miércoles, 11 de febrero de 2009

CASH LUNA - EL PODER DEL DOMINIO PROPIO II

CASH LUNA - EL PODER DEL DOMINIO PROPIO I

ANTES DE JUZGAR PIDE SABIDURÍA A DIOS

Hubo una vez un hombre que John Wesley calificó de miserable, por lo que profesaba poco respeto hacia él. Se sentía superior a este hombre y en una ocasión, en la que aportó muy poco a una respetable organización de caridad, Wesley lo criticó abiertamente.

No mucho tiempo después, el caballero visitó a Wesley. Este último quedó sorprendido al escuchar a aquel hombre, a quien había catalogado como tacaño, y que ya por varias semanas venía subsistiendo con lo imprescindible.

Le contó que tiempo atrás, contrajo grandes deudas, pero desde su conversión, decidió pagar hasta el último céntimo a sus acreedores. También le explicó que por ello, no compraba nada para su satisfacción personal y gastaba sólo en lo más elemental.

Cristo me ha convertido en un hombre honesto, dijo y por tener que enfrentar tantos compromisos, puedo dar muy pocas ofrendas adicionales a diezmo. Tengo que saldar toda responsabilidad con mis vecinos seculares. y mostrarles que la gracia de Dios puede obrar en el corazón de un hombre que una vez fue deshonesto.

Entonces Wesley ofreció disculpas a aquel hombre y le pidió perdón.

Es fácil encontrar faltas en otros, cuando no conocemos las circunstancias o motivos que fomentaron sus actos. También es impresionante cómo escasos sucesos, puedan alterar para siempre nuestra percepción de una situación. Cuando nos sintamos inclinados a juzgar, será un buen momento para suplicar a Dios la sabiduría y paciencia para entender las acciones.

Proverbios 11:12

El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio.

Fuente: Amanecer con Dios, Editorial UNILIT

¿POR QUE DUDAR?

Daniel Nuño

Cuando a veces la duda me acosa
y me encuentro en temores sumida:
Mi alma triste, ni ve, ni reposa,
y se amarga y aburre mi vida

mas... ¿por qué?... ¿Dónde está el fundamento
de mis dudas, en mi corazón,
cuando hace tan sólo... momentos
que gozaba esta gran Salvación?

Jesucristo es el mismo de siempre;
no hay razón de temor, ni de duda
pues el Dios que me salva y protege
es Amor, y tan fiel que no muda.

El perdón que su Gracia me ha dado
estoy cierto que no perderé.
Mi castigo, Su amor lo ha pagado;
y hoy alienta y sostiene mi fe.

Me ha cogido muy fuerte su mano
y yo sé que jamás cambiará
y aunque yo sea débil y humano
siempre amante, me protegerá.

Esa duda que a veces me aplana,
la produce mi falta de fe.
Cuando al ver mis flaquezas humanas
temo necio, que me perderé.

Mas el bien que me da el Dios Eterno,
en la cruz fue por Cristo sellado;
y ni el mundo, Satán, ni el infierno
me podrán separar de su lado

Esta firme promesa yo creo
porque aquí en su Palabra la leo.

(Señalando la Biblia)


HOY..MI SOCORRO VIENE DEL SEÑOR

“Alzaré mis ojos a los montes, de donde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor quien hizo los cielos y la tierra. Salmo 121:1,2
Un barco naufragó cerca de una pequeña isla y solo un sobreviviente quedó. Este sobreviviente pudo nadar hasta la isla desierta y allí oró fervientemente al Señor para que alguien lo rescatara. Cada día él se paraba en la orilla de la playa y miraba a un lado y al otro esperando ver alguna señal de barco que pudiera rescatarlo, pero en vano pasaban los días y la ayuda no llegaba.
Exhausto y frustrado, él comenzó a construir un pequeño refugio para protegerse de los vientos, la lluvia y el sol y allí guardo algunas de las pocas posesiones que logró rescatar del naufragio. Un día, salió para otros lugares de la isla a fin de buscar comida y cuando regreso encontró que su pequeño refugio había sido consumido por el fuego de la fogata que él había prendido en la noche. La columna de humo se elevo a los cielos y con el humo sus esperanzas, ahora estaba sin nadie que lo rescatara y sin donde refugiarse y con nada de comida. Con tristeza y enojo él clamó: Dios porqué me haces esto a mi.
El próximo día, él se despertó con un ruido. Era un barco que se aproximaba a la playa. Venían a rescatarlo. Cuando les preguntó: Como supieron que yo estaba aquí? Los hombres del barco dijeron. Nosotros vimos ayer una columna de humo que se levantaba y eso nos sirvió de señal.
Es muy fácil estar desanimado cuando las cosas parecen ir mal. Pero no deberíamos perder el corazón en medio de tales circunstancias, porque nuestro socorro viene del Señor que hizo los cielos y la tierra. Hoy necesito recordar que la próxima vez que el humo se levanta luego de haber consumido mis esperanzas, pueden convertirse en la señal de humo que anuncia la gracia de Dios para mi vida.
Cuantas veces me he sentido en la vida como este hombre solitario en medio de una isla desierta esperando recibir la ayuda humana que venga del norte o del Sur, del Este o del Oeste y mientras más miro mi mirada se pierde en la distancia mientras mis brazos caen llenos de desesperanza. Pero hoy la Palabra de Dios dice. Alzaré mis ojos a los montes. De donde vendrá mi socorro? MI socorro no viene de los hombres, mi socorro viene del Señor que hizo los cielos y la tierra. Él no me dejará ni me desamparará y usará cualquier señal de humo para traer su gracia y poder en acción en mi vida.

Señor, a veces la vida parece dura, pero la vida sin ti es solitaria como un naufrago en una isla desierta. Sin embargo, puedo aún en ese isla solitaria elevaré mi mirada y voz a ti que estas en los cielos y tú en tu amor me envías tu socorro. Que seguridad más grande puedo tener y saber que el creador de los cielos y de la tierra se interesa por mi. Por eso hoy estoy convencido que mi socorro y my ayuda vienen de ti. Gracias Señor. Amén

EL ANGEL EN UNIFORME

“Donde hay un gran amor, siempre hay milagros”
Esta es una historia de familia que me contó mi padreacerca de su madre, mi abuela.En 1949 mi padre acaba de regresar de la guerra. En todaslas autopistas estodounidenses se veían soldados en uniformeque buscaban transporte para llegar a casa, como era cotumbreen aquella época.
Tristemente la emoción del encuentro con su familia pronto sevio ensombrecida. Mi abuela enfermó gravemente y tuvo que serhospitalizada. Eran sus riñones y los médicos le dijerona mi padreque necesitaba una transfusión de sangre de inmediato; de lo contrario,no pasaría de aquella noche. El problema era que su tipo de sangre eraAB-, un tipo de sangre muy poco común incluso hoy día, pero aún másdifícil de encontrar porque en esa epoca no había bancos de sangreni vuelos para enviarla. Se examinó a todos los miembros de la familia,pero ninguno tenía el tipo requerido. Los médicos no daban ninguna esperanza;mi abuela se moría.
Bañado en lágrimas, mi padre salió del hospital para ir en busqueda de lafamilia, para que todos tuvieran la oportunidad de despedirse de la abuelacuando conducía por la autopista, se cruzó con un soldado en uniforme que pedíatransporte para llegar a casa. Profundamente triste, mi padre no sentía en aquelmomento el deseo de hacer una buena obra. Sin embargo, fue casi como si algo ajenoa él lo obligara, se detuvo y aguardó mientras el extraño subía a l auto.
Mi padre estaba demasiado perturbado para preguntarle su nombre, peroel soldado advirtió de inmediato las lágrimas de mi padre y averiguóel motivo. Mi padre le contó a aquel completo extraño que su madreestaba muriendo en ese momento en el hospital porque había sido imposibleencontrar su tipo de sangre, AB-, y que , de no encontrarlo antes de la noche,seguramente moriría.
Hubo un gran silencio en el auto. Luego el soldado no identificado le extendióla mano a mi padre, con la palmahacia arriba. En la palma de su mano estaba la identificaciónque llevaba alrededor del cuello. El tipo de sangre indicado para ella era AB-.El soldado le dijo a mi padre que regresaran de inmediato al hospital.
Mi abuela vivió hasta 1996 cuarenta y siete años más, y hasta la fecha nadieen la familia conoce el nombre del soldado. Pero mi padre se pregunta a menudo:¿Fue realmente unsoldado, o un ángel en uniforme?
Salmos 146:5 Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios,

CELEBRAR EL INVIERNO

Lectura: Salmo 42
¿Por qué te abates, oh alma mía...? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. —Salmo 42:5
Me encanta vivir en lugares donde las cuatro estaciones estén claramente marcadas. Pero aunque adoro acomodarme con un buen libro junto a un fuego que chisporrotea cuando está nevando, debo admitir que mi amor por las estaciones se apaga un poquito cuando los largos días grises del invierno se prolongan hasta febrero. Pero, sin importar el clima, siempre hay algo especial acerca del invierno: ¡La Navidad! Gracias a Dios, mucho después de que se hayan guardado los adornos, la realidad de la Navidad todavía me eleva el espíritu sin importar lo que esté pasando.
Si no fuera por la realidad del nacimiento de Cristo, el invierno no sólo sería oscuro y lóbrego, sino que nuestros corazones estarán sombríos y sin nada en qué tener esperanza.; sin esperanza de libertad de la culpa y el juicio; sin esperanza de Su presencia tranquilizadora y fortalecedora en medio de momentos oscuros y difíciles; sin esperanza de un futuro asegurado en el cielo.
En el invierno de una vida atribulada, el salmista preguntó: «¿Por qué te abates, oh alma mía...?» El remedio era claro: «Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío» (Salmo 42:5).
En las «Crónicas de Narnia» de C. S. Lewis, el Sr. Tumnus se queja de que en Narnia «siempre es invierno y jamás Navidad». Pero para aquellos de nosotros que conocemos al Dios que hizo las estaciones, ¡siempre es Navidad en nuestros corazones!
Deja que la realidad de la Navidad ahuyente las depresiones del invierno.