viernes, 31 de enero de 2014

ANDANDO EN SANTIDAD


Ezequiel 44:23 Y enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les
enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio.
Quiero comunicarle una definición de santidad revelada por Dios. Dios puso en mis labios esta
definición y quiero trasmitirsela hoy, no es otra cosa que lo que la palabra de Dios dice pero
expresado para que lo entendamos.
Yo necesito que usted se concentre ya que es muy importante que usted entienda y si es
necesario lea esto varias veces.
La santidad es buscar la ayuda de Dios para hacer las cosas que nos convienen y
realmente debemos hacerlas, es que Dios nos ayude y guíe a que podamos realizarlas.
Vivir en en santidad no es ser un santo (como entendemos nosotros ser bueno y
milagroso).
La santidad es caminar en el camino de la santidad que Dios marca para nosotros.
No somos santos por nuestros hechos, andamos en santidad y eso nos promueve a ser
santos delante de Dios.
Mucha gente piensa que el santo es el que ha hecho cosas buenas o milagrosas, ningún
santo existe que puede haber hecho cosas ni buenas ni milagrosas, solo Cristo fue santo
en este sentido también en su manera de ser y de actuar, por lo tanto nosotros al vivir en
santidad vivimos de tal manera en cual caminamos el camino que Dios a establecido* para
nosotros y repito y ese camino en bueno para nuestra vida.
No sigo mis deseos, mis conveniencias, sigo lo que Jesús me dicta a hacer, hago lo que se que a
Dios le agrada y a mi me conviene.
Andar en santidad le conviene a todas las personas, es la única garantía de bendición y es la
única forma de vivir en paz, con Dios, con los hombres y con nosotros mismos.
La santidad es declararle una guerra a nuestras hormonas, si soy tentado por esto digo „No
eso no me conviene a mi“ eso no conviene a los santos de Dios, eso no agrada a Dios.
Andar en santidad es afectar todo lo que hacemos, es poner a lo que hacemos el sello de lo
correcto. Es actuar como Dios actúa y como Cristo nos enseño.
Debemos andar en santidad por la sencilla razón de que Dios es santo y si andamos con el
andamos por ese camino.
Dios no tiene favoritos en ningún sentido, el va a juzgar a todos por igual, o sea la recompensa
esta clara según como andamos. No podemos andar en Luz y en tinieblas a la vez, la luz y las
tinieblas no son compatibles es más la luz no deja oscuridad por ellos debemos andar el luz.
La santidad nos acerca a Dios y nos lleva a la comunión con el Espíritu Santo. Debemos
pedir a Dios que cree en nosotros un corazón limpio, puro y recto.
Si queremos entrar a la presencia de Dios, si ese es nuestro anhelo, si lo que buscamos al llegar a
su casa (la Iglesia) es ser llenos de la presencia de Dios, en donde seamos librados de toda
carga y opresión diabólica, tenemos que vivir, limpios puros, sin idolatría y mentiras. No
hay presencia de Dios amenos que haya un ambiente adecuado en donde Dios mismo
pueda entrar. NO hay limpieza en donde hay basura, y así es en la presencia de Dios.
Pensamos que vivir en santidad no es fácil, decíamos antes las hormonas, las tentaciones, los
problemas, el orgullo etc. etc. TODO eso y sumado a este mundo en el cual con todas sus cosas
nos arrastra. Pero tenemos que entender que andar en santidad no es un sacrificio sino lo
contrario es ser fortalecido, vea este texto:
Job 17:9 Los justos siguen avanzando,
y los de manos limpias se vuelven cada vez más fuertes
Por lo tanto y a diferencia de como hemos creído vivir en santidad es estar FUERTES,
PLENOS.
Usted quiere agradar a Dios no hay otro camino, no existe otra salida.
¿Está usted andando en santidad?
Si está en pecado: Será libre de culpa y recibirá perdón, si está endemoniado. Será Libre de toda
opresión diabólica, si está enfermo el nos dará sanidad o la vida eterna, si tenemos miedo, el
amor echará fuera el temor. Cuando andamos en santidad experimentamos libertad y limpieza.
Para andar en santidad usted tienen que aprender lo que vimos en nuestro texto central:
diferenciar entre lo santo y lo profano:
Ahora lo santo es:
Apartado para y por Dios.
Lo profano es:
1. adj. Que no es sagrado ni sirve a usos sagrados, sino puramente secular.
2. adj. Que no demuestra el respeto debido a las cosas sagradas.
3. adj. Libertino o muy dado a cosas del mundo.
Vamos a la práctica diaria:
Muchos se preguntarán ¿como hago para saber si es camino de santidad o no?
Sencillo, solo pregunte se a usted mismo: ¿Esto agrada a Dios? si no puede responder
esto busque en la Biblia que dice al respecto, y si no encuentra lo más facial es llamar a un
hermano o un consejero o a los Pastores y pregunte: ¿Está bien esto?
Se anima a caminar en santidad, propongaselo hoy, pacte delante de Dios para este 2014.
Yo le aseguro que si usted anda en santidad recibirá bendición.
José Luis Malnis
Pastor
hay que pedir, hay que hablar y hay que buscar, pero sobre todo hay que confiar en todo y sobre todo en DIOS

