miércoles, 26 de noviembre de 2008

CONVERSAR CON DIOS

Un gran hombre de Dios a quien aprecio mucho declaró: “La oración es amistad con Dios.” Creo que hizo una importante observación. La oración es, sencillamente, dos amigos que conversan.

La oración es una conversación entre Dios y nosotros. No es un monólogo de peticiones sino un diálogo. Dios nos habla a través de su Palabra y a través del testimonio interno del Espíritu Santo. Nosotros respondemos a Dios con adoración, confesión, petición, intercesión y acción de gracias. Sin estos cinco elementos, nuestras oraciones serían desequilibradas. Consideremos juntos estos cinco aspectos de la oración.

El primer elemento de la oración agradable al Señor es la adoración. Al entrar a la presencia de Dios en oración, comenzamos expresando nuestra adoración y reverencia por El. El Talmud contiene esta sentencia: “El hombre ante todo siempre debe ofrecer alabanza, y luego entonces orar.” A través de las páginas de las Escrituras, también encontramos alabanzas y adoración a Dios por parte de generaciones pasadas.

La confesión sigue a la alabanza. Cuando Isaías vio al Señor en toda Su gloria, exclamó: “¡Ay de mí! que soy hombre muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo inmundo de labios, han visto mis ojos al Rey” (Isaías 6:5). En realidad no podemos alabar al Dios de toda santidad si
no tenemos un profundo sentido de nuestra propia impureza. La Biblia también nos enseña que Dios es misericordioso y nos perdona cuando confesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9).

Sólo después de la adoración y la confesión, ofrecemos al Padre nuestras peticiones. La verdadera oración consiste en los pedidos de alguien que reconoce su extrema necesidad, y en las provisiones de Alguien que demuestra Su extrema bondad.

Jesús nos promete: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24). El nos alienta a pedir al Padre lo que necesitamos.

Al orar, también debemos incluir la intercesión. Este puede ser un precioso ministerio en favor de otros ante el trono de la gracia. El profeta Samuel dijo al pueblo de Israel: “En cuanto a mí, lejos esté de mí el pecar contra Jehová dejando de orar por ustedes” (1 Samuel 12:23 BD). La intercesión es una importante responsabilidad espiritual que como cristianos no debemos descuidar.

La acción de gracias debe inundar el resto de nuestra conversación con Dios. Preste oídos a estas exhortaciones del apóstol Pablo: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16 18). Experimentamos el gozo del Señor cuando hablamos con El en oración y le agradecemos por Sus respuestas.

Estoy convencido de que cuando Dios quiere bendecir a su pueblo, primero lo mueve a orar, a entablar un diálogo con El.

¿Lo ha movido a orar el Señor? Aparte un momento ahora mismo y hable con El. Alábelo por lo que El es. Confiese a El su pecado. Presente sus peticiones. Interceda por sus hermanos en la fe, y ofrézcale su gratitud por lo que El hará.

Al hablar con Dios incluya estos cinco pasos, y verá que en su caso la oración también ha de ser “amistad con Dios.”

Luis Palau

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