Se aburría muchísimo porque allí se enseñaba el ateísmo. Irina se decía: –Si fuese cierto que Dios no existe, bastaría que nos lo dijeran dos o tres veces, y punto. Pero si tienen que repetirlo siempre y con tanto odio, entonces debe haber un Dios, y él debe ser fuerte.
Estaba enojada a ese respecto, pues si no hubiese un Dios, ella no tendría que estar sentada tantas horas oyendo propaganda ateísta.
Irina empezó a orar al Dios que no conocía. Lo buscó leyendo las obras de escritores rusos, pero esto no le ayudó. En esa época recibió una Biblia, la leyó y aprendió a conocer al Señor Jesús, mediante el cual halló la puerta abierta para ir hacia Dios.
Hoy en día tenemos muchas más facilidades. Cualquiera puede comprar o pedir prestada una Biblia y leerla. Vivimos en países donde se permite hablar abiertamente de Dios, compartir con otros nuestra búsqueda, experiencias y ayudarnos mutuamente a conocer al Señor Jesús. Él se deja encontrar por los que le buscan sinceramente.
Dios existe. Él es nuestro Creador y quiere llegar a ser nuestro Salvador personal. Por eso envió a su Hijo Jesucristo como hombre a la tierra, a fin de que nos volvamos a él y creamos que Jesús murió en la cruz cargando con nuestros pecados.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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