CIEN MUERTOS DE ALCOHOL

El fin de semana llegó como siempre, alegre y bullicioso, al poblado de Baroda, estado de Gujarat, India. Las prostitutas salieron a ejercer su oficio, y los salones de bailes se llenaron de bailarines.
Gujarat es el único estado de la India donde se prohíbe la venta de bebidas alcohólicas. Ese sábado por la tarde 251 personas habían sido hospitalizadas, y de ellas murieron paralizadas cien. Otras veinticinco quedaron ciegas, y el resto gravemente enfermas. ¿Cuál era la causa? Tres irresponsables habían vendido clandestinamente licor hecho en las casas con alcohol metílico, un veneno mortal.
El fin de semana dejó de ser alegre para volverse trágico. Los habitantes de Baroda, India, pueblo que ya había tenido tres veces tragedias de esta clase, habían bebido licor hecho con veneno.
En realidad, toda bebida alcohólica es veneno. No todas están hechas con alcohol metílico, pero todas tienen su pequeña o gran dosis de tóxico, que va adormeciendo y entorpeciendo la mente, y convirtiendo al bebedor en un individuo de capacidad disminuida.
La propaganda comercial de licores puede ser muy elegante, muy bien preparada, realizada por expertos del arte; pero los hospitales, las cárceles, los manicomios y los cementerios cuentan una historia muy distinta. Allí no hay placer ni delicias como las mencionadas por la propaganda, sino vómito, sangre, locura, idiotez y muerte.
¿Somos víctimas del alcohol? No tratemos de ocultar nuestra esclavitud. ¿Podemos pasar una semana sin beber? ¿Lo hemos tratado? Muchas veces lo que decimos poder hacer es una cosa y lo que realmente podemos hacer es otra. Seamos sinceros. ¿Podemos de veras pasar una semana sin beber alcohol? Si la respuesta es negativa, necesitamos ayuda.
Hay un grupo llamado Alcohólicos Anónimos que ayuda a las personas esclavizadas por el alcohol. Para reforzar esa ayuda con algo que puede cambiar todo nuestro ser, tenemos que invitar a Cristo a que sea el Rey y Señor de nuestra vida.
Hermano Pablo

