“Más la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mi; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón” Ezequiel 3:7
La Biblia dice que no hay uno solo bueno, todos somos pecadores. Mi corazón necesita hoy entender que lo único que necesita es la misericordia de Dios, porque adentro solo hay obstinación y rebeldía. Mi corazón siempre está listo para tomar venganza y escoger su propio camino.
Si yo estuviera hoy ante una corte universal y el juez fuera el Señor, mi primer cargo sería la dureza de frente y la obstinación de corazón. Desde antes de mi conversión esa rebeldía ha estado allí, he estado listo para tomar venganza. Aún luego de la conversión, son muchas las veces en que mi corazón rebelde ha dudado de la presencia sublime del Señor.
Cuántas veces mi frente ha sido dura como el pedernal. Hace mucho tiempo debiera de haber temido al Señor y haber tenido contrición profunda de corazón.
Hoy no quiero tener dureza de corazón. Una vez en mi vida antes de conocer al Señor mi corazón fue de piedra, pero el Señor en su amor lo convirtió en corazón de carne. Sin embargo a veces ese corazón es invadido por la terquedad anterior y pareciera que no he sido afectado por la muerte de Jesús, como debiera.
El apóstol Pablo lo dijo, Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi -. Mi corazón necesita hoy derretirse ante los sufrimientos y muerte de Jesús y dar paso a la sencillez y a la ternura. Hoy ofrezco mi corazón al Señor para que el lo trate a su manera.
Hoy quiero doblegarme ante el Señor, para que él en su forma justa y amorosa me libre de esta naturaleza de muerte que quiere imperar y morar en mi corazón. Bendito sea el nombre del Señor, la enfermedad de mi corazón no es incurable, la sangre de Jesús es el solvente universal para esa naturaleza y él con su amor lo suavizará y derretirá mi corazón como la cera ante el incendio. Ese corazón doblegado y partido por el amor divino servirá con gozo al Rey de los Reyes.
Señor. Ante tu presencia llego hoy con la disposición de ser tocado por la poderosa mano de tu presencia. Tú conoces mi corazón. Sabes lo duro, rebelde y obstinado a veces es. Más ante ti llego con humildad para pedirte que trates con tu poder en lo interno de mi ser.
Gracias porque ante tu presencia todo se derrite, aún este corazón rebelde. Quiero servirte con toda mi alma y caminar por la vida con la fe de un niño que sabe esperar en Dios su Salvador. Gracias Señor por los tratamientos que vienen de ti. Te amo y te amaré por siempre.- Amén.
La Biblia dice que no hay uno solo bueno, todos somos pecadores. Mi corazón necesita hoy entender que lo único que necesita es la misericordia de Dios, porque adentro solo hay obstinación y rebeldía. Mi corazón siempre está listo para tomar venganza y escoger su propio camino.
Si yo estuviera hoy ante una corte universal y el juez fuera el Señor, mi primer cargo sería la dureza de frente y la obstinación de corazón. Desde antes de mi conversión esa rebeldía ha estado allí, he estado listo para tomar venganza. Aún luego de la conversión, son muchas las veces en que mi corazón rebelde ha dudado de la presencia sublime del Señor.
Cuántas veces mi frente ha sido dura como el pedernal. Hace mucho tiempo debiera de haber temido al Señor y haber tenido contrición profunda de corazón.
Hoy no quiero tener dureza de corazón. Una vez en mi vida antes de conocer al Señor mi corazón fue de piedra, pero el Señor en su amor lo convirtió en corazón de carne. Sin embargo a veces ese corazón es invadido por la terquedad anterior y pareciera que no he sido afectado por la muerte de Jesús, como debiera.
El apóstol Pablo lo dijo, Ya no vivo yo, más vive Cristo en mi -. Mi corazón necesita hoy derretirse ante los sufrimientos y muerte de Jesús y dar paso a la sencillez y a la ternura. Hoy ofrezco mi corazón al Señor para que el lo trate a su manera.
Hoy quiero doblegarme ante el Señor, para que él en su forma justa y amorosa me libre de esta naturaleza de muerte que quiere imperar y morar en mi corazón. Bendito sea el nombre del Señor, la enfermedad de mi corazón no es incurable, la sangre de Jesús es el solvente universal para esa naturaleza y él con su amor lo suavizará y derretirá mi corazón como la cera ante el incendio. Ese corazón doblegado y partido por el amor divino servirá con gozo al Rey de los Reyes.
Señor. Ante tu presencia llego hoy con la disposición de ser tocado por la poderosa mano de tu presencia. Tú conoces mi corazón. Sabes lo duro, rebelde y obstinado a veces es. Más ante ti llego con humildad para pedirte que trates con tu poder en lo interno de mi ser.
Gracias porque ante tu presencia todo se derrite, aún este corazón rebelde. Quiero servirte con toda mi alma y caminar por la vida con la fe de un niño que sabe esperar en Dios su Salvador. Gracias Señor por los tratamientos que vienen de ti. Te amo y te amaré por siempre.- Amén.
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