jueves, 14 de mayo de 2009

EVANGELIZACION

EVANGELIZACION


“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16

Sin dudas el versículo bíblico más leído y más recomendado, cuando de evangelizar se trata.
La primera persona en usarlo fue el mismo Señor Jesús en su conversación con Nicodemo (Jn. 3: 1-21). Por el relato del evangelio de Juan, vemos que esta conversación tuvo efectos positivos en Nicodemo. En el capítulo 7:50 le encontramos defendiendo a Jesús y en el capítulo 19:39 lo vemos junto con José de arimatea preocupado por sepultar a Jesús dignamente y de acuerdo a la tradición judía.

¿Qué cualidades de Jesús habrán impactado tanto a Nicodemo? La respuesta la encontramos en Jn. 3 :2. Cualidades o características que debieran ser propias de todos los que hemos sido adoptados como hijos de Dios y que nos consideramos seguidores de Cristo (cristianos)

“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios ; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Marcos 16 :17-18

Existen agrupaciones cristianas que evangelizan (predican) este versículo de esquina en esquina, otros disertan sobre este versículo en grandes campañas evangelísticas, o en programas de radio o televisión. El objetivo es comunicar al “no creyente”, la necesidad de creer en Jesús para ser salvo.

Algunos días atrás, leyendo este versículo, Jn. 3-16, en una versión alemana me llamó la atención que en vez de … « que en él cree »… dijera … « que en él confía »….

Me quedé pensando en ello y llegué a la conclusión de que por mucho tiempo (años) hemos inv ertido tiempo en que el « no creyente » crea en Jesús. Pero esto es una cara de la moneda ; la otra es invertir tiempo en enseñarles a confiar en Jesús.
Cuando la Biblia nos habla de creer en Dios, creer en Jesucristo y creer en Su Revelación (Palabra), no nos habla solo en el sentido literal de conocimiento, si no más bien de confianza : de creerle a Dios. Una forma de que un no creyente adquiera confianza en Dios, Jesucristo y Su Palabra, es a través de nuestro testimonio. El testimonio de Jesús reflejaba a Dios en él, y de ello Nicodemo se dió cuenta; despertando en él curiosidad y confianza.

Luego vinieron a mi mente estadísticas que se me enseñaron en seminarios de evangelismo. En ellas se mide la cantidad de personas que perseveran después de dar el « paso de fe ». Los resultados son frustrantes; con suerte el 10% llega a crecer y madurar en el evangelio; el resto… se pierde. Las razones que se dan para ello son diversas, pero las más comunes son: sob eranía de Dios, ó predestinción.

Después de esto, vino a mi mente los versículos de la Gran Comisión (Mt. 28:19-20). En ellos Jesús nos envía a hacer discípulos y a enseñar a obedecer lo que Él nos ha enseñado a nosotros primero.
Jesús no escogió a 12 hombres, hoy a tí y a mí, sólo para que creamos que él es el hijo de Dios, sino también para enseñarnos a CONFIAR en Él; a creerle a Él y en lo que Dios desde un principio dijo y estableció para el beneficio espiritual y social del ser humano.
Esto nos lo enseña con su vida, ejemplo, dependencia, comunión y obediencia a Su Padre.

El apóstol Pablo enseñaba a los cristianos de su época y a través de sus cartas, hoy a nosotros también: “sed imitadores de mí como yo de Cristo”. Plena y absoluta dependencia y confianza en Dios nuestro Padre.
La confianza en Dios (creerle a Él) nos une como hermanos en la fe, como familia y como iglesia (Efesios 4 : 1-6).
Antes de que Jesús diera su vida por la humanidad, él oró al Padre y rogó por la unidad de los discípulos y por la unidad de los que creerían en Él, a través de la predicación de ellos. Esto es el garante para que el mundo sin Dios llegue a conocerle (Juan 17 :20-26).

Pienso que el éxito de nuestra evangelización depende más bien de qué y cómo estamos transmitiendo el mensaje. Lo transmitimos teóricamente : « porque la Biblia lo dice » ó nuestros interlocutores están viendo lo que la Biblia dice en nuestro propio testimonio o estilo (cristiano) de vida?

Te invitamos a que juntos reflexionemos sobre La Gran Comisión (Evangelización) que Jesús nos ha encomendado, y de cómo la estamos obedeciendo y practicando.

Bendiciones,
Juan Paulus

Enviado por: JEPF.

CUATRO JINETES APOCALIPTICOS

«Tengo miedo de ser un muchacho negro y estar creciendo en el mundo de las drogas —admitió Marquette, joven de diecisiete años—. No quiero ser un Don Nadie.»

Teodoro, de dieciséis años, manifestó: «El problema mío es la envidia. Envidio al que tiene más que yo. Los muchachos de mi edad ganan mucho dinero vendiendo drogas.»

Antonio, también de dieciséis años, declaró: «Yo siento mucha culpa. Es degradante estar preso. Yo nunca pensé que sería la vergüenza de mi familia.»

Y Mickey, de quince, añadió: «La codicia es una enfermedad destructiva. Nunca queda satisfecha.»

Estas fueron las declaraciones de cuatro muchachos que estaban en la cárcel en una de las grandes metrópolis del mundo. ¿Su crimen? La venta de drogas.

He aquí cuatro jinetes apocalípticos modernos: el miedo, la envidia, la culpa y la codicia. Los cuatro galopan entre la juventud de esta era. El mayor tráfico de drogas en la actualidad se realiza entre jóvenes y adolescentes. Unos la venden, otros la compran, y muchos la consumen.

Estos cuatro jinetes son como tempestades que agitan el alma y la vida de nuestros jóvenes y de toda la sociedad. Casi no hay una sola persona que no sea víctima, en una forma u otra, de esta tormenta universal. El miedo, la envidia, la culpa y la codicia imperan, imbatibles, en todos los sectores y capas sociales de todos los países del mundo.

¿Cómo combatirlos? ¿Cómo superarlos? ¿Cómo librar a sus víctimas de su dominio opresivo y demoledor?

Lo hemos dicho una y mil veces, y lo seguiremos diciendo hasta que muramos. Y si Dios nos lo permite, quedará constancia grabada y por escrito para, aun después de partir de esta vida, seguir pregonando esta gran verdad universal: «Jesucristo cambia el corazón humano.»

La única solución para el desbarajuste de nuestra sociedad, que ha quedado ya casi sin valores morales y espirituales, es una sujeción a una autoridad superior. Esa autoridad es Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando Él no es el Señor de nuestra vida, no tenemos ni mapa, ni brújula, ni timón ni piloto que nos conduzca por los caminos de la cordura y la razón. Sin Dios estamos a la deriva.

Por el bien de nuestra propia vida, de nuestro cónyuge y de nuestros hijos, rindámonos a Cristo. Invitémoslo a que sea el Señor de nuestra vida. Él cambiará nuestra depresión en paz y nuestra confusión en luz. Él quiere ser nuestro Señor.

Hermano Pablo.

HOLA DIOS ! ¿CÓMO ESTÁS?...

Te escribo para saludarte y porque ahora sí tengo que surtirme, pues la “canasta básica” con que me mandaste al mundo, se me ha ido agotando a lo largo de estos años. Por ejemplo, la paciencia se me acabó por completo, igual que la prudencia y la tolerancia.

Ya me quedan poquitas esperanzas y el frasquito de fe, esta también apurandose.

DOS VECES LIBERADO

Una mañana de abril de 1822, dos navíos de guerra británicos encargados de luchar contra la trata de esclavos detuvieron un barco negrero. En la cala estaban amontonados 187 cautivos flacos y hambrientos.
Entre ellos había un adolescente, Ajayi, originario de una aldea cercana a la costa de Benin. Una guerra civil había obligado a Ajayi a huir a la selva.

Mientras corría, sintió que una cuerda caía sobre sus hombros y le apretaba el cuello. ¡Estaba enlazado como una cabra montés! Fue separado de los suyos, vendido y revendido varias veces. En dos ocasiones trató de suicidarse, pero Dios velaba sobre aquel de quien quería hacer su siervo.


Cuando Ajayi fue liberado, subió a un navío que navegaba rumbo a Freetown, en Sierra Leona, donde los esclavos liberados eran acogidos e instruidos. Allí se convirtió al cristianismo. Más tarde escribió: «Unos tres años después de haber sido liberado de la esclavitud de los hombres, descubrí que existe otra esclavitud que no conocía, la del pecado y de Satanás. Le agradó al Señor abrir mi corazón y liberarme de esa esclavitud peor que la primera».
Algunos años más tarde, Ajayi salió como misionero al corazón de África y permaneció allí 62 años. Ya no sentía odio por aquellos que tanto lo habían hecho sufrir. Mostró gran compasión y una abnegación sin límites por los que todavía eran esclavos de los hombres y del pecado. El Señor se lo llevó a la edad de 83 años.

Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Efesios 2:13


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

EN LA CIMA

Un Joven alpinista iba acompañado por dos fuertes y experimentados guías, en su primer intento por escalar los Alpes Suizos, y se sentpia seguro de tenr un guía en la delantera y otro detrás de él.

Escalaron varias horas. Sin aliento y exhaustos, lograron por fin llegar a las rocas que entre la nieve sobresalían justo antes de llegar a la cima. Al faltar solo unos metros para llegar a la cima, el guía que iba al frente se echó a un lado para que el joven alpinista pudiera ver el paisaje por primera vez, una maravillosa vista panorámica de picos cubiertos de nieve y un brillante y despejado día en el cual no se veía una sola nube.

Aferrandose a las rocas mientras escalaba, el joven dió un último salto hasta la cima.

El guía rapidamente lo asió y tiró de él hasta bajarlo. El joven no sabía que a menudofuertes vientos soplaban sobre las rocas de la cima, cuya velocidad podía hacerlo caer.

Al instante, el guía le informó de tal peligro diciendole: ¡Tiene que arrodillarse señor! ¡Nunca estará mas seguro acá arriba que de rodillas!

Este joven descubrió que aunque pensó estar bien preparado para escalar, aún había mucho más por aprender. La vida está saturada de errores y el peligro mayor radica en no aprender de ellos.

\”LO QUE ERES, ES EL REGALO DE DIOS PARA TI. LO QUE HACES DE TI MISMO, ES TU REGALO PARA ÉL.\”

Santiago 1:4
…Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seaís perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna…