lunes, 30 de marzo de 2009

EL ÚLTIMO PASEO

Parecía un paseo por la playa como tantos otros. Las olas del Océano Pacífico venían a romper, cansadas de tanto vaivén, en las costas de Santa Mónica, California. El rojizo sol del otoño se ocultaba en el horizonte, allá por donde se esconde el Japón.

Fumiko Kimura, japonesa de treinta y dos años de edad, se detuvo en la playa. Tenía en sus brazos a la pequeña Yuri, de seis meses de edad, y a su lado, tomado de la mano, a su hijito Kusutaka, de cuatro años.

Después de mirar largo rato al sol poniente y al horizonte, caminó en línea directa, introduciéndose en el Pacífico.

Fue un suicidio a la manera de las mujeres japonesas: caminando mar adentro. Con graves problemas matrimoniales, y nostálgica de su país de origen, Fumiko hizo su último paseo.

Este es un caso más de un matrimonio que se viene al suelo. Un caso más de una madre que se elimina junto con sus hijos. Un caso más de un ser humano que, bajo una tremenda carga emocional, le niega a Dios la última oportunidad.

Antes que Fumiko se entregara a las olas del Pacífico, su matrimonio ya había naufragado. Tenía ocho años de casada y su esposo era dueño de un lujoso restaurante, con una holgada posición económica. No obstante, su matrimonio se había hundido en las olas del fracaso.

Son muchos los matrimonios que están, en este mismo momento, pasando a través de olas agitadas, de fuertes tormentas y rudas tempestades. Son muchos los que están luchando para no encallar en arrecifes o naufragar de una vez por todas. Las estadísticas nos dan a entender que en algunos países se está desbaratando uno de cada dos matrimonios. ¿Será el nuestro uno de ellos?

¿Qué podemos hacer ante fuerzas casi incontrolables? ¿Caminar hacia las olas suicidas como lo hizo Fumiko? ¿Tomar veneno juntos, como hacen otros? ¿Subirnos al auto y conducirlo a toda velocidad buscando la muerte? ¿Tirarnos de un puente y así decirle adiós al mundo? ¿Será esta la solución al dolor de nuestra alma? ¡De ninguna manera! El suicidio es la derrota más grande de la vida.

La solución para un matrimonio en problemas está en hacer de Cristo el Señor del hogar. Ha habido miles de matrimonios que han encontrado la solución a sus problemas en Cristo. No hay matrimonio que se pierda cuando le entrega las riendas a Jesucristo. Busquemos a Cristo. Él tiene el poder para rescatar nuestro matrimonio y hacerlo nuevo. Busquémoslo de todo corazón.

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