miércoles, 4 de junio de 2008
PRESENTACIONES
Este domingo pasado fue presentado a nuestro Dios, Elder Lenin
el hijo de Melina y de su esposo Lenin.
También hubo dos presentaciones mas de dos mellizas para Dios,
Madeline y Melira hijas de Milencka y su esposo Julio.
Hay un versiculo en la palabra de Dios que me gusta mucho
y siempre la tengo en mi corazón y creo que a estos
padres también deberían tenerlo presente, este versiculo es:
Instruye al niño en su camino,
y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
provervios 22:6
EN CARNE PROPIA
Cómo nos ingeniábamos para atrapar a los animales del bosque. Señuelos, silbatos, trampas, rejas, canastos tejidos en las caídas de agua para atrapar los peces. Éramos chicos felices en medio de una naturaleza fértil y con riquezas naturales por todo el bosque.
Una de mis habilidades favoritas, era la de colocar trampas en el bosque.
Con cuidado investigaba los caminos de los conejos, las liebres, los coipos o los zorros y, una vez convencido de su hábitat, montaba y disimulaba las trampas en el camino. Luego, al otro día, tomaba mi bicicleta, y me internaba por los senderitos del bosque a revisar mi trabajo.
Un día, ¡qué fastidio! La cadena de mi bicicleta se cayó de sus engranajes; la coloqué y luego volvió a caer.
Entonces molesto, volví a montarla en la punta del engranaje y día una vuelta con fuerza al pedal para que se instalara completamente, pero, sea por mi apuro, por mi ira, o porque Dios quería darme una lección, mis dedos no alcanzaron a salir y ahí quedé con los dientes del engranaje enterrados en mis falanges. Mi bici era de freno al pedal, no podía volverla atrás, estaba solo, y mi única esperanza era dar una vuelta completa para liberar mis dedos en la otra punta. Así lo hice.
Los pedazos de carne, quedaron entre los engranajes y la cadena. Mis huesos quedaron a la vista y, entonces pensé en los animalitos que yo cazaba con tanta alegría.
Nunca mas coloqué una trampa. Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían y tuve compasión de ellos.
¿Entiendes querido amigo por qué nuestro Dios es diferente a todos los dioses ? Porque El fue tentado en todo según nuestra semejanza y, por eso, nos entiende y nos ama, y nos ayuda en nuestros dolores.
Habla con El en una oración sencilla y verás que has encontrado un amigo que te entiende.
Porque no tenemos un sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en según nuestra semejanza Hebreos 4:15
Una de mis habilidades favoritas, era la de colocar trampas en el bosque.
Con cuidado investigaba los caminos de los conejos, las liebres, los coipos o los zorros y, una vez convencido de su hábitat, montaba y disimulaba las trampas en el camino. Luego, al otro día, tomaba mi bicicleta, y me internaba por los senderitos del bosque a revisar mi trabajo.
Un día, ¡qué fastidio! La cadena de mi bicicleta se cayó de sus engranajes; la coloqué y luego volvió a caer.
Entonces molesto, volví a montarla en la punta del engranaje y día una vuelta con fuerza al pedal para que se instalara completamente, pero, sea por mi apuro, por mi ira, o porque Dios quería darme una lección, mis dedos no alcanzaron a salir y ahí quedé con los dientes del engranaje enterrados en mis falanges. Mi bici era de freno al pedal, no podía volverla atrás, estaba solo, y mi única esperanza era dar una vuelta completa para liberar mis dedos en la otra punta. Así lo hice.
Los pedazos de carne, quedaron entre los engranajes y la cadena. Mis huesos quedaron a la vista y, entonces pensé en los animalitos que yo cazaba con tanta alegría.
Nunca mas coloqué una trampa. Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían y tuve compasión de ellos.
¿Entiendes querido amigo por qué nuestro Dios es diferente a todos los dioses ? Porque El fue tentado en todo según nuestra semejanza y, por eso, nos entiende y nos ama, y nos ayuda en nuestros dolores.
Habla con El en una oración sencilla y verás que has encontrado un amigo que te entiende.
Porque no tenemos un sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en según nuestra semejanza Hebreos 4:15
CORRIENDO HACIA LA META
Lectura: 1 Corintios 9:24-27
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. --1 Corintios 9:24.
Cuando mi hijo empezó su segundo año de secundaria, también comenzó su segundo año de carreras a campo traviesa. Steve empezó el año luchando por un puesto en el equipo titular, lo cual no era tarea fácil.
Implicaba correr kilómetros y kilómetros y kilómetros. Significaba levantar pesas, descansar más y comer adecuadamente (bueno, parte del tiempo). Y también significaba correr hasta que se le saliera el corazón.
Poco a poco, sus tiempos mejoraron. Luego se desgarró un músculo y tuvo que empezar de nuevo. Pero no desistió. Finalmente obtuvo un puesto en el equipo. Y para cuando corrieron la regional, Steve era el tercer corredor más rápido del equipo.
Tener metas en la vida puede darnos el propósito y el impulso para lograr algo verdaderamente valioso. Este principio es especialmente útil en nuestras vidas como creyentes en Cristo. A medida que corremos la carrera cristiana, nuestra meta es «correr de tal forma» que podamos ganar una corona imperecedera, una recompensa eterna de nuestro Salvador (1 Corintios 3:12-14; 9:24-25). Esto requiere disciplina personal, arduo trabajo y mejoría continua. Incluye un compromiso, para el cual capacita el Espíritu, de hacer lo mejor que podamos para el Señor.
Eso demanda perseverancia, esfuerzo extremo y empuje para llegar a ser cada vez más parecidos a Cristo. Sin embargo, vale la pena correr de esa forma porque el premio durará para siempre.
LOS LOGROS GRANDES REQUIEREN UNA PERSEVERANCIA GRANDE.
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. --1 Corintios 9:24.
Cuando mi hijo empezó su segundo año de secundaria, también comenzó su segundo año de carreras a campo traviesa. Steve empezó el año luchando por un puesto en el equipo titular, lo cual no era tarea fácil.
Implicaba correr kilómetros y kilómetros y kilómetros. Significaba levantar pesas, descansar más y comer adecuadamente (bueno, parte del tiempo). Y también significaba correr hasta que se le saliera el corazón.
Poco a poco, sus tiempos mejoraron. Luego se desgarró un músculo y tuvo que empezar de nuevo. Pero no desistió. Finalmente obtuvo un puesto en el equipo. Y para cuando corrieron la regional, Steve era el tercer corredor más rápido del equipo.
Tener metas en la vida puede darnos el propósito y el impulso para lograr algo verdaderamente valioso. Este principio es especialmente útil en nuestras vidas como creyentes en Cristo. A medida que corremos la carrera cristiana, nuestra meta es «correr de tal forma» que podamos ganar una corona imperecedera, una recompensa eterna de nuestro Salvador (1 Corintios 3:12-14; 9:24-25). Esto requiere disciplina personal, arduo trabajo y mejoría continua. Incluye un compromiso, para el cual capacita el Espíritu, de hacer lo mejor que podamos para el Señor.
Eso demanda perseverancia, esfuerzo extremo y empuje para llegar a ser cada vez más parecidos a Cristo. Sin embargo, vale la pena correr de esa forma porque el premio durará para siempre.
LOS LOGROS GRANDES REQUIEREN UNA PERSEVERANCIA GRANDE.
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