Lectura: Apocalipsis 3:14-22.
"Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete" Apocalipsis 3:19
Es fácil pensar en Dios como un matamoscas divino, que simplemente está esperando a que nos posemos en algún lado para que —plaf— nos pueda aplastar por nuestros pecados. Pero eso no es lo que vemos en Apocalipsis 2–3, en Sus cartas a las siete iglesias. La línea de las cartas demuestra el corazón amoroso de Dios incluso hacia las personas veleidosas.
Jesús comenzó muchas de estas cartas afirmando las cosas buenas que Su pueblo había hecho. Esto nos muestra que al Señor Le agrada cuando hacemos lo bueno y lo correcto.
Pero a Jesús también Le preocupan las faltas en nuestras vidas. Su encomio en estas cartas a menudo iba seguido de claras palabras de reprobación. Y si bien no nos sentimos cómodos cuando Le escuchamos decir, «pero tengo contra ti» (2:4; ver vv.14,20), Él nos revela lo que tiene que cambiarse en nuestras vidas para mantenernos lejos del autoengaño.
Esto nos traslada al verdadero meollo del asunto: el arrepentimiento. Cuando el Señor les dijo a estas iglesias que se arrepintieran, estaba revelando Su amor por los santos veleidosos. Su meta no era condenarlos sino restaurarlos a una íntima comunión con Él.
Y no pases por alto el hecho de que cada carta termina con una promesa específica para los «vencedores». Claramente, Dios desea recompensar a aquellos que viven vidas que Le agradan.
¿Qué te está diciendo Él hoy?
El arrepentimiento restaura y renueva nuestra intimidad con el Señor.
"Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete" Apocalipsis 3:19
Es fácil pensar en Dios como un matamoscas divino, que simplemente está esperando a que nos posemos en algún lado para que —plaf— nos pueda aplastar por nuestros pecados. Pero eso no es lo que vemos en Apocalipsis 2–3, en Sus cartas a las siete iglesias. La línea de las cartas demuestra el corazón amoroso de Dios incluso hacia las personas veleidosas.
Jesús comenzó muchas de estas cartas afirmando las cosas buenas que Su pueblo había hecho. Esto nos muestra que al Señor Le agrada cuando hacemos lo bueno y lo correcto.
Pero a Jesús también Le preocupan las faltas en nuestras vidas. Su encomio en estas cartas a menudo iba seguido de claras palabras de reprobación. Y si bien no nos sentimos cómodos cuando Le escuchamos decir, «pero tengo contra ti» (2:4; ver vv.14,20), Él nos revela lo que tiene que cambiarse en nuestras vidas para mantenernos lejos del autoengaño.
Esto nos traslada al verdadero meollo del asunto: el arrepentimiento. Cuando el Señor les dijo a estas iglesias que se arrepintieran, estaba revelando Su amor por los santos veleidosos. Su meta no era condenarlos sino restaurarlos a una íntima comunión con Él.
Y no pases por alto el hecho de que cada carta termina con una promesa específica para los «vencedores». Claramente, Dios desea recompensar a aquellos que viven vidas que Le agradan.
¿Qué te está diciendo Él hoy?
El arrepentimiento restaura y renueva nuestra intimidad con el Señor.