A los nueve años de edad tenía vista de lince, gran aptitud para
correr, e inteligencia sobresaliente. Pero a los diez, en un juego de
cricket, recibió un terrible pelotazo en el ojo derecho, y a las pocas
semanas Cyril Charles, un niño de la isla Trinidad, quedó casi
totalmente ciego.
¿Qué hace un niño de diez años de edad que de repente pierde la
vista? Hace lo que, por lo general, no hacen los adultos. En esto
podríamos nosotros los adultos aprender de los niños.
Cyril Charles, sin amilanarse, comenzó de inmediato a aprender el
braille y, mientras lo aprendía, continuó cursando sus estudios. Aunque
lo muy poco que veía aparecía borroso, continuó también practicando el
fútbol y el atletismo. Con el paso del tiempo Cyril no sólo se
convirtió en un estudiante singular, sino que sobresalió en el deporte.
Y a los veinte años ganó una maratón para minusválidos.
Al año de ganarse esa carrera, con los adelantos de la ciencia fue
operado de la vista, y Cyril recuperó su visión. Había pasado muchos
años en sombras, pero resurgió, por fin, a la luz y a esperanzas
cumplidas.
Una desgracia física no es el fin de la vida. El mundo no se
detiene porque uno haya sufrido un percance. Es cierto que hay que
hacer ajustes. A veces es cuestión de enfrentar un nuevo régimen de
acción, pero la vida sigue. Y la esperanza, la fuerza de voluntad, la
férrea resolución, la tenacidad y la constancia traen, con el tiempo,
el triunfo.
No perdamos la fe. La fe en uno mismo y la confianza en los
semejantes producen una esperanza que trasciende toda tragedia humana.
El cuerpo físico puede nacer contrahecho o débil. Puede deteriorarse.
Puede, incluso, perder uno de sus miembros o uno de sus sentidos
físicos. Pero si dentro del cuerpo tenemos el alma viva y pujante,
triunfaremos porque ésta nos sostendrá.
No perdamos la fe. Creamos, más bien, en Dios. La fe en Dios
nuestro Creador produce una fuerza en nosotros mil veces mayor que la
fuerza humana. Las competencias deportivas para minusválidos que se
realizan ya en casi todas partes del mundo están demostrando que cojos,
mancos, paralíticos, ciegos y otros muchos impedidos pueden vencer
obstáculos increíbles.
No perdamos la fe. Aferrémonos, más bien, a la mano de Dios.
Creamos como creía el apóstol Pablo, que dijo: «Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece» (Filipenses 4:13).
Hermano Pablo
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