martes, 27 de mayo de 2008

MEDICO, CURATE A TI MISMO

Todo estaba preparado para la operación. Y todo obedecía las más rigurosas reglas de higiene y asepsia. Las enfermeras estaban listas. El equipo quirúrgico estaba listo. Y aunque no era una operación difícil, la corrección de una hernia, era una circunstancia especial. El cirujano sería el doctor Coronel Truta, de setenta años de edad, de Bucarest, Rumania.
Se administró anestesia local profunda. Luego el doctor empuño el bisturí y abrió el vientre. Prosiguió con la destreza de un veterano cirujano y rectificó el daño. Pero lo raro de esta operación era que Truta se la estaba haciendo a sí mismo. Se trataba de una autocirugía.

«Lo hago -explicó el doctor Truta- para demostrar que es posible, y para que vean que lo que enseño, lo practico, hasta en mí mismo.»

No podemos menos que admirar a este cirajano que, con su propia mano aplicada a sí mismo, dio prueba que estaba dispuesto a demostrar en carne propia que él practicaba lo que enseñaba. Pero el doctor Truta ilustró algo más. Ilustró un dicho antiguo que, en cierta ocasión, citó el Señor Jesucristo mismo: «¡Médico, cúrate a ti mismo!" (Lucas 4:23). Y en efecto, Cristo realizó en sí mismo la cura radical de los pecados de toda la humanidad cuando dio su vida en la cruz del
Calvario. Ampliando la lección, ¡qué fácil nos es demandar de otros lo que nosotros mismos no queremos hacer! El ejemplo clásico es el del padre que le dice al hijo qué cosas debe y no debe hacer, pero su propio comportamiento es todo lo contrario. Ante esto hay que decir: «Médico,
cúrate a ti mismo.»
¿Y qué de la autoridad civil, política o militar que le aplica a sus ciudadanos la fuerza de la ley cuando ellos mismos viven al margen de sus propias demandas? Aquí, también, hay que decir: «Médico, cúrate a ti mismo.»
Tenemos, también, al esposo para quien la absoluta fidelidad matrimonial no existe, y sin embargo si su esposa hace lo mismo, la mata. «Médico, cúrate a ti mismo.»
¿Y qué del líder religioso que exige de sus feligreses que lleven una vida de santidad y pureza, y él mismo anda adulterando no sólo su vida, sino también los principios sanos que él mismo predica? «Médico, cúrate a ti mismo.»
Seamos sinceros. Aconsejemos con nuestra vida y no sólo con los labios. Así lo hizo nuestro Maestro, el Señor Jesucristo.

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