Lectura: Lucas 23:33-38.
"Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores" Lucas 23:33
Al mirar la pintura de Rembrandt Las Tres Cruces, lo primero que capta nuestra atención es la cruz donde murió Jesús. Luego, al mirar a la multitud congregada alrededor del pie de esa cruz, quedamos impresionados ante las diversas expresiones faciales y las acciones de las personas involucradas en el terrible crimen de crucificar al Hijo de Dios. Finalmente, nuestros ojos van hacia el extremo de la pintura para captar con la vista otra figura, casi escondida en las sombras. Algunos críticos dicen que es una representación de Rembrandt mismo, por cuanto reconocía que por causa de sus pecados él había ayudado a clavar a Jesús a la cruz.
Alguien ha dicho: «Es sencillo decir que Cristo murió por los pecados del mundo. Lo difícil es decir que Cristo murió por mis pecados… Es una idea espeluznante el que podamos ser tan indiferentes como Pilato, tan intrigantes como Caifás, tan crueles como los soldados, tan despiadados como la muchedumbre, o tan cobardes como los discípulos. No fue simplemente lo que ellos hicieron —fui yo quien Le clavó al madero. Yo crucifiqué al Cristo de Dios. Me uní a la mofa».
Colócate en las sombras junto con Rembrandt. Tú también estás allí. Pero luego recuerda lo que Jesús dijo mientras colgaba de esa cruz, «Padre, perdónalos». Gracias a Dios, eso nos incluye a ti y a mí.
La cruz de Cristo revela lo mejor del amor de Dios y lo peor del pecado del mundo.
"Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores" Lucas 23:33
Al mirar la pintura de Rembrandt Las Tres Cruces, lo primero que capta nuestra atención es la cruz donde murió Jesús. Luego, al mirar a la multitud congregada alrededor del pie de esa cruz, quedamos impresionados ante las diversas expresiones faciales y las acciones de las personas involucradas en el terrible crimen de crucificar al Hijo de Dios. Finalmente, nuestros ojos van hacia el extremo de la pintura para captar con la vista otra figura, casi escondida en las sombras. Algunos críticos dicen que es una representación de Rembrandt mismo, por cuanto reconocía que por causa de sus pecados él había ayudado a clavar a Jesús a la cruz.
Alguien ha dicho: «Es sencillo decir que Cristo murió por los pecados del mundo. Lo difícil es decir que Cristo murió por mis pecados… Es una idea espeluznante el que podamos ser tan indiferentes como Pilato, tan intrigantes como Caifás, tan crueles como los soldados, tan despiadados como la muchedumbre, o tan cobardes como los discípulos. No fue simplemente lo que ellos hicieron —fui yo quien Le clavó al madero. Yo crucifiqué al Cristo de Dios. Me uní a la mofa».
Colócate en las sombras junto con Rembrandt. Tú también estás allí. Pero luego recuerda lo que Jesús dijo mientras colgaba de esa cruz, «Padre, perdónalos». Gracias a Dios, eso nos incluye a ti y a mí.
La cruz de Cristo revela lo mejor del amor de Dios y lo peor del pecado del mundo.
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