martes, 20 de mayo de 2008

EL AMIGO

Ruth miro en su buzón del correo, pero solo había una carta. La cogió y la miró antes de abrirla, pero luego la miró con más cuidado. No había sello ni matasellos de correos, solamente su nombre y su dirección. En la carta decía...

Querida Ruth:
Estaré en tu vecindario el sábado por la tarde y pasaré a visitarte.
Con cariño,
Jesús.

Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa. "Porque querrá venir a visitarme el Señor?. No soy nadie en especial, no tengo nada que ofrecerle...". Pensando en eso, Ruth recordó el vacio reinante en los estantes de su cocina.
-¡Ay no! No tengo nada para ofrecerle! Tendré que ir al mercado y conseguir algo para la cena".
Buscó la cartera y vació el contenido sobre la mesa: cinco dólares y cuarenta centavos.
-Bueno, comprare algo de pan y alguna otra cosa, al menos.
Se echo un abrigo encima y se apresuró a salir. Una hogaza de pan francés, media libra de pavo y un cartón de leche... y Ruth se quedó con solamente doce centavos que le deberían durar hasta el lunes. Aún así, se sintió bien camino a casa, con sus humildes ingredientes bajo el brazo.
-Oiga, señora, nos puede ayudar, señora?"
Ruth estaba tan absorta pensando en la cena que no vio las dos figuras que estaban de pie en el pasillo. Un hombre y una mujer, los dos vestidos con poco mas que harapos.
-Mire, señora, no tengo empleo, usted sabe, y mi mujer y yo hemos estado viviendo allí afuera en la calle y, bueno, esta haciendo frío y nos esta dando hambre, y bueno, si usted nos puede ayudar, señora, estaríamos muy agradecidos...

Ruth los miro con mas cuidado. Estaban sucios y tenían mal olor y, francamente, ella estaba segura de que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran.
-Señor, quisiera ayudar, pero yo misma soy una mujer pobre. Todo lo que tengo es unas rebanadas y pan, pero tengo un huésped importante para esta noche y planeaba servirle eso a Él. -Sí, bueno, sí señora, entiendo. Gracias de todos modos.
El hombre puso su brazo alrededor de los hombros de la mujer y se drigieron a la salida. A medida que los veía saliendo, Ruth sintió un latido familiar en su corazón.
-¡Señor, espere!
La pareja se detuvo y se volvió al escuchar su voz, y enseguida los alcanzó en la calle.
-Mire: ¿por que no toma esta comida?. Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado..., y extendió la mano con la bolsa de viveres.
-¡Gracias, señora, muchas gracias!
-¡Si, gracias!, dijo la mujer y Ruth pudo notar que estaba temblando de frío.
-Saben tengo otro abrigo en casa. Tome este,- Ruth desabotono su abrigo o deslizó sobre los hombros de la mujer.
Y sonriendo, dió la vuelta y regresó camino a casa... sin su abrigo y sin nada que servir a su invitado.
-¡Gracias, señora, muchas gracias!
Ruth estaba tiritando cuando llego a la entrada. Ahora no tenia nada para ofrecerle al Señor. Buscó rápidamente la llave en la cartera.
Mientras lo hacia noto que había otra carta en el buzón.
-Que raro, el cartero no viene dos veces en un día.- Tomó el sobre y lo abrió:

Querida Ruth:
Que bueno fue volverte a ver. Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo.
Con cariño,
Jesús

El aire todavía estaba frío, pero aun sin su abrigo, Ruth no lo noto.

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