No fue mera casualidad que Jesús fuera a Cesárea de Filipo donde había un templo, en forma de gruta, dentro de una roca blanca, en el cual se adoraba la imagen de César como Dios manifestado en carne.
Jesús fue allá para preguntarles: "¿Quién dicen los hombres que yo soy?" Los discípulos querían que Jesús reuniera fuerzas, en aquel lugar apartado, para luchar contra el César; y lo estaba haciendo. Pero de una manera tan completa y de tan vastos alcances como nunca podían soñarlo. Fue allí donde empezó la gran batalla.
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