lunes, 1 de abril de 2013

“PERO, SEÑOR…”

Muchas veces las oraciones que elevamos se convierten en monólogos acerca de lo que necesitamos, deseamos o agradecemos. La voz de Dios se hace audible cuando leemos o recordamos sus promesas, pero no parece tener el mismo tono cuando nos insta al servicio, a la acción. Esa orden ya no suena tan fuerte y clara, en cambio, nuestras razones y argumentos inundan el pensamiento. Ya no estamos seguros de que aquello sea realmente la voluntad de Dios… Es que si lo fuese todo debería darse más fácil, no?

Las excusas no se las damos al Señor, generalmente nos las damos a nosotros mismos para convencernos de que lo que pensamos y queremos. Imaginemos pararnos ante Él y decirle que recapacite ante nuestras razones…

Pero, Señor:
-No tengo tiempo


“No mirando n osotros las cosas que se ven, si no las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales , pero las que no se ven son eternas” 2°Corintios 4:18

Quizás el tiempo sea el mejor parámetro para conocer dónde está puesto nuestro corazón. Sólo es cuestión de comparar cuanto tiempo dedicamos a cada cosa de nuestra vida.

Este pasaje pone en evidencia lo menor que resulta lo temporal con respecto a lo eterno y cómo enfocamos nuestra mirada sobre lo que resulta fugaz. Nuestra mirada y nuestro tiempo ¿están puestos en el Reino?

-No es el momento. Más adelante quizás lo sea, pero ahora es realmente complicado

“Entonces el Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. (…) Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. (…)Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.” Mateo 25: 1, 10 y 13.

El hecho de postergar no sólo muestra prioridades sino que también habla de seguridades. No nos animamos porque no confiamos en que podamos. Una vez más, la seguridad está puesta en nosotros y no velamos sino que postergamos a lo que hoy nos debemos.

-No puedo sobrecargarme, estoy agotado.

“Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; mas los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán. ” Isaias 40:30-31

La realidad pesa sobre nuestro cuerpo y nuestra mente cansada, es verdad. Como así también es verdadera esta palabra. Cuando vemos con asombro a los siervos fieles que superan obstáculos, enfrentan y salen victoriosos de las pruebas y situaciones más terribles, ¿acaso no reconocemos que la m ano de Dios es la que los sostiene? ¿No ansiamos ver milagros en nuestras vidas? ¿No anhelamos remontarnos y volar como águilas por encima de la mediocridad?

-No estoy preparado. No sirvo para ese ministerio.

“Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y Él : Ve, porque yo estaré contigo… ”

La gran mentira del enemigo nos ha convencido. Claro, es el rey en lo que a mentiras se refiere. Pero una vez mas debemos recordar: El que hizo los cielos y la tierra, el alfa y el omega, el que sopló aliento de vida, el gran Yo Soy; ese mismo es el que nos dice: “Yo estaré contigo”.

Nuestra voz comienza a mermar y comenzamos a escuchar al Padre decir que no es nuestro tiempo, que no son nuestras manos las que harán ni que dependemos de nuestras capacidades. Que nos ama y nos quiere en sus manos. Y la paz que sólo Él nos da calla de una vez por todas a las excusas. No d ebemos olvidar que somos herramientas que serán útiles sólo en las manos del que hace la obra.
Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
meryrueda

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