sábado, 8 de noviembre de 2008

LAGRIMAS DE DIOS

Lectura: Juan 11:28-37
Jesús lloró. —Juan 11:35
En la historia de C. S. Lewis El Sobrino del Mago, Digory recordó a su madre desahuciada y cómo todas sus propias esperanzas se iban extinguiendo. Con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, le espetó a Aslan, el gran león que representa a Cristo: «Por favor, por favor no puedes darme algo que cure a mamá?»
Luego, en su desesperación, Digory levantó la mirada hacia el rostro de Aslan. «Grandes lágrimas brillantes llenaban los ojos del León. Eran lágrimas tan grandes y brillantes comparadas con las de Digory que por un momento éste sintió como si el León realmente se lamentara aún más por su madre que él mismo. ‘Hijo mío, hijo mío’, dijo Aslan. ‘Lo sé. El dolor es grande. Pero sólo tú y yo en esta tierra lo sabemos. Seamos buenos los unos con los otros’».
Pienso en las lágrimas de Jesús ante la tumba de Lázaro (Jn. 11:35). Creo que Él lloró por Lázaro así como también por María y Marta, y por el dolor de ellas. Posteriormente, Jesús lloró por Jerusalén (Lc. 19:41-44). Y Él conoce y comparte nuestro dolor hoy. Pero, tal y como lo prometió, Le volveremos a ver en el lugar que está preparando para nosotros (Jn. 14:3). En el cielo, nuestro dolor terminará. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos [nuestros]; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor» (Ap. 21:4).
Hasta entonces, tú sabes que Dios llora contigo.
Si dudas que a Jesús Le importa tu dolor, recuerda Sus lágrimas.

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