“Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: Ojala muriéramos en la tierra de Egipto o en este desierto ojala muriéramos” Números 14:2
Se que hay en mi una tendencia a murmurar y a quejarme, olvidándome de todas las bendiciones y bondades recibidas de Dios. Se que hay muchos aún en las filas cristianas que con frecuencia han tomado el mismo camino que yo he tomado, camino de protesta cuando la alacena está vacía y cuando la lucha se arrecia levanta su rostro rebelde y dicen: Por qué soy afligido de esta manera, yo no lo merezco.
Qué he hecho yo para ser castigado de esta manera. Quién realmente soy para levantarme y protestar contra todo lo que Dios permite? Realmente yo no soy tratado por Dios como merezco, pues su misericordia va por encima de mis rebeliones. Dios nos ha indultado como rebeldes que somos.
Si Dios dejará de tener misericordia hacía mi y me castigara, aún con eso no podría quejarme, porque justamente recibiría lo que merezco, sin embargo me olvido fácilmente de su misericordia. Hoy quiero reconocer su amor, su gracia y misericordia y dejar de murmurar, protestar y quejarme.
Hoy debo reconocer que he permitido que muchas cosas que no son puras entren a mi mente y corazón y esas cosas han contaminado de pensamiento llenándolo de protesta y queja, porque el mundo así lo ha preparado todo. El orgullo ha contaminado mi corazón y quizá para purificarlo es necesario ser sometido al horno de fuego y si allí me quejo y murmuro no podré ver el proceso de purificación en mi.
La contradicción murmuradora se niega a someterse al Señor, y acaso eso no necesita ser reprendida para que al fin se someta? Dios en todas sus correcciones envía su amor para purificarme y para sacar mi naturaleza rebelde y llevarla a sus pies.
Dios trata conmigo como un padre con sus hijos. Y un padre amoroso jamás lleva a sus hijos por caminos que no tienen propósito. Por ello de que sirve quejarme y murmurar, si el Padre celestial tiene para mi vida un propósito , y es más quizá todo esto que estoy viviendo forma parte de ese propósito, por lo tanto decido hoy no quejarme ni murmurar.
“Señor. Perdóname las veces que en mi rebeldía, egoísmo y autosuficiencia he levantado mi rostro para protestar, quejarme y murmurar. No quiero hoy tomar ese triste camino de protesta y rebeldía, porque eso trae a mi vida solo confusión y dolor. Ayúdame a vivir bajo manto del agradecimiento-.Amén.
Se que hay en mi una tendencia a murmurar y a quejarme, olvidándome de todas las bendiciones y bondades recibidas de Dios. Se que hay muchos aún en las filas cristianas que con frecuencia han tomado el mismo camino que yo he tomado, camino de protesta cuando la alacena está vacía y cuando la lucha se arrecia levanta su rostro rebelde y dicen: Por qué soy afligido de esta manera, yo no lo merezco.
Qué he hecho yo para ser castigado de esta manera. Quién realmente soy para levantarme y protestar contra todo lo que Dios permite? Realmente yo no soy tratado por Dios como merezco, pues su misericordia va por encima de mis rebeliones. Dios nos ha indultado como rebeldes que somos.
Si Dios dejará de tener misericordia hacía mi y me castigara, aún con eso no podría quejarme, porque justamente recibiría lo que merezco, sin embargo me olvido fácilmente de su misericordia. Hoy quiero reconocer su amor, su gracia y misericordia y dejar de murmurar, protestar y quejarme.
Hoy debo reconocer que he permitido que muchas cosas que no son puras entren a mi mente y corazón y esas cosas han contaminado de pensamiento llenándolo de protesta y queja, porque el mundo así lo ha preparado todo. El orgullo ha contaminado mi corazón y quizá para purificarlo es necesario ser sometido al horno de fuego y si allí me quejo y murmuro no podré ver el proceso de purificación en mi.
La contradicción murmuradora se niega a someterse al Señor, y acaso eso no necesita ser reprendida para que al fin se someta? Dios en todas sus correcciones envía su amor para purificarme y para sacar mi naturaleza rebelde y llevarla a sus pies.
Dios trata conmigo como un padre con sus hijos. Y un padre amoroso jamás lleva a sus hijos por caminos que no tienen propósito. Por ello de que sirve quejarme y murmurar, si el Padre celestial tiene para mi vida un propósito , y es más quizá todo esto que estoy viviendo forma parte de ese propósito, por lo tanto decido hoy no quejarme ni murmurar.
“Señor. Perdóname las veces que en mi rebeldía, egoísmo y autosuficiencia he levantado mi rostro para protestar, quejarme y murmurar. No quiero hoy tomar ese triste camino de protesta y rebeldía, porque eso trae a mi vida solo confusión y dolor. Ayúdame a vivir bajo manto del agradecimiento-.Amén.
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