalmente, algunos de ellos regresaron al trabajo —llevando hondas. Pasaron tres semanas antes de que se les devolvieran sus armas, que eran más efectivas.
Aunque todos recordamos a un pastorcito que usó una honda y una sola piedra lisa con gran éxito en su encuentro con un gigante (1 S. 17), muy pocos de nosotros habríamos tenido la valentía de enfrentar violentas amenazas armados con una protección tan enclenque. Pero cada día, aunque a menudo estamos mal preparados, sí enfrentamos una amenaza. Como creyentes, luchamos contra un enemigo que no podemos ver. Nuestra lucha no es «contra sangre y carne sino . . . contra huestes espirituales de maldad» (Ef. 6:12). Sin embargo, el resultado de esta batalla es seguro, Jesús es el vencedor; y usando la armadura y las armas que Él provee, podemos «resistir» (v. 13). Luchamos con Su poder y Su fuerza.
Cada día debemos ponernos la armadura de Dios —la coraza de justicia, el escudo de la fe, y la espada del Espíritu, la Palabra de Dios (vv. 13-17). La preparación y la protección son la clave para ganar las batallas espirituales.
La victoria espiritual sólo viene para aquellos que están preparados para la batalla.