El matrimonio de John y Jenny Colomer, de Aspendale, Australia,
estaba colmado de felicidad. Los cuatro hijos que les llegaron en
rápida sucesión intensificaron aún más esa felicidad. Pero a los ocho
años de matrimonio, comenzó una pesadilla. Jenny empezó a tener
problemas mentales, y éstos se fueron agravando mes tras mes hasta
llegar a ser insoportables.
Un día Jenny, presa de una furia descontrolada, castigaba
brutalmente a sus hijos sin ningún motivo. Otro día, la emprendía
contra su esposo. Así transcurrieron ocho años de locura, hasta el día
en que Jenny atacó y golpeó a su esposo John. Éste la sujetó del cuello
y, bajo una ola de locura propia, apretó demasiado fuerte y Jenny
murió estrangulada. El juzgado, comprendiendo su tragedia, lo declaró
inocente.
Una de las peores pesadillas que quebranta el corazón y destruye
la paz ocurre cuando algún miembro de la familia padece perturbaciones
mentales, sobre todo si se trata del padre o de la madre. Pero hay una
demencia que, a pesar de la aparente contradicción de vocablos, no es
mental sino espiritual. Ésa es la que padece el hombre o la mujer, que
por más que desea y que busca la paz interna —esa paz del corazón que
llega hasta lo profundo del alma—, no la halla. Tiene inteligencia,
bienes materiales, buena familia, una posición reconocida y todo lo que
el mundo estima valioso, pero no tiene paz. Daría cualquier cosa por
tener tranquilidad en el alma, satisfacción, contentamiento y paz, pero
nada de eso tiene. Esa es la demencia del corazón, y muchas personas
padecen de ella.
Para la demencia mental, hay tratamientos psicológicos y drogas
fuertes. Pero, ¿qué hay para la demencia del corazón? ¿Hay alivio para
el alma atribulada y para el corazón confundido? ¡Sí lo hay!
Un joven que buscaba la paz se acercó a Jesucristo y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» El
Señor, en resumen, le contestó: «Si me sigues de cerca, encontrarás la
paz que estás buscando. Y mientras lo hagas, experimentarás paz, gozo y
libertad. Pero tienes que dejarlo todo y seguirme» (Lucas 18:18-22).
Esta es la gran verdad: para la demencia espiritual la solución es
rendirnos a Cristo y seguir sus pasos. En Él hay verdadera paz
Hermano Pablo
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