Lectura: Salmos 89:1-8
Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria Tu fidelidad con mi boca. —Salmos 89:1
Nunca olvidaré la primera vez que vi al Coro del Tabernáculo de Brooklyn en concierto. Casi 200 personas que habían sido redimidas de las entrañas de Brooklyn —incluyendo a ex adictos al crack y prostitutas— cantaban con todo su corazón a Dios. Sus rostros brillaban con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras cantaban acerca de la obra de redención y perdón de Dios en sus vidas.
Mientras les observaba, me sentí algo insuficiente. Como recibí al Señor y fui salvo a la edad de 6 años, no sentía la misma profundidad de gratitud que ellos mostraban mientras cantaban acerca del dramático rescate que Dios había provisto para ellos. Yo fui salvado de cosas como morder a mi hermana —lo cual no es exactamente un testimonio dramático
Luego el Espíritu me hizo recordar que si Él no me hubiese rescatado cuando era un niño, ¿quién sabe cómo habría estado mi vida hoy? ¿En qué caminos destructivos habría caído si Él no me hubiese estado enseñando cualidades tales como la servidumbre y el dominio propio?
Vi claramente que yo también soy un gran deudor de Su gracia. No es sólo que seamos salvos del pasado, sino que somos salvos «de lo que podría haber sido» lo cual hace que nuestros corazones sean dignos de un lugar en el coro de los redimidos. Cualquiera que recibe a Jesús como Salvador es bienvenido a unirse en el coro de la alabanza: «Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente» (Sal. 89:1).
La alabanza fluye libremente del coro de los redimidos.
Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria Tu fidelidad con mi boca. —Salmos 89:1
Nunca olvidaré la primera vez que vi al Coro del Tabernáculo de Brooklyn en concierto. Casi 200 personas que habían sido redimidas de las entrañas de Brooklyn —incluyendo a ex adictos al crack y prostitutas— cantaban con todo su corazón a Dios. Sus rostros brillaban con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras cantaban acerca de la obra de redención y perdón de Dios en sus vidas.
Mientras les observaba, me sentí algo insuficiente. Como recibí al Señor y fui salvo a la edad de 6 años, no sentía la misma profundidad de gratitud que ellos mostraban mientras cantaban acerca del dramático rescate que Dios había provisto para ellos. Yo fui salvado de cosas como morder a mi hermana —lo cual no es exactamente un testimonio dramático
Luego el Espíritu me hizo recordar que si Él no me hubiese rescatado cuando era un niño, ¿quién sabe cómo habría estado mi vida hoy? ¿En qué caminos destructivos habría caído si Él no me hubiese estado enseñando cualidades tales como la servidumbre y el dominio propio?
Vi claramente que yo también soy un gran deudor de Su gracia. No es sólo que seamos salvos del pasado, sino que somos salvos «de lo que podría haber sido» lo cual hace que nuestros corazones sean dignos de un lugar en el coro de los redimidos. Cualquiera que recibe a Jesús como Salvador es bienvenido a unirse en el coro de la alabanza: «Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente» (Sal. 89:1).
La alabanza fluye libremente del coro de los redimidos.
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