Lectura: Salmo 8.
"Y lo coronaste de gloria y de honra" Salmo 8:5
Los astrónomos descubrieron una estrella en el cielo que se ha enfriado y comprimido en un diamante gigante. El diamante en bruto más grande con calidad de gema jamás encontrado en la tierra es el Diamante Cullinan, de más de 3.100 kilates. Entonces, ¿cuántos quilates tiene el diamante cósmico? ¡billones y billones de quilates!
En nuestro mundo, los diamantes son muy apreciados por su rareza, belleza y durabilidad, y a menudo escuchamos decir: «Los diamantes son para siempre». Pero Dios no está fascinado por los diamantes. Para Él, hay algo que es muchísimo más precioso.
Miles de años atrás, David se maravilló ante el gran valor que Dios había dado a los seres humanos: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra» (Salmo 8:4-5).
De hecho, Dios nos dio tan grande valor que pagó un costo altísimo para comprar nuestra redención. El precio de compra fue la preciosa sangre de Su Hijo, Jesucristo (1 Pedro 1:18-19).
Si Dios nos da un valor tan elevado, nosotros también debemos dárselo a las personas que ha traído a nuestras vidas. Llevarlas delante del Señor en oración. Pedirle que nos muestre en qué aspectos cada una de ellas es más invalorable que la joya más costosa del universo.
Para Jesús, somos más preciosos que el más costoso de los diamantes.
"Y lo coronaste de gloria y de honra" Salmo 8:5
Los astrónomos descubrieron una estrella en el cielo que se ha enfriado y comprimido en un diamante gigante. El diamante en bruto más grande con calidad de gema jamás encontrado en la tierra es el Diamante Cullinan, de más de 3.100 kilates. Entonces, ¿cuántos quilates tiene el diamante cósmico? ¡billones y billones de quilates!
En nuestro mundo, los diamantes son muy apreciados por su rareza, belleza y durabilidad, y a menudo escuchamos decir: «Los diamantes son para siempre». Pero Dios no está fascinado por los diamantes. Para Él, hay algo que es muchísimo más precioso.
Miles de años atrás, David se maravilló ante el gran valor que Dios había dado a los seres humanos: «¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra» (Salmo 8:4-5).
De hecho, Dios nos dio tan grande valor que pagó un costo altísimo para comprar nuestra redención. El precio de compra fue la preciosa sangre de Su Hijo, Jesucristo (1 Pedro 1:18-19).
Si Dios nos da un valor tan elevado, nosotros también debemos dárselo a las personas que ha traído a nuestras vidas. Llevarlas delante del Señor en oración. Pedirle que nos muestre en qué aspectos cada una de ellas es más invalorable que la joya más costosa del universo.
Para Jesús, somos más preciosos que el más costoso de los diamantes.
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