martes, 11 de mayo de 2010

ASUSTARSE DE LA PROPIA SOMBRA

Bruno Napone, siciliano de sesenta y cinco años de edad, levantó el revólver, contuvo el aliento, cerró un ojo y tomó la puntería. Luego descargó las seis balas del tambor. Agujereó una ventana, perforó el televisor, destrozó platos y tazas, y dejó balas en tres de las paredes. Mientras tanto, gritaba despavorido: «¡No dejen que me agarre, no dejen que me agarre!»

A Bruno no lo perseguía la policía; él no tenía enemigos ni lo habían asaltado los ladrones. Bruno huía de su propia sombra, una fobia que lo había dominado desde la infancia.

En su casa no encendía luces. Salía de ella sólo en los días nublados o de lluvia. Si veía su sombra en el suelo o en las paredes, le sobrevenían un temblor incontrolable y unos sudores fríos. «Es trauma infantil», concluyó el médico. Pero para Bruno Napone, si bien era una obsesión muy extraña, era también muy verdadera.

Hay muchas personas que, como este anciano de Sicilia, viven huyendo de su propia sombra. Son las que guardan en su conciencia algún delito no confesado. Hay mujeres que han cometido adulterio, y temen que ese adulterio se descubra y que la vergüenza y sus terribles consecuencias caigan sobre ellas y su familia. Hay hombres ejecutivos, tanto de empresas privadas como funcionarios del gobierno, que han cometido una estafa, y aunque disfrutan del dinero obtenido, viven pendientes de la posibilidad de que se les descubra. Tiemblan ante el sonido de una hoja, o de la sirena de un radio patrulla, o huyen de su propia sombra. Cada mañana leen la crónica policiaca con angustia.

Es justo, bueno y sano que nos remuerda la conciencia a tal grado que no podamos eludir nuestra culpa. Triste es cuando la persona pierde toda sensibilidad. Quien no siente en el corazón el ardor de un delito escondido, de una infidelidad oculta, no tiene ninguna esperanza de ayuda. El cargo de conciencia es un indicio de que todavía hay esperanza de libertad. Para el enfermo que no siente su mal, no hay remedio alguno.

Pero ¿a quién acude la persona que se siente morir bajo el peso de una culpa? El primer paso es buscar a Dios. Jesucristo es la propiciación entre nuestro pecado y el Juez del universo. Una vez que nuestra culpa haya sido borrada delante de Dios, es entonces fácil encarar la justicia humana. No sigamos huyendo de nuestra propia sombra. Entreguemos a Cristo nuestras culpas. Él nos limpiará de todo pecado.

Hermano Pablo

EL PODER DE LA CONCIENCIA

La conciencia es sin duda una “virtud extremadamente importante”. La conciencia nos permite tomar decisiones responsables a lo largo del camino de la vida.
La conciencia guía e influye la trayectoria de cada esfuerzo de manera práctica, usando de la lógica y la prudente perspicacia.
La conciencia previene la necesidad de una persona tener que pasar por las experiencias que pudieran demostrar ser cruciales o perjudiciales con implicaciones posteriores y complementa la estructura completa de cada esfuerzo de manera competente al otorgar al individuo con un conocimiento pleno y la ventaja por adelantado, por lo tanto orquestando constructivamente el ritmo de la vida de manera meritoria.
La conciencia extiende la riqueza que la vida nos ofrece a cada uno de nosotros de manera consistente en todo momento.
Teniendo conciencia, podemos hacer uso estratégicamente de los recursos con los que hemos sido dotados cada uno de nosotros, de manera privilegiada.
La conciencia, tan sencilla como pueda parecer, es en realidad un don que da fe de que cada uno de nosotros posee por dentro maravillosas virtudes con las que hemos sido dotados.
Tomemos la oportunidad en cada instante de estar conscientes de cada momento, de cada pensamiento, de cada acción, de cada esfuerzo, de cada perspectiva, de cada tarea o asignación y estar agradecidos de haber recibido esta maravillosa virtud.
Cada uno de nosotros tiene el poder de la conciencia por dentro. Siempre y de todas maneras, necesitamos reconocer y utilizar esta talentosa virtud responsablemente.
Antes de aventurarnos en cualquier acción, utilicemos el poder investigativo de nuestra conciencia con cuidado; de estar concientes de lo que es bueno y malo en vez de apresurarnos a juzgar o llegar a nuestras propias conclusiones sobre la base de lo que hemos oído de una fuente sea esta conocida o no.
La conciencia; es maravilloso estar concientes.
Estar concientes hace una tremenda diferencia en todo aspecto de la vida. La importancia de la conciencia no puede ser enfatizada en demasía ya que cada día, el estar concientes, nos traerá sus propias recompensas en cada faceta de la vida.
Vashi R. Chandiramani, copyright 2006
Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. Salmo 16:7
Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Juan 8:9
Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. Hechos 24:16

EL MUNDO ESTA OBSERBANDO

Lectura: Juan 13:31-35.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" Juan 13:35
Unos amigos míos estaban sirviendo en un ministerio dirigido principalmente a cristianos cuando se les presentó la oportunidad de cambiar de empleo y tocar las vidas de miles de no creyentes. Decidieron hacer lo que creían que era un cambio emocionante.
Muchas personas, incluso algunas que no les conocían personalmente, quedaron espantadas y les acusaron de buscar fama y fortuna en el mundo. Pero, con la fe de que Jesús había venido «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10), decidieron ir en pos de lo que consideraban una oportunidad aún mayor de servir a los «perdidos» en su comunidad.
Más tarde dijeron: «Algunos cristianos fueron muy crueles con nosotros y nos escribieron correos electrónicos llenos de odio. NuesDNtros nuevos amigos no cristianos eran más amables con nosotros que nuestros compañeros cristianos. No entendíamos eso y nos sentíamos profundamente heridos». Me contaron que su deseo era seguir la directiva de Dios de ser «sal» y «luz» en el mundo (Mateo 5:13-14).
Cuando alguien que conocemos está tomando una decisión o haciendo algún cambio, puede ser de ayuda que le preguntemos cuáles son sus motivos para ello. Pero no podemos conocer totalmente el corazón de otra persona. No queremos «morder y comer» a nuestros compañeros cristianos (Gálatas 5:15), sino más bien amarles de una manera que los demás sepan que somos seguidores de Jesús (Juan 13:35). El mundo está observando.
Sólo Dios ve el corazón.