domingo, 4 de julio de 2010

AUN EN LA BASURA NACE EL AMOR

Eran dos montones de basura. Dos montones de sufrimiento. Dos montones de fracaso. Dos montones de abandono. Él se llamaba Juan Bojorque, y tenía sesenta y un años de edad. Ella, Sandy Estrada, y tenía cincuenta y uno. Ambos vivían en los basureros de una de las capitales del mundo.

Desocupados los dos, marginados los dos, sin recursos los dos, se juntaron para calentarse una noche de frío, y allí nació el amor; porque el amor puede nacer en cualquier parte, incluso en un basurero. Unos meses después, el clérigo Lorenzo Martín los unió en matrimonio. «El amor es como un lirio —expresó el sacerdote—. Puede nacer aun en el fango.»

Caso interesante. Dos personas, arrojadas a los basureros por los fracasos de la vida, sin dinero, sin empleo, sin esperanza, se conocen una noche de intenso frío. Con sólo mirarse a los ojos ya saben que, para siempre, serán el uno para el otro. Y al fin se casan, delante de Dios y de la ley. Seguirán, quizá, sufriendo las desventuras de la vida, pero como marido y mujer.

El amor no siempre nace en lujosos salones, bailando valses vieneses y bebiendo champaña francesa. Es interesante que el proverbista Salomón ya había previsto el hecho de que la pobreza no es obstáculo para amarse. He aquí sus palabras: «Más vale comer verduras sazonadas con amor que un festín de carne sazonada con odio» (Proverbios 15:17).

Juan Bojorque y Sandy Estrada tal vez siguieran comiendo las legumbres marchitas que encontraran en los desperdicios de los restaurantes, pero se amaban, y por eso les sabría como faisán al horno.

El amor es la esencia de la vida. Desgraciadamente el amor bueno e inmutable ha perdido su lugar en una sociedad donde la lascivia y la lujuria predominan. Pero no ha perdido, ni puede nunca perder, su refulgencia y su gloria, precisamente por su carácter íntegro, puro y santo.

Amor así no viene por sí solo. Hay que cultivarlo y hay que sustentarlo. Pero ese es el amor que une profundamente al hombre y a la mujer, que dignifica el matrimonio y que honra a Dios. Es también el amor que sobrelleva la enfermedad, que soporta la pobreza y que sobrevive toda tempestad.

A todo esposo y a toda esposa les conviene vivir esa clase de amor. Dios quiere que el amor de toda pareja sea así, y Él desea, intensamente, dárselo a cada una. Él hará que su matrimonio sea uno de armonía y permanencia, y transformará su unión en remanso de paz. Pero los dos cónyuges, juntos, tienen que desearlo y pedirlo. Más vale que lo hagan hoy mismo.

Hermano Pablo

LIBERTAD PELIGROSA

Lectura: Gálatas 5:1-6,16-21.
"No uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros" Gálatas 5:13
La libertad es peligrosa en manos de aquellos que no saben cómo usarla. Esa es la razón por la que los criminales son confinados en cárceles con alambres de púas, barras de acero y muros de cemento. Piensa, si no, en una fogata a la que se le permite esparcirse en un bosque seco. Rápidamente se convierte en un infierno abrasador. La libertad sin barreras puede como el caos.
En ninguna otra parte esto se hace tan evidente como en la vida cristiana. Los creyentes están libres de la maldición de la ley, de su castigo y de su poder para producir la culpa. El temor, la ansiedad y la culpa son reemplazados por la paz, el perdón y la libertad. ¿Quién podría ser más libre que aquel que experimenta la libertad en lo más profundo de su alma? Pero aquí es donde a menudo fallamos. Usamos el privilegio de la libertad para vivir de manera egoísta, o pretendemos ser dueños de lo que simplemente nos ha sido encomendado por Dios. Incurrimos en maneras de vivir en las que nos permitimos excesos, especialmente en sociedades prósperas.
El uso apropiado de la libertad es «la fe que obra por el amor» para servirnos unos a otros (Gálatas 5:6,13). Cuando dependemos del Espíritu y gastamos nuestras energías en amar a Dios y ayudar a los demás, la obra destructora de la carne queda limitada por Dios (vv.16-21). Así que, usemos siempre nuestra libertad para construir, no para destruir.
Al igual que un fuego voraz, la libertad sin límites es peligrosa. Pero cuando está controlada, es una bendición para todos.
La libertad no nos da la libertad de hacer lo que nos agrada, sino de hacer lo que agrada a Dios.