Koh Bak Kin, de treinta años de edad, era un rico comerciante de
Singapur. Se dedicaba a la comercialización de madera fina para
muebles, un negocio honrado a todas luces. Gozaba de prestigio social y
de solvencia económica.
Bin Fazalda, de treinta y cuatro años, era profesor de escuela
secundaria en Singapur. Gozaba de buen nombre en su colegio, donde se
le reconocían sus dotes profesionales. Ganaba buen salario. Estaba
casado y era padre de cinco hijos. Su vida transcurría tranquilamente en
medio de satisfacciones.
Un día, estos dos hombres se unieron para realizar un negocio. Se
trataba de transportar veinte kilogramos de heroína a Roma. Adaptaron a
sus maletas un doble fondo, solicitaron visa de turismo, sacaron
pasaje de avión y partieron para la capital de Italia.
Sin embargo, en el aeropuerto internacional Leonardo da Vinci de
Roma los esperaba la INTERPOL. Una denuncia anónima los había delatado.
Koh Bak Kin y Bin Fazalda fueron descubiertos, detenidos, requisados y
encarcelados. «Asociación ilícita» fue el cargo del que los acusaron.
¿Qué es una asociación ilícita? Es la sociedad que realizan dos o
más personas para hacer algo que está penado por las leyes. Estos dos
hombres se asociaron para realizar un contrabando de heroína. Los dos
pusieron capital. Los dos planearon el negocio. Los dos se
comprometieron a ser fieles al contrato y los dos se estrecharon la mano
como prueba de su asentimiento. Pero el negocio era delictivo, y la
asociación, ilícita.
Así pasa también en el ámbito moral de nuestra vida. La jovencita
que a espaldas de sus padres planea una fiesta con sus amigos, y en
esa fiesta se bebe licor, se usa droga y se practica la inmoralidad
sexual, está realizando una asociación ilícita. El caballero que a
espaldas de su esposa planea una salida al teatro, o un paseo en auto en
la noche con su secretaria, y esto con fines inconfesables, está
realizando una asociación ilícita.
El mal no consiste sólo en que un hecho sea o no ilegal sino en
sus consecuencias destructivas. ¡Cómo necesitamos poner todos nuestros
negocios, toda nuestra vida, bajo el control de las leyes morales de
Dios! Sólo así salvamos nuestra vida. Sólo así nos aseguramos el
parabién divino. Sólo así podemos vivir en paz.
Hermano Pablo
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