El desierto ardía como horno encendido. El sol llameante calcinaba la
tierra, y fuertes vientos levantaban olas de arena que ennegrecían el
cielo.
En medio del calor una caravana, que cruzaba el Sahara, se vio de
pronto rodeada de negras nubes y debió buscar refugio donde lo hubiera.
Pasado el simún, la caravana, larga y abatida, miró atentamente al
cielo, y con paso firme regresó al rumbo que había perdido.
No eran personas ni eran camellos. Eran hormigas. Hormigas que con sólo mirar a las estrellas sabían cómo encontrar su ruta.
Las hormigas del Sahara tienen un maravilloso instinto de
dirección. Si se desvían, con sólo mirar las estrellas vuelven a
encontrar su rumbo.
El Dr. Rudiger Wehner, de la Universidad de Zurich, Suiza, lo
explicó así: «Esta hormiga, al levantar su mirada a las estrellas,
puede ver patrones de luz polarizada. Eso le basta para conducirse a
través de la larga travesía.»
La Biblia también habla acerca de la hormiga. En el libro de los
Proverbios dice: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y
adquiere sabiduría» (Proverbios 6:6). La hormiga sabe, por instinto,
interpretar las señales de los cielos. Sabe dirigirse a través de
vastos desiertos sin perder la dirección. Labora todos los días de su
vida y siempre está a la expectativa de algo nuevo. Nunca deja de
actuar, nunca deja de trabajar, nunca deja de producir, pase lo que
pase.
¿Qué le da ese ánimo? ¿Cómo es que nunca se da por vencida? La
respuesta es una lección para todos nosotros. La hormiga se sujeta a
leyes. En el caso de la hormiga, esas leyes forman parte de su instinto
natural, y sin embargo son leyes. Ahí, precisamente, está la lección.
Muchos en este mundo, incluso algunos llamados sabios, no saben
que el verdadero triunfo en la vida, incluyendo el dominio propio,
consiste en vivir dentro de los parámetros de las leyes morales de
Dios.
Todos los problemas personales y colectivos del ser humano vienen
por no reconocer y someterse a los mandamientos morales y espirituales
de Dios. Cuando ignora las leyes divinas, se encuentra sin brújula en
medio de un desierto de confusiones. Es entonces que se da a las
drogas, al alcohol y a la vida desenfrenada, y termina al fin deseando
suicidarse.
Regresemos al consejo del proverbista: «¡Fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace, y adquiere sabiduría.»
Hermano Pablo
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