“Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu ley”. Salmo 119:18
No siempre mantenemos la mirada puesta en la voluntad del Padre o buscando su Gloria, de modo que perdemos de vista nuestro objetivo de vida. Andamos enceguecidos; hemos perdido el rumbo.
Cuando el salmista pide a Dios la apertura de sus ojos, está pidiendo que lo ayude a comprender las palabras de sus estatutos reconociendo que en ellas se hallan las maravillas que hoy no puede alcanzar. Hay cosas que le son ocultas.
¿Cuándo estamos ciegos a estas cosas?
• Cuando miramos para otro lado. Cuando nuestros ojos están puestos en los tesoros terrenales como el trabajo, el éxito, la economía, estamos mirando para otro lado; y no sólo eso, si que nuestro corazón está depositado tambié n en ello.
• Cuando estamos enceguecidos por falsos resplandores. Hay muchas luces de colores que llaman la atención y nos engañan. El mundo ofrece las más variadas y atractivas respuestas ante la búsqueda espiritual del hombre. Alternativas que brillan pero nada tienen de verdadero.
• Cuando andamos en penumbras. A veces nos alejamos tanto de la luz que alumbraba nuestro camino, que comenzamos a andar en la oscuridad sin saber hacia dónde estamos yendo. El bien se confunde con el mal y ya no podemos discriminar lo que hacemos ni hacia dónde vamos.
• Cuando no queremos ver. Muchas veces nos ocurre esto último. Nuestra fe nos alcanza para experimentar lo tibio del banco de la iglesia los domingos. Sabemos que Dios está, pero no nos interesa mas allá de nuestro encuentro dominical en el que las palabras resuenan en nuestras cabezas por unas horas hasta que alguna otra cosa logra acallarlas. Lo cierto es que no queremos ve r, no queremos ni ansiamos despertar de nuestro cómodo letargo.
Lo que no estamos viendo, son maravillas que Dios ha preparado para nuestros ojos y que sólo podremos experimentar en la medida que Él abra nuestros ojos.
¿De qué nos estamos perdiendo?
Sin entrega no conoceremos el poder del Dios de Gedeón.
Sin fe no conocernos la misericordia y la fidelidad del Dios de Abraham.
Sin entrega no veremos hecho realidad lo imposible y el milagro que Dios hizo en María.
Sin fe, sin entrega, no veremos maravillas, no veremos mares abiertos, no veremos milagros de sanidad, no veremos el resplandor de la Gloria del Padre, no veremos aquellas cosas que no podemos imaginar…
“… Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para quienes lo aman” 1° Corintios 2.
¿Queremos ver estas maravillas reservadas a los ojos de sus Hijos? ¡Ab re nuestros ojos, Oh Dios, para que podamos verte!
Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
meryrueda
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