viernes, 23 de julio de 2010

CANCIÓN DE JUBILO

CANCIÓN DE JUBILO

PRESENTACIÓN DEL CANCIÓN DEL CORO DE LA PAZ

CANCIÓN DE JUBILO

CANCIÓN DE JUBILO

JUSTOS POR PECADORES

Alto, buen mozo, de treinta y un años de edad, cayó sin embargo en una profunda depresión. A pesar de ejercer una buena profesión —la de taxidermista— en Génova, Italia, había sido incapaz de conquistar a una señorita.

Esto llevó a Francesco Grandi a caer en la vorágine de la depresión suicida. Al llegar una noche a su apartamento, abrió la llave del gas. Cuando juzgó que ya había suficiente gas en la habitación, encendió un fósforo. Instantáneamente se produjo una tremenda explosión.

Milagrosamente, Francesco quedó vivo, con sólo un brazo fracturado, pero cuatro jóvenes, que dormían en el apartamento de al lado, murieron. «Otra vez —comentó Mario Valucci, investigador de la policía— justos pagaron por pecadores.»

Esta se ha convertido en una frase proverbial: «Pagar justos por pecadores.» Es una frase que al parecer está respaldada por muchos hechos de la vida. Y no es sólo en los tribunales de justicia que se absuelva a pecadores y se castigue a inocentes, sino que en la vida diaria parece ocurrir lo mismo.

Un hombre borracho sale a escape con su auto por la carretera. Por el alcohol que tiene en el cerebro, pierde el control del vehículo y se estrella contra un autobús escolar. El conductor del auto sale ileso, pero en el autobús hay muchos heridos, y doce niños pierden la vida. Inocentes pagan por un culpable.

Un padre de familia abandona a su esposa y a sus seis hijos, y se da a una vida de juergas, francachelas y correrías con otras mujeres. Su pobre esposa se enferma y muere de la desilusión, y los seis niños engrosan las filas de los huérfanos. Uno solo ha pecado, pero siete inocentes sufren las consecuencias.

Un joven de sólo veintidós años de edad se entrega a las drogas. Su vicio demanda una enorme cantidad de dinero. Trastornado, se arma de un rifle automático, entra en un restaurante popular, y mata a veintidós personas. Ninguna de ellas era culpable de aquel vicio; todas eran inocentes. Y sin embargo trescientas personas —parientes y amigos de las víctimas— se sumen en el dolor por la culpa de uno solo.

Estos casos, recogidos de recientes crónicas policiales, nos llevan a preguntarnos: ¿Acaso siempre tienen que pagar los justos por los pecadores? La respuesta es: «No.» Lo que ocurre es que nuestra vida es muy corta para ver el punto final. El Juez eterno y justo no permitirá que la justicia divina quede burlada.

Mientras tanto, sometámonos al señorío de Cristo. Él nos será fiel. Él sabe castigar al culpable y recompensar al inocente.

Hermano Pablo

EL ROPERO

¡Cuántas cosas desparramadas por aquí y por allá!
¡Qué desorden por todas partes!
Por fin hoy me decidí… y abrí mi ropero. En medio de ropas arrugadas, encontré mi conciencia, cubierta de polvo, arrugada, con huellas visibles del paso del tiempo.
Le tuve lástima… y me tuve lástima. ¿Todavía servirá? Sí…. ¿por qué n
La limpié. La sacudí. La dejé como nueva, apta para todo servicio. Pero no fue todo.
También localicé desidias…. muchas desidias…desidias repletas de mañanas. Mañana haré esto. Mañana haré lo otro. Mañana haré aquello.
Mañana…. y mañana…
Junté toda esa chatarra y la tiré. Entre los pañuelos vi disimuladas las angustias y los temores. ¿Perderé mi trabajo? ¿Mantendré mi salud? ¿Le pasará algo a mis seres queridos? Amarguras, calamidades, inquietudes.
Pensé: si me embalo, me voy a infartar, Así que… ¡afuera!
Suspiré: ¡por aquí tendría que haber comenzado! ¡Por aquí tengo que continuar día tras día! Y empecé a acomodar…
La esperanza… que tuve tan olvidada. Los afectos… que no siempre manifesté. Las amistades… que tanto descuidé.
La fe. La renovada alegría de vivir.
Siempre me dijeron una y otra vez: todo pasado fue mejor. No sé… tal vez sí… tal vez no…
Me importa más que el futuro sea mejor. Para mí. Para ti. Para todos nosotros. No es inocencia… no es credulidad.
Es haber puesto el ropero en orden. Es tomar lo que ofrece el destino y gozarlo en plenitud.
Satisfecho, cerré el ropero.
Ya tranquilo, reinicié la marcha por mi camino.
Tengo una meta… hacia ella debo ir. Pero… ¿habrá otros roperos por allí en las condiciones que estuvo el mío?
Por las dudas, si fuera el tuyo… recuerda que debes arreglarlo.
Hazlo, ya hoy mismo.
Deja que Dios te limpie entrégale todo a El.
Es necesario poner en orden nuestro mundo interior. Como el Ropero, tu mundo interior necesita ser arreglado. ¿Por qué no comienzas hoy?
Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. 2 Pedro 3:14
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. Colosenses 3:15

¿QUIEN ESTA SORDO?

Lectura: Isaías 42:1-4,23-25.
"He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar,… Pero… vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír" Isaías 59:1-2
Un hombre le dijo a su doctor que creía que su esposa se estaba volviendo sorda. El doctor le dijo que llevara a cabo una simple prueba. Cuando el hombre llegó a la entrada de su hogar, exclamó: «Querida, ¿la cena está lista?» Al no escuchar respuesta alguna, entró y repitió la pregunta. Todavía no había respuesta. Al tercer intento, cuando ya estaba justo detrás de ella, finalmente la oyó decir: «¡Por tercera vez, sí!»
De manera similar, los antiguos israelitas creían que Dios estaba sordo cuando, en realidad, eran ellos los que tenían el problema. Isaías era un profeta enviado a advertir al pueblo de Dios acerca del juicio inminente, pero su mensaje se encontró con oídos sordos. En vez de ser el pueblo del pacto de Dios, que había de traer luz a los que vivían en tinieblas y liberarlos de las casas de prisión del pecado (42:7), los israelitas se negaron a escucharle. «No quisieron andar en sus caminos, ni oyeron su ley» (v.24).
El profeta explicó por qué las oraciones de ellos parecían encontrarse con los oídos sordos de Dios: «He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar; ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios» (Isaías 59:1-2). Una razón para no recibir respuestas de parte de Dios es que puede que el pecado esté bloqueando nuestros oídos. Examinémonos cuidadosamente.
No es difícil escuchar a nuestro Dios.
Dios habla por medio de Su Palabra a aquellos que escuchan con el corazón.