sábado, 7 de noviembre de 2009

SANGRE SALVAVIDAS

La aguja fue insertada en la vena, y el líquido rojo empezó a bajar, gota a gota. El enfermo, en estado semicomatoso, comenzó a sentir el efecto benéfico. La intensa palidez de su rostro fue reemplazada por un color bronceado, un color natural de vida, de energía, de salud.

El equipo médico encabezado por el doctor Oscar Gromilka, del Laboratorio Militar de San Diego, California, observaba ansioso el procedimiento. Porque el líquido rojo que estaba salvando la vida de ese joven accidentado no era sangre. Era un sustituto de la sangre, producido en laboratorios químicos: un sustituto a base de la modificación de las moléculas de hemoglobina de las células, y que es más barato, más estable, más fácil de obtener y es compatible con cualquier grupo sanguíneo. ¡Toda una revolución en el campo de la hemoterapia!

Cada día investigadores científicos descubren nuevos productos artificiales. Muchos de estos, que antes sólo podían comprar los ricos, ahora están al alcance de todos. Los mejores ejemplos corresponden a miembros del cuerpo, tales como piernas y manos artificiales, orejas artificiales, piel artificial, pelo que no es pelo, dientes que no son dientes, ojos que no son ojos, válvulas cardíacas que no son las originales, y aparatos que hacen que lata el corazón, que respiren los pulmones y que accione el cerebro aun después de la muerte.

En otros campos del empeño humano tenemos música que no es música, amor que no es amor, felicidad que no es felicidad, y vida que no es vida. Todos estos son imitaciones y sustitutos modernos de lo que un día fue fresco y natural.

Pero lo que es verdaderamente peligroso, que raya en la perdición eterna, es tomar por salvación lo que no es salvación sino sólo un invento del diablo, una imitación para darle al hombre la ilusión de que está salvo, tiene justicia y no necesita más que lo que tiene. Esto sucede con las distintas religiones que hay en el mundo, que ofrecen un falso camino de salvación y le dan al que las practica la seguridad falsa de creerse a salvo y en paz con Dios cuando en verdad sigue cautivo del error, del pecado y del mal.

La verdad absoluta es que sólo Cristo es el Salvador y, por consiguiente, nuestra salvación. Y sólo su sangre, la única sangre salvavidas auténtica y divina, es la que limpia de todo pecado.
Hermano Pablo

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