CUANDO LA EVIDENCIA NO SE HUNDE

Un tripulante era francés; el otro, italiano. El barco era de matrícula yugoslava y el cargamento procedía de Egipto. El mar era el Adriático y la lancha patrullera era de Italia. Y el reflector de la lancha patrullera apuntó al barco, y el francés y el italiano decidieron hundirlo. Llevaban dos toneladas de hachís, en setenta y nueve bolsas plásticas.
Los dos hombres se lanzaron al mar, con la esperanza de que el hundimiento borrara toda evidencia. Sin embargo, para su sorpresa, todas las bolsas flotaron. La lancha patrullera los rescató del mar a ellos y a cada una de las bolsas. Fueron condenados por contrabando de drogas.
Es algo terrible cuando se comete un delito pensando que pueden borrarse todas las pruebas, y éstas aparecen al poco tiempo brillando como luceros. El asesino queda anonadado; el ladrón queda estupefacto; el estafador queda confundido. ¿Y qué del marido?
Hay esposos que piensan que pueden engañar impunemente a su esposa, y quizá lo hagan varias veces sin ser descubiertos. Pero a la postre los delata un cabello rubio en la solapa, o una carta que queda olvidada en un bolsillo, o una factura por joyas que no han sido regalo para la esposa, o una llamada telefónica anónima. Y comienza la tragedia familiar.
Un antiguo proverbio español dice: «El diablo hace las ollas, pero no las tapas.» Tarde o temprano, el delito se descubre; la falta se evidencia; el pecado se delata solo. Y entonces vienen la confusión, la vergüenza, el hundimiento del prestigio, la ruina de la felicidad.
Antes de que las bolsas de evidencia salgan a flote en la superficie, dejemos de hacer lo malo. Esos votos de amor y de fidelidad que se hicieron ante los testigos, ante el clérigo, ante la novia y ante Dios todavía están vigentes. Además, nadie puede detener el reloj del tiempo, y de aquí a veinte o treinta años será cuando más necesidad habrá del refugio de una compañera que haya sido el deleite de la vida desde el día del matrimonio. No echemos a perder esos últimos años por descuidar los primeros.
Ahora es el tiempo de edificar un hogar sólido. Todo matrimonio puede lograrlo. Sólo hay que dedicar algún tiempo del día para hablar los dos con Dios, haciendo de Él el huésped permanente del hogar.
Hermano Pablo

miércoles, 22 de enero de 2014


Dios nunca te va a obligar, la elección siempre depende de ti tu eliges y no quieras buscar y excusas.

viernes, 17 de enero de 2014

«HÁBITOS INSANOS»

David Fortson era alto, de más de dos metros, atlético, alegre, inteligente, y de apenas diecinueve años de edad. Era el mejor jugador de básquetbol de su colegio en Santa Mónica, California. Pero tuvo una discusión acalorada con un compañero suyo.
En el calor de la contienda, David, que era toda una promesa, recibió un balazo en el pecho. Él murió poco después, mientras que a su asesino lo encontraron en la casa de su novia y lo arrestaron.
El homicida pertenecía a una banda juvenil que tenía por lema una frase impresa en las camisetas de los miembros de la banda, que decía: «Hábitos insanos». Esa frase, hábitos insanos, es lo que le da importancia a esta noticia.
El diccionario describe la primera acepción de la palabra «insano» con dos vocablos: loco y demente. En efecto, podemos calificar de locos y dementes esos hábitos de adolescentes y jóvenes que son la pesadilla actual de padres, maestros, policías, jueces y clérigos. La juventud parece enloquecida. Cada día hay noticias de algún acto insano de parte de jóvenes estudiantes, de muchachas adolescentes y de niños que aún no han doblado el cabo de los diez años.
Quizá no sea tan extraño el hecho de que estos hábitos insanos son siempre actos de violencia, o de rebeldía, o de fiestas licenciosas en que se bebe licor a mares, se usan drogas y narcóticos sin medida y se practica el sexo libre, que nunca es libre, y todo esto, sin conciencia.
Algo que contribuye a esta insania es la televisión. No hace mucho una sociedad estudiantil manifestó que mucha de la delincuencia en la juventud se debe a la influencia de la televisión. «La televisión nos está deformando la mente y los sentimientos —dijeron los jóvenes en una dramática declaración—. Si no mejoran los programas de televisión, no hay esperanza para el joven.»
No obstante, la televisión mundial, al igual que el cine y las revistas, es una industria superpoderosa, y éstas, por la gran cantidad de dinero que producen, no cambiarán sus proyectos por nada en la vida.
¿Y qué del joven? ¿Hay algún modo de cambiar sus «hábitos insanos»? Sí, lo hay. Es posible tocar el corazón del joven y la señorita. Se han visto cambios increíbles en jóvenes que, según su propio testimonio, habían perdido toda noción de moralidad. Esto ocurre cuando Jesucristo entra en el corazón humano. La única fuerza capaz de contrarrestar la fuerza que tiene el mal es Jesucristo.
Por nuestra parte, los padres necesitamos darles a nuestros hijos un genuino ejemplo cristiano. Ellos necesitan ese modelo. Y nuestros jóvenes necesitan reconocer que sólo Cristo es su salvación, no sea que sigan andando por el camino que lleva a la destrucción.
Hermano Pablo

DORMIDO EN EL JUICIO

Fue un bostezo enorme, prolongado y sonoro. Estuvo seguido de un estirar de brazos, un suspiro y un cerrar de ojos. Y luego el hombre se durmió profunda, tranquila y totalmente, indiferente a todo lo que lo rodeaba.
Pierre Dupier, francés, de treinta y nueve años de edad, se había dormido ante un tribunal de París cuando se le juzgaba por el delito de narcotráfico. Como el hombre durmió durante todo el proceso, el juez decidió juzgarlo en otra ocasión en que estuviera despierto. «Mientras éste sufra de apnea obstructiva, la enfermedad del sueño —dijo el juez—, no se le podrá juzgar.»
He aquí a un hombre que, si se quiere, se salió con la suya. Padece una rara enfermedad, «apnea obstructiva». Cuando le da por dormir, sencillamente se queda rendido aunque disparen cañonazos a su lado. Como se durmió en el juicio, y no escuchó nada de los cargos que se le imputaban, no se le pudo juzgar.
No podemos menos que preguntarnos: ¿Cuántos hay en este mundo que, sin padecer de la enfermedad del sueño, se duermen en lo más importante de la vida? Hay hombres, por ejemplo, que parecen dormirse cuando se trata de llevar dinero a la casa para alimentar a los hijos y pagar las cuentas.
Otros, sin tener el cerebro dormido, parecen tener dormida la conciencia. Pueden cometer cualquier fechoría, cualquier delito moral, sin siquiera inmutarse. Más que conciencia dormida parecen tener la conciencia muerta.
Otros duermen profundamente sin oír el clamor de su esposa abandonada, o el llanto de sus hijitos con hambre, o el gemido de los padres ancianos que viven en la miseria. Duermen profundamente ante su deber moral, sin necesidad de alcohol, ni de droga, ni de somníferos ni de “apnea obstructiva”.
Para todos estos que duermen delante de Dios y de su responsabilidad moral, hay un texto bíblico apropiado: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo» (Efesios 5:14). Estar dormido, sordo e inconsciente a la realidad moral de la vida es igual que estar muerto.
Debemos reaccionar y despertar del letargo moral. Tenemos que abrir los ojos y los oídos. Y debemos escuchar a Jesucristo que nos llama a una vida recta, justa, moral y limpia. Si seguimos moral y espiritualmente dormidos, nuestro sueño nos llevará a la perdición eterna.
Cristo está llamando hoy y está llamando ahora. ¡Despertemos!
Hermano Pablo

jueves, 9 de enero de 2014

CINCO MILLONES DE ABEJAS

Ya pasada la medianoche en la autopista 95 del estado de Florida, en los Estados Unidos, John Shane estaba por terminar un viaje de ocho horas conduciendo su camión de transporte. De repente ocurrió algo increíble.
Un conductor borracho que venía de frente cruzó la línea divisoria y se estrelló contra el enorme camión. El borracho se mató en el acto, y John quedó aprisionado entre los hierros de su cabina. Pero eso no era todo.
Allí aprisionado, John oyó un zumbido aterrador. Él sabía que procedía de la carga que llevaba: nada menos que cinco millones de abejas. Muchas de las cajas se habían roto, y los feroces insectos habían comenzado a invadir su cabina. John sabía que las picaduras podían costarle la vida, pero no podía moverse.
Alguien que pasaba reportó el accidente, y policías, bomberos, equipos de auxilio y expertos en abejas llegaron en cuestión de minutos.
El trabajo era doble. Había que controlar las miles de abejas que amenazaban a John mientras lo rescataban de su encierro.
Tres horas después del accidente, y lleno de picaduras, llevaron a John al hospital. «Un aguijonazo más que le hubieran dado las abejas —concluyeron los médicos—, y este hombre habría muerto intoxicado.»
Si hay algo que horroriza, es el zumbido de una abeja que revolotea cerca de nuestra cabeza. ¡Qué diremos entonces de cinco millones que quieren meterse en la cabina de nuestro vehículo! ¿Habrá peor angustia?
Y sin embargo hay abejas que si bien no se meten en nuestro coche, sí se meten en nuestra vida. No son de las que invadieron la cabina de John Shane, pero pudiera llamárseles abejas como quiera, pues tienen su propio aguijón, y pican e inyectan y envenenan y matan.
Las tales abejas son las palabras ásperas que con insolencia proferimos. El insulto que el jefe le da a su empleado que le ha servido con lealtad durante muchos años. El ultraje que el padre profiere contra su hijo en momentos de ira irresponsable. El mal genio con que el marido insulta y hiere a su esposa, hasta lo más íntimo. Estas son punzadas que hieren en lo más profundo del alma.
¿Qué hacer si nos hemos dado al hábito de ofender e insultar? Si de veras queremos cambiar, comencemos pidiendo perdón, que es lo que más nos hace falta. Jesucristo dijo: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Pidámosle a Cristo que cambie nuestro corazón. Él quiere darnos una nueva vida.

Hermano Pablo


jueves, 2 de enero de 2014


LA CUBIERTA DE UN LIBRO


“Por lo cual, entrando en el mundo (Cristo) dice:
    Sacrificio y ofrenda no quisiste;
    Mas me preparaste cuerpo.
Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.”
Hebreos 10:5-7

Respecto de esta cita, la versión antigua de la traducción Reina Valera dice «En la cabecera del libro está escrito de mí» aludiendo posiblemente a la cubierta de los libros, que por aquel entonces se escribían en forma de rollos, y darían título a la vida del Siervo del Señor: “Mi delicia es hacer Tu voluntad, oh Dios mío”.
Esto me lleva a reflexionar sobre el título que tendría el libro de mi vida, ¿qué se lee sobre mi cubierta? ¿Qué título espera encontrar Dios en ella?
El autor de la carta a los Hebreos dice que entrando al mundo Cristo dijo de sí mismo: “He aquí,vengo, Dios, para hacer tu voluntad”.
La cubierta del libro del Hijo de Dios tiene dos ideas centrales expresadas por medio de una acción: “vengo” y un objeto: “para hacer tu voluntad”, que concentran la razón y la misión del Señor Jesucristo en su paso por este mundo, viviendo entre los hombres, desde su concepción virginal hasta su ascensión a los cielos.
La primeras hojas relatan sobre el nacimiento, un pesebre, el niño en brazos de su madre, pastores adorando, ángeles cantando. El nacimiento es la primera consecuencia del “vengo”, implicó para el Padre prepararle a su Hijo un cuerpo, cual planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca (Isaías 53:2), e implicó para el Hijo el despojarse, el renunciar a lo que era suyo y tomar naturaleza de siervo, presentándose como un hombre cualquiera (Filipenses 2:7).
La acción de venir del Hijo tiene una razón sujeta al Padre: “Para hacer tu voluntad”, voluntad de Dios que revela un deseo irrevocable en el corazón del Padre, deseo totalmente compartido por el Hijo y especialmente probado en las últimas páginas del libro: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42)
Los que lo vieron caminar por las calles polvorientas de su pueblo, los que lo escucharon hablar y enseñar, los que gustaron de su compañía y mansedumbre, los que viajaron y comieron junto a él, los que presenciaron sus milagros y experimentaron en carne propia su poder, dan testimonio de la voluntad del Padre cumplida por medio del Hijo: “Y nosotros mismos hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para salvar al mundo. 1° Juan 4:14
El deseo del corazón de Dios no pudo cumplirse sin angustia y lágrimas, sin dolor y sangre derramada.
Oprimido por el dolor y con un profundo sentimiento de desamparo el Hijo vuelca en una exclamación en su hora más difícil sobre la cruz, todo su dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46)
En estos días próximos a la navidad, volvemos a tomar el libro y hojeamos sus primeros relatos: el pesebre, el niño, los ángeles, los cánticos. Pero ninguna otra parte de la historia puede echar luz sobre la cubierta de nuestro propio libro como lo hace el final de la historia. El niño del pesebre nació para cargar con nuestros sufrimientos, para soportar nuestro propios dolores, para ser traspasado a causa de nuestra rebeldía, atormentado a causa de nuestras maldades, para morir por los nuestros pecados y ser sepultado entre gente perversa, a pesar de que nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca (Isaías 53: 4-9).
Esta navidad permítete conocer la historia hasta el final. Toma posición sobre el relato completo y clama a Dios por fe para creer, toma la pluma y escribe sobre tu propio libro el título que corresponde a uno que ha creído y vive conforme a Aquél que te hizo nuevo, que te dio vida y que volverá por ti.
“Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.” Juan 1:12
Que en tu libro todos puedan leer “Hecho hijo de Dios” y que al leer tus páginas puedan encontrar ejemplo de lo que es andar conforme al privilegio al que has sido llamado.

UN SOLO VIAJE MÁS

Durante treinta años había manejado por la misma ruta. Durante treinta años había guiado el autobús por en medio de rectas, curvas y barrancos. Treinta años sus férreas manos habían empuñado el volante, y treinta años había llevado y traído pasajeros en la ruta de Granada-Málaga, reino de España.
Pero con treinta años de trabajo, José Mancera Sánchez, de cincuenta y nueve años de edad, podía jubilarse. No tenía que seguir esa cansada y monótona tarea. Su pensión de jubilación sería menos que su salario si seguía trabajando, pero con algunos ahorros que había hecho, podría subsistir.
Quiso, sin embargo, hacer un último viaje. Sería su viaje de despedida. «Me jubilaré —había dicho— después de este último viaje.» Pero ese fue, en efecto, su último viaje. José Mancera Sánchez se desmayó en el volante, y el autobús, con cuarenta y un pasajeros a bordo, se precipitó a un barranco de veinticinco metros de profundidad. Hubo muchos heridos, y perdieron la vida Mancera y cinco pasajeros más.
¿Cuántas cosas nos ocurren por querer hacer «un viaje más»? ¿Y cuántas veces el sentido de la prudencia y la voz de la conciencia se unen para gritarnos: «¡Basta ya!, es hora de dejar eso»? Pero atenuamos ese grito convencidos de que es «una sola vez más».
¿Cuántas veces no ha ocurrido que un hombre lleno de alcohol insiste en tomar una sola copa más, y es esa copa la que le causa el accidente fatal? Así le pasa al joven que anda en el narcotráfico e insiste en hacer un solo negocio más, y es esa última venta la que lo manda a la prisión federal.
¿Y qué del «caballero» que, enredado en un amor prohibido, siente la voz de la conciencia que le dice: «Deja eso de una vez», pero sigue entregándose al gusto de la seducción, y ese último gusto resulta en su ruina? Por insistir en «una aventura más» sufre la total destrucción de su hogar.
Es importante aclarar que no es sólo el último pecado el que destruye. Toda infracción destruye. Pero cuando insistimos al extremo, no sólo perdemos años de tranquilidad, sino que ese último desenfreno puede costarnos la vida.
Reaccionemos ahora mismo antes que nuestra desmesura nos corte la existencia. Busquemos la ayuda de Dios. Jesucristo ofrece librarnos de toda senda resbaladiza, de todo precipicio siniestro y de toda costumbre mortal. Él quiere darnos la sensatez, la conciencia y la razón necesarias para no caer nunca en el mal. Cristo es el único Salvador que tenemos, nuestro único Maestro y Guía. Permitámosle que sea no sólo un verdadero amigo como ningún otro, sino también el único Piloto de nuestra vida.
Hermano Pablo