Su espíritu adornó los cielos...
He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos.
Job 26:7, 13-14
El huesped de un profesor de literatura consideraba el cristianismo como anticuado. Cierta vez dijo, sonriendo a su anfitrión, a quien conocía como creyente:
-El concepto del mundo tal como nos lo proporciona la Ciencia hace que la vieja fe cristiana sea un simple disparate. ¿Puede Dios -si efectivamente existe
- interesarse por seres vivientes tan pequeños como nosotros, que andamos por un planeta tan insignificante? Esto es un invento de la gente que cree que la Tierra es un disco y que las estrellas se hallan a pocos kilómetros de ella.
-¿Quién creyó esto?
- Quiso saber el profesor.
-Todos esos personajes del cristianismo primitivo, de los cuales usted me habla a menudo
- Contestó el huésped El profesor, tomando un libro, preguntó a su interlocutor:
-¿Conoce usted esta obra?
-Si
-dijo éste-, es de Ptolomeo, el astrónomo alejandrino del siglo II, en el cual se basó la astronomía de la Edad Media.
-Por favor, lea este pasaje -le pidió el profesor. Su invitado leyó:
"En comparación con la distancia a la cual se hallan las estrellas fijas, la tierra no tiene un tamaño digno de mención y debe ser considerada como un punto.
" Hubo una pausa.
-¿Lo sabían en aquel tiempo? -preguntó el sorprendido huésped-, entonces, ¿por qué no lo mencionan las enciclopedias modernas?
Pese a la grandeza del universo y la insignificancia de la Tierra y de sus moradores, el Señor Jesús quiso venir a este mundo.
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