Durante meses había estudiado, con mucho esmero, los cursos del último año de secundaria.
No era sólo por interés en los estudios, sino porque su padre le había prometido un regalo especial de graduación. Era un regalo que sólo podría hacer un padre pudiente: un automóvil.
No era un automóvil cualquiera: era un automóvil deportivo, de esos que enloquecen a los jóvenes y atolondran a las muchachas.
Por fin llegó el día de la ceremonia de graduación. El joven había terminado el curso con buenos grados y, como prueba de ello, mostraba a todos su diploma. Con la graduación llegó también la fiesta, que era el lugar donde se habría de revelar el ansiado regalo. Pero el automóvil no estaba a la vista.
Cuando llegó el momento de dar el regalo, su padre, en lugar de darle un auto, le dio una Biblia. El joven perdió todo control emocional y dignidad de hijo sabio, y salió furioso maldiciendo y dando portazos. Abandonó no sólo la Biblia sino también la fiesta, sus amigos, su hogar y sus padres.
A los pocos meses su padre murió de un síncope cardíaco sin haber visto otra vez a su hijo. Cuando el muchacho volvió a la casa para asistir al funeral, se le dio la Biblia que su padre le había regalado y que él había rechazado.
Dentro de la Biblia, que no había sido abierta, el joven halló un cheque por la cantidad exacta que costaba el auto. El cheque llevaba la fecha de su graduación y la firma de su padre. El joven, mal agradecido y disgustado, había abandonado no sólo a sus padres, sino también lo más preciado que existe en este mundo, la Biblia, y con ella todo lo que la Biblia contiene.
¡Qué fácil nos es confundir valores y abandonar lo mejor por lo peor! El joven de nuestra historia cometió dos graves errores. Primero fue insolente, faltándole al respeto a sus padres. Eso es imperdonable en cualquier hijo. Luego manifestó ignorancia, pues no reconoció el significado del libro que el padre le daba: la Santa Biblia.
El no hacer caso de nuestras necesidades espirituales es el error que ha causado más daño en este mundo. De más valor es la Biblia, con o sin un cheque adentro, que un vehículo, sea éste el más caro del mundo.
Todo ser humano tiene vacíos emocionales, morales y espirituales que sólo Dios puede suplir. Leyendo con perseverancia y esmero la Santa Biblia, encontramos la paz que necesitamos. No despreciemos el Libro de Dios. Leámoslo todos los días. Es lámpara a nuestros pies y luz en nuestro camino.
Hermano Pablo
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