miércoles, 16 de julio de 2008

A CRISTO CRUCIFICADO

No me mueve, mi Dios, para quererle,
El cielo que me tienes pretendido.
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por eso de ofenderle.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verle
Clavado en una cruz y escarnecido;
Muéveme ver tu cuerpo tan herido;
Muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
Que aunque no hubiera cielo, yo te amara;
Y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;
Pues aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.

Atribuído por unos a Teresa de Jesús
y por otros a Juan de la cruz